Los efectos del cáncer en el cuerpo de los personajes
Green introduce el mundo de Hazel al lector a través de su viaje al Grupo de Apoyo. La narradora poco a poco despliega las sutilezas de lo que es vivir con cáncer: su lucha constante por mantenerse bien y los detalles que ponen de manifiesto su salud, como elegir tomar el ascensor en vez de las escaleras para bajar al recinto en el que el grupo se reúne. Además, la enfermedad deja siempre marcas físicas que delatan su presencia. Así, Hazel dedica algunas imágenes visuales a la descripción física de sus amigos y a la suya propia, y todas ellas delatan la presencia de la enfermedad.
Ella misma presenta su imagen física de la siguiente manera:
Tenía unos jeans viejos que alguna vez habían sido ajustados, pero que ahora me colgaban por todas partes, y una remera amarilla de un grupo de música que ya no me gustaba. En cuanto al pelo, lo llevaba cortado a lo paje, y ni siquiera me había molestado en cepillármelo. Además tenía los cachetes ridículamente inflados, como una ardilla, efecto colateral del tratamiento. Parecía una persona de proporciones normales con un globo por cabeza. Eso por no hablar de los tobillos hinchados (p.18).
Sobre Isaac dice que es
(...) un chico de cara alargada, flacucho y con el pelo rubio y liso cayéndole sobre un ojo. Y sus ojos eran el problema. Tenía un extraño y poco frecuente cáncer de ojos. De niño le habían extirpado un ojo, y ahora llevaba anteojos culo de botella que hacían que sus ojos parecieran inmensos (los dos, el real y el de cristal) (p.15).
Los hospitales
Los hospitales son lugares en los que los enfermos de cáncer pasan gran parte de su tiempo, y Hazel dedica una serie de imágenes visuales a su descripción. Cuando visita a Augustus, por ejemplo, describe el hospital (el Memorial), de la siguiente manera: "Las paredes no estaban pintadas de colores vivos y empalagosos ni había cuadros de perros manejando coches, como en el Hospital Infantil, sino que era tan absolutamente ascéptico que me hizo sentir nostalgia de aquellas idioteces" (p. 224).
Hazel pasa mucho tiempo en la sala de espera antes de poder ver a Augustus, y la describe de la siguiente manera: "La sala de espera estaba enmoquetada de color café, y las sillas también estaban tapizadas de tela café. Me senté un rato en el sofá de dos plazas, con el carrito de oxígeno entre los pies" (p.225).
Ámsterdam
Ni Gus ni Hazel han tenido la posibilidad de viajar con asiduidad, ya que ambos fueron diagnosticados con cáncer en su adolescencia temprana y, debido a ello, han tenido que permanecer siempre cerca de los médicos y de la familia. Ahora que pueden realizar el viaje, Hazel despliega ante los lectores imágenes fabulosas y llenas de color de la ciudad.
Al principio, la ciudad parece estática, como si estuviera representada en un cuadro: "Cruzamos un canal, y desde el puente vi decenas de casas flotantes amarradas en el agua. No tenía nada que ver con Estados Unidos. Parecía un viejo cuadro, pero real -todo dolorosamente idílico a la luz de la mañana" (p.154). Luego, destacan los árboles y las semillas que cubren la ciudad como si fueran confeti: "Los canales estaban flanqueados por olmos, de los que se desprendían semillas. Pero no parecían semillas. Parecían diminutos pétalos de rosa que hubieran perdido el color. El viento agrupaba aquellos pétalos pálidos como si fueran bandadas de pájaros, miles de ellos, como una ventisca primaveral" (p.158).
La noche en que cenan en el Oranjee, Hazel rescata muchas imágenes de los canales, los peatones, y cuenta que "El agua lamía en silencio las paredes de los canales de piedra. Un grupo de amigos pasó pedaleando y gritándose en su lengua gutural. Había pequeños barcos, no mucho más grandes que yo, medio hundidos en el canal. Me llegaba un olor a agua largo tiempo estancada" (p.168).
El avance del cáncer en Augustus
Después de regresar de Ámsterdam, Augustus sufre una recaída y su cáncer se reactiva de forma muy invasiva. En pocas semanas, Gus se ve reducido físicamente y termina postrado. Hazel ilustra el proceso con imágenes sensoriales que describen el deterioro físico de su novio: "Estaba recostado boca arriba y con la cara en dirección contraria a mí. Le habían puesto ya un catéter (...). [La] medicina hacía que hablara más lento, que era la velocidad de casi todo el mundo" (pp. 216-217).
Conforme la enfermedad avanza, Gus está muy débil como para valerse por sí mismo y comienza a ser llevado en silla de ruedas:
Ya no era el chico guapo y musculoso que me miraba fijamente en el grupo de apoyo, pero seguía esbozando medias sonrisas, seguía fumando sin encender el cigarrillo, y sus ojos azules brillaban llenos de vida (...). [A] pesar de todo seguía atlético, mantenía el equilibrio, y ni siquiera la gran cantidad de narcóticos podía anular del todo sus rápidos reflejos (pp.227-228).
La enfermdad reduce a Augustus, quien se siente humillado en más de una ocasión, como cuando se orina en la cama, o cuando se le sale la sonda por la que se alimenta y no puede volver a colocársela. En este pasaje impacta particularmente la imagen visual que se despliega frente a Hazel: "Augustus estaba en el asiento del conductor, cubierto de vómito y apretándose con las manos la zona de la barriga de la que se había salido el tubo-G" (p.237).