Londres
La narradora describe en distintas oportunidades la ciudad en la que transcurre la mayor parte del ensayo. Utiliza varias imágenes lumínicas y cinéticas para comparar a Londres con una máquina muy potente. Compara, por ejemplo, el movimiento de una cinta transportadora que mueve objetos en una fábrica con el movimiento de las personas en la ciudad: “Londres era como una máquina. A todos nos empujaban hacia adelante y hacia atrás sobre esta base lisa para formar un dibujo” (48). La ciudad parece tener una gran importancia, ya que es la que moviliza a las personas.
En este sentido, la narradora repara en la potencia de la ciudad. En el segundo capítulo vuelve a su hotel de noche y describe el momento en el que las luces de la ciudad se prenden: “Se estaban encendiendo las lámparas y se había operado en Londres desde la mañana un cambio indescriptible. Parecía como si la gran máquina, después de trabajar todo el día, hubiera hecho con nuestra ayuda unas cuantas yardas de algo muy emocionante y hermoso, una tela de fuego en que fulguraban ojos rojos, un monstruo leonado que gruñía despidiendo aire caliente” (72). Como una fábrica, Londres se modifica luego de una gran jornada laboral. En lugar de apagarse, como sucedería en una fábrica, las luces se encienden. Se mencionan el calor, el fuego, el sonido de gruñidos y un monstruo con forma de león para dar cuenta de la fuerza de la ciudad. Las imágenes lumínicas, acústicas y cinéticas describen el valor de la ciudad.
En sintonía con la cinta transportadora de la primera cita, la segunda cita alude a una carrera. En ambos casos se trata de una ciudad que empuja a sus habitantes hacia adelante.
La luz
El ensayo utiliza muchas descripciones lumínicas. En primer lugar, contrapone la luz blanca con la luz roja. Como hemos dicho, la luz roja alude el punto de vista masculino, sesgado y teñido por el enojo. Se la describe como “la luz caprichosa y colorada del otro sexo” (156). En cambio, la luz blanca es la luz que permite “ver” con transparencia, con fiabilidad. La luz blanca es la luz de los genios, que con sus palabras se aproximan a mostrar lo verdadero.
Además, en el quinto capítulo, la imagen de la luz adquiere un tinte sexual. La narradora dice que Mary Carmichael escribe como “una persona que frota una cerilla que no quiere encenderse” (149). Luego se pregunta si, en el futuro, cuando disponga de tiempo, dinero y privacidad, su escritura “encenderá una antorcha en esta gran cámara donde nadie ha penetrado todavía” (155). Consideramos que la descripción de esta zona inexplorada y virgen puede relacionarse, no solamente con el terreno de la escritura, sino también con la genitalia femenina.
El comedor de la universidad
A través de imágenes visuales y sonoras la narradora describe los lujos de la comida y del salón comedor de la universidad masculina. En primer lugar, describe la escenografía: menciona “el estridente sonido del gramófono” (18) y las "ostentosas flores" (18) del comedor. Luego repara, con detalles, en la comida: “Las perdices, numerosas y variadas, llegaron con todo su séquito de salsas y ensaladas, la picante y la dulce; sus patatas, delgadas como monedas, pero no tan duras; sus coles de Bruselas, con tantas hojas como los capullos de rosa, pero más suculentas” (19). Se trata de una comida lujosa, con un alto nivel de elaboración. Luego, esto va a contrastar con la comida pobre y sencilla de la universidad femenina.
Además de describir el lujo y el confort con el que viven los estudiantes varones en la universidad, la narradora considera que describir la comida es un gesto no convencional para los novelistas. En este sentido, la descripción funciona como una pequeña transgresión.
El río
El ensayo menciona varias veces el río y hace foco en una característica particular: que fluye. Se trata de una imagen dinámica que denota movimiento. La narradora compara este ritmo con el modo en el que los pensamientos de la narradora se mueven.
Por ejemplo, en el primer capítulo la narradora reflexiona sobre el tema de la conferencia en el campus de la universidad de Oxbridge al lado de un río. La imagen del río es apacible y tranquila: “El río reflejaba lo que le placía de cielo, puente y arbusto ardiente y cuando el estudiante en su bote de remos hubo cruzado los reflejos, volviéronse a cerrar tras él, completamente, como si nunca hubiera existido” (10).
Luego, cuando la narradora tiene la idea de las mentes andróginas, ve una hoja caer que apunta hacia el río y siente: “la presencia de un río que fluía, invisible, calle abajo hasta doblar la esquina y tomaba a la gente y la arrastraba en sus remolinos, de igual modo que el arroyo de Oxbridge se había llevado al estudiante en su bote y las hojas muertas” (178). La narradora tiene ideas novedosas y, en sintonía, el río fluye.
Es decir que el río mueve a la gente y a las hojas a través de Londres. Unas páginas después se describe su corriente y se lo relaciona con el modo de pensar de la narradora. Se menciona una flotación calma y una corriente. Entonces el río que fluye se relaciona con la forma en que la mente de las escritoras necesita operar. Se valora un proceso de pensamiento y escritura sin interrupciones, que fluya como un río.