Resumen
La narradora explora el Museo Británico de Londres buscando respuestas a las preguntas planteadas sobre los hombres, las mujeres, la riqueza y la creatividad. Pronto se da cuenta de que hay demasiados libros sobre mujeres escritos por hombres y ningún libro escrito por mujeres sobre hombres. Se pregunta por el motivo de esta disparidad. Selecciona al azar una docena de libros y trata de entender por qué las mujeres son pobres. Encuentra una variedad contradictoria de opiniones de los hombres sobre las mujeres. Entiende que todos esos libros han sido escritos desde el enojo. Se pregunta por qué todos estos hombres están enojados. Luego devuelve los libros y se va a almorzar.
Lee el periódico durante el almuerzo y piensa que Inglaterra es una sociedad patriarcal: los varones tienen todo el poder y el dinero, ocupan los puestos importantes y toman todas las decisiones significativas. Sin embargo, la narradora sabe que los hombres están enojados y se pregunta por qué, con tanto poder. Luego piensa que no están realmente enojados, sino que, cuando pronuncian la inferioridad de las mujeres, en realidad están reclamando su propia superioridad. Dice que, a lo largo de la historia, las mujeres han servido como modelos de inferioridad que engrandecen la superioridad de los varones.
La narradora paga su cuenta y agradece la herencia que le ha dejado su tía Mary Beton. Relata que se enteró de que recibiría 500 libras al año aproximadamente al mismo tiempo que las mujeres obtenían el derecho al voto, en 1918. Luego confiesa que cree que el dinero es más importante que ese derecho. Afirma que, dado que nada puede quitarle el dinero y la seguridad, no tiene por qué depender de ningún hombre. Además, considera que su ingreso fijo le ha permitido conseguir “la libertad de pensar directamente en las cosas” (67).
Camina a su casa y ve a varios trabajadores y trabajadoras en su calle. Piensa que dentro de cien años las mujeres ya no serán consideradas el género "protegido", sino que también tendrán acceso a los trabajos más duros. Se pregunta qué tiene que ver esto con las mujeres y la ficción.
Análisis
El patriarcado es una forma de organización política, económica y social en la que los varones se encuentran en una situación de supremacía respecto de las mujeres. Es significativo que, en el segundo capítulo de Una habitación propia, la narradora comente que con solo leer la portada de un periódico es evidente que Inglaterra tiene una organización patriarcal. Dice: “Nadie en sus cinco sentidos podría dejar de detectar la dominación del profesor. Suyos eran el poder, el dinero y la influencia” (61).
Por otro lado, el sexismo es una actitud discriminatoria de quienes hacen distinciones entre las personas según su sexo. Bajo un patriarcado, el sexismo se traduce en una infravaloración de las mujeres. En este capítulo, la narradora encuentra evidencias de sexismo institucionalizado en la biblioteca del Museo Británico: todos los libros sobre mujeres están escritos por varones enojados. La narradora identifica rápidamente ese enojo como una actitud defensiva. Los varones, acostumbrados a sentirse superiores a expensas de las mujeres, se enfadan y se asustan cuando su superioridad se ve amenazada. Por lo tanto, menosprecian a las mujeres en un intento de afirmar su autoestima. La narradora utiliza una metáfora para explicar este proceso de crecimiento de la autoestima de los varones a expensas del empequeñecimiento de la de las mujeres. Dice que “durante todos estos siglos, las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural” (65). El espejo es mágico porque muestra lo que los varones quieren ver: en lugar de reflejar a hombres y mujeres como seres similares, agranda la imagen de los varones a expensas de la de las mujeres.
En este sentido, la primera reflexión del segundo capítulo trata sobre la representación de las mujeres. Es decir, la narradora cuestiona cómo se representa a las mujeres en la literatura y encuentra un problema al descubrir que la mayoría de los libros sobre mujeres están escritos por hombres. Luego se pregunta: “¿Qué efecto tiene la pobreza sobre la novela? ¿Qué condiciones son necesarias a la creación de obras de arte?” (47). Estas preguntas apuntan a las condiciones materiales imprescindibles para la creación de arte. Repara en el hecho de que los varones son más ricos que las mujeres y, por lo tanto, tienen más posibilidades a la hora de conformar una carrera artística.
A continuación, la narradora reflexiona sobre los daños más sutiles que genera esta asimetría de poder. Se refiere a las consecuencias que esta desigualdad genera en términos de libertad de pensamiento. Considera que los varones están demasiado preocupados en atacar al otro sexo, y sus argumentos pierden objetividad. Mientras lee varias obras en la biblioteca, comenta que los libros “habían sido escritos a la luz roja de la emoción, no bajo la luz blanca de la verdad” (60). A continuación descubre que el poder no les confiere a los hombres libertad de pensamiento, sino que los encasilla en una forma limitada de pensar. Aunque tienen el dinero suficiente para consolidar su carrera artística, el enojo y el prejuicio respecto de las mujeres nubla su visión.
En el caso de las mujeres, Woolf piensa en el dinero como una manera de conseguir independencia ideológica y, así, alcanzar la objetividad en el pensamiento necesaria para llegar a “la verdad”. Sobre este tema, la narradora continúa la metáfora que relaciona la verdad con la luz blanca. En varios momentos del ensayo emplea imágenes visuales que relacionan la luz con la idea de la verdad. Por ejemplo, en la cita anterior, cuando critica el modo sesgado de escribir de los varones enojados, les atribuye el color rojo, un color muy alejado de la claridad y la pureza del blanco, que asocia, como decíamos, con la verdad. En el mismo capítulo, para caracterizar la veracidad de un pensamiento, habla de “la luz de esta observación” (64).
Continuando con el tema de la libertad de pensamiento, afirma que su herencia es la mayor garantía de libertad que tiene, incluso más importante que el derecho al voto recientemente conseguido. Explica que, mientras el dinero elimina la dependencia de una mujer frente a un varón, el derecho a votar solo le da derecho a elegir qué hombre la gobierna.
Según los estudios feministas anglosajones, el movimiento sufragista da comienzo a la primera ola del feminismo, que puede caracterizarse como el feminismo de la igualdad. Las feministas reclaman igualdad de derechos sociales, políticos y civiles. Hasta ese momento, las mujeres eran consideradas menores de edad y dependían primero de su padre o tutor y luego de su marido. Con el voto pasan a ganar autonomía ciudadana. Sin embargo, Woolf tiene una postura más individualista y liberal sobre las conquistas feministas: se preocupa por las libertades individuales y, por lo tanto, por el dinero. La narradora admite que el dinero le ha dado la libertad de "pensar directamente en las cosas" (71).
Finalmente, es necesario echar luz sobre un mecanismo muy interesante utilizado por la narradora del ensayo. El texto presenta dos formas de narración: las reflexiones de la protagonista que medita (en este caso, sobre la importancia del dinero y el ocio para la independencia ideológica y artística de las mujeres) y otra forma que repara en los hechos cronológicos que se suceden en la vida de la protagonista y en los espacios que visita. En este capítulo, mientras estudia la relación entre el dinero y la posibilidad del pensamiento objetivo, tiene que interrumpir sus meditaciones por un acontecimiento concreto: “Pero estas contribuciones al tema peligroso y fascinante de la psicología del otro sexo —tema que estudiaréis, espero, cuando contéis con quinientas libras al año— se vieron interrumpidas por la necesidad de pagar la cuenta” (67). En este pasaje, Woolf pone en escena, como al pasar, sus ideas respecto del trabajo, del ocio, de la necesidad del dinero para conseguir la independencia: la joven escritora puede reflexionar aquí sobre temas abstractos justamente porque tiene el dinero para pagar la cuenta y tiempo para sentarse en soledad a pensar. Es decir, en este fragmento se pone en escena la tesis propuesta por Woolf: ella misma encarna a la mujer que puede reflexionar y escribir porque tiene dinero y privacidad.
Por último, en este capítulo la narradora da muchas pistas sobre su autoconsciencia. Por ejemplo, dice que va a compartirnos sus anotaciones: “Había garabateado notas en cada hoja de mi cuaderno. Para mostrar mi estado mental, voy a leeros unas cuantas” (52). Del mismo modo, cuando está en la biblioteca, explicita que se encuentra enojada y, por eso, realiza un dibujo de un profesor: “mientras meditaba, había ido haciendo, en mi apatía, mi desesperación, un dibujo en la parte de hoja donde, como mi vecino, hubiera debido estar escribiendo una conclusión. Había dibujado una cara, una silueta” (55). La narradora brinda detalles no solamente sobre sus pensamientos sino también sobre el contexto y el proceso de escritura.