Resumen
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Hazel, su madre y Augustus aterrizan en Ámsterdam y toman un taxi que los lleva hasta el hotel Filosoofers, a la vuelta de la casa de Peter Van Houten. En el hotel, cada habitación lleva el nombre de un filósofo, y a Hazel y a su madre les toca la habitación Kierkegaard. Una vez que se instalan, la madre de Hazel quiere recorrer el Vondelpark, el parque más famoso de la ciudad, pero Hazel está demasiado cansada y se acuesta, conectada al BiPAP. Cuando se despierta, descubre que su madre no se ha movido de la habitación en todo el rato, y ella le anuncia que esa noche los dejará solos, a Augustus y a ella, para que vayan a cenar a un restaurant reservado por la asistente de Van Houten.
Hazel se pone un hermoso vestido y, al abrir la puerta de su cuarto, se encuentra con Augustus, que lleva un increíble traje negro. Hazel le pregunta si es el traje que usa para los funerales, a lo que él le responde que no; el que usa en los funerales no es tan bonito. Al salir del hotel, toman el tram y se maravillan con las semillas que caen de los olmos y que cubren la ciudad, como si fueran pequeños pétalos de rosas. El restaurante se llama Oranjee; Hazel y Augustus se ubican en una mesa colocada contra un canal y comienzan a beber champán, cortesía de la asistente de Van Houten. El mozo les dice que están tomando estrellas. La comida, compuesta de cinco pasos, es deliciosa. Después de comer, Augustus vuelve sobre el tema del traje: lo compró para que fuera el de su propio funeral cuando le dieron el diagnóstico de su cáncer, a pesar de que tenía el 85% de posibilidades de vivir. Hazel dice que lo comprende, y una vez más es consciente de la diferencia entre ambos diagnósticos. Durante el postre discuten sobre la existencia de la vida después de la muerte, y Hazel dice que no cree en nada, mientras que Gus replica que cree “en Algo, con A mayúscula” (p.165). Luego, discuten sobre la obsesión de Gus con morir por una causa noble y dejar un legado al desaparecer, a lo que Hazel dice que eso la coloca a ella en una posición desventajosa, puesto que Gus sabe que ella será incapaz de hacer algo por lo que la recuerden. La charla deja cierta tensión entre ellos, pero pueden cambiar el tema y disfrutar de la velada. Al irse, descubren que Van Houten ha pagado por todo aquello.
Al finalizar la cena, ambos caminan por el canal imaginando cómo será la visita a la casa del escritor al día siguiente, y debatiendo qué piensa cada uno sobre lo que sucede después del final de Un dolor imperial. En un momento del paseo se sientan en un banco, el uno contra el otro, y Hazel le pregunta a Gus sobre su relación con Caroline. Augustus le cuenta entonces cómo la conoció en el hospital, cuando ella andaba sola por el patio de juegos, y cómo comenzaron a salir, a pesar del mal carácter de ella. A medida que él comenzaba a mejorar, el cáncer de ella crecía y le afectaba cada vez más las emociones, convirtiéndola en una chica cruel y sin filtros. A pesar de ellos, continuaron juntos durante toda la enfermedad, incluso cuando Caroline se divertía burlándose constantemente de la pierna amputada de Gus y repetía los mismos chistes una y otra vez. Al final de la historia, Hazel manifiesta que ella no quiere lastimarlo así, pero Augustus le dice que sería un privilegio que ella le rompiera el corazón.
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Hazel se despierta a la madrugada y no puede volver a dormirse. A la mañana, desayunan en el hotel, con un menú compuesto principalmente por carne, y se preparan para el día. Hazel decide vestirse como Anna, la protagonista de Un dolor imperial, y camina junto a Augustus hasta la casa del escritor. Cuando llegan, el sonido de un bajo les llama la atención. Deben golpear la puerta dos veces antes de que los atiendan. Van Houten se asoma, los mira, les cierra la puerta en la cara y se pone a gritar dentro de la casa, quejándose con su asistente porque invitó extraños a su hogar. Finalmente, vuelve a abrir la puerta y los hace pasar con un gesto de fastidio.
La casa, y especialmente la sala de estar a la que los conducen, está llamativamente despojada de muebles y de ornamentos, salvo por un par de sillones y dos enormes bolsas negras que contienen toda la correspondencia -sin abrir- que los fans del libro enviaron en los últimos 18 años. Van Houten les ofrece whiskey mientras él mismo toma uno detrás de otro, a pesar de que son tan solo las 10 de la mañana. A medida que se emborracha, les habla sobre el alcohol, insulta sus inteligencias, se burla de ellos, divaga sobre filosofía y hasta les hace escuchar un rap sueco. En todo momento se rehúsa a hablar de su novela, y de ninguna manera quiere contarles qué es lo que sucede con los personajes tras el final. Luego de una discusión con Hazel, quien está determinada a averiguar lo que desea, le cuenta lo que pasó con el hámster de Anna, Sísifo, aunque cuando le preguntan por el Tulipán Holandés, se burla de ellos y les dice que el personaje es una metáfora de Dios y que no contará nada más, puesto que no existe una realidad por fuera de la novela para los personajes. Luego, vuelve a insultarlos y les dice que ellos se aprovechan de la lástima que la gente les tiene por su cáncer, y que no son más que daños colaterales de la evolución, un sentimiento que Hazel ya ha tenido muchas veces en su vida. Tras estos comentarios, Lidewij, su asistente, comienza a gritarle y renuncia a su trabajo. Hazel camina hacia Van Houten, pidiéndole a gritos las respuestas que desea, lo golpea en la mano que sostiene el vaso de whiskey y hace que se lo vuelque encima. Tras este episodio, los muchachos abandonan a toda prisa la casa del escritor.
Mientras caminan, Gus promete escribir él mismo el epílogo para la novela, y luego se les une Lidewij y los invita a ir con ella a la Casa de Ana Frank. Los chicos aceptan, pues quieren aprovechar el tiempo que les queda en la ciudad. En el auto, Lidewij les confiesa que fue ella quien organizó todo el viaje, con las esperanzas de que encontrarse con sus fans y ver la influencia de su novela en otros empujara a Van Houten fuera de su espiral de alcoholismo.
En la Casa de Ana Frank no hay ascensores, pero de todas formas Hazel desea hacer el esfuerzo de visitarla. Cada escalón le cuesta un esfuerzo terrible, y al llegar a cada piso debe descansar al borde del desmayo. Sin embargo, se empeña en lograrlo, sintiendo que de alguna manera se lo debe como homenaje a Ana Frank. En lo más alto de la casa debe sentarse durante mucho tiempo ante de recuperarse y poder continuar con su exploración. Mientras escucha la historia de Otto, padre de Ana y único superviviente de la familia, Hazel queda particularmente conmovida por un libro con los nombres de todas las personas de los Países Bajos que murieron en el Holocausto. El nombre de Ana Frank está allí, pero Hazel se interesa particularmente en cuatro "Aron Frank" que aparecen justo debajo; personas que murieron sin que sus historias fueran recordadas por el mundo. En un cuarto adyacente se proyecta un video del padre de Ana hablando sobre su hija, y, con aquello de fondo, Hazel y Augustus se besan por primera vez y permanecen abrazados, mientras Hazel piensa que la lucha constante contra su cuerpo y el cáncer han quedado justificadas con ese beso. Cuando abre sus ojos, se encuentra con un grupo de gente que los mira y los aplaude.
Lidewij los lleva de regreso al hotel, donde Hazel sugiere ir a la habitación de Gus. Cuando salen del ascensor, Gus debe detenerse un momento, porque un dolor agudo no lo deja caminar. Cuando pasa, le advierte a Hazel cómo lucirá su pierna sin la prótesis, pero ella le dice que se olvide de eso, y vuelve a besarlo. En el cuarto, mientras se acuestan, comprenden las limitaciones que les produce el tanque de oxígeno de Hazel, pero se las ingenian para desvestirse y meterse debajo del edredón. La pareja tiene sexo por primera vez, aunque no es descripto detalladamente, y al respecto Hazel solo dice que no fue particularmente doloroso ni fabulosamente placentero. Augustus se queda dormido y Hazel abandona el cuarto sin hacer ruido, dejándole una carta de amor llena de humor cuando se va.
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Al día siguiente, mientras desayunan, Gus y Hazel le cuentan a su madre el encuentro con Van Houten, actuando la situación y divirtiéndose con el relato puesto en perspectiva. Luego, la madre de Hazel los deja solos y Gus y Hazel regresan juntos al hotel. Durante el regreso, Hazel piensa en la jerarquía de necesidades de Maslow y siente que esta la coloca en un lugar por debajo de los seres humanos debido a su enfermedad. También piensa que Augustus ya se ha ubicado más arriba en la escala de jerarquías, porque ha superado su enfermedad, pero de pronto se le ocurre que quizás sigue enfermo y no se lo ha dicho. De regreso en el hotel, Augustus se sincera con ella y le cuenta su situación: justo antes de que Hazel entrara a terapia intensiva se realizó un escáner y descubrió que su cáncer había hecho metástasis en todo el cuerpo. Le pide perdón por no haberle contado antes, y los dos comprenden que ahora la granada a punto de estallar es él y no ella. Ambos lloran, conmovidos por la situación, y comienzan a hablar de la quimioterapia paliativa que ya ha comenzado y que sirve para mejorar la calidad de vida y optimizar el control de síntomas. Gus comienza a hablar otra vez de morir sin haber hecho nada memorable y piensa en todos los mártires representados en cuadros en los museos, entre los que no hay ningún chico enfermo muriendo de cáncer.
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En el vuelo de regreso, ambos beben champán, y Gus experimenta un fuerte dolor en el pecho, por lo que debe tomar potentes analgésicos que lo hacen dormir. Al llegar a sus casas, Hazel habla sobre Un dolor imperial con su padre, que lo ha leído durante su ausencia. A la tarde siguiente, Hazel visita a Gus y come con sus padres mientras su novio toma una siesta, agotado como está por las nuevas drogas que prueban en él. Luego llega Isaac, acompañado por su madre, y Gus se despierta. Isaac no ha vuelto a saber nada de Mónica desde que rompieron, por lo que Augustus, a pesar de su débil estado, los empuja hacia la aventura: los tres salen en la camioneta de Gus, paran a comprar huevos y se dirigen luego a la casa de Mónica. Allí, Gus e Isaac se bajan del auto y, con las indicaciones que le da su amigo, Isaac arroja los huevos contra el coche de Mónica. En un momento, la madre se asoma a la puerta de entrada de la casa, pero Augustus le dice que vuelva a entrar o llamarán a la policía. La madre, confundida, se mete otra vez dentro de la casa. Los muchachos terminan de arrojar los huevos, regresan al coche y huyen a toda velocidad.
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Unos días después, la familia de Hazel cena junto a la de Augustus. El tono del episodio es liviano, con los padres de ambos comentando y apreciando cómo sus hijos han podido acompañarse y comprenderse mutuamente. Una semana después, Gus es internado en terapia intensiva por su dolor en el pecho. Desde ese momento, queda postrado en una silla de ruedas, y Hazel no lo puede ver hasta que sale del hospital. Ella pasa mucho tiempo en la sala de espera, revisando sus recuerdos y pensando que las cosas se han precipitado demasiado rápidamente. Dos semanas después, visita junto a Gus -en su silla de ruedas- el parque de las esculturas, y toman champán cerca de Funky Bones, el esqueleto que les había llamado la atención durante su primera visita al lugar. La primera vez que estuvieron allí, Gus se comparó con los niños que jugaban entre los huesos de la escultura, pero ahora el muchacho se compara con el esqueleto.
Análisis
Esta sección está dedicada al viaje que realizan Hazel, su madre y Augustus a Ámsterdam y al encuentro de los jóvenes con Peter Van Houten, a quien ambos admiran. Estos cinco capítulos son fundamentales desde la perspectiva de la novela de aprendizaje, puesto que los personajes se enfrentan a una gran decepción cuando conocen a su escritor favorito: Van Houten no es más que un alcohólico patético que nada tiene que ver con la imagen idealizada que tenían él. En este sentido, la decepción destruye la idealización adolescente y empuja a los personajes a un aprendizaje lleno de dolor y frustración, pero muy valioso también, como se verá al final de la novela, cuando Hazel muestre una madurez que no tenía al inicio del relato frente a lo que le toca vivir. Otro elemento fundamental que se despliega en esta sección, como se explicará más adelante, es el giro argumental de la novela: no es Hazel la granada a punto de estallar, sino Augustus.
Mientras viajan hacia Ámsterdam, tanto Hazel como Gus piensan profundamente en las historias que se cuentan después de que una persona muere, y en todos los muertos que ya han sido olvidados definitivamente. Los dos recuerdan lo que explicó Augustus en el avión: si cada persona viva en la actualidad recordara a catorce personas muertas, entonces toda la humanidad sería recordada. Además, piensan en los cuatro "Aron Frank" que aparecen en el libro sobre los holandeses muertos en el Holocausto, y la falta de chicos con enfermedades en los cuadros de los museos, representan el mayor miedo de Augustus: no dejar ninguna marca tras su muerte. Hazel se siente ofendida cuando Augustus hace estos comentarios durante la cena en el Oranjee, pues siente que es violento decirle algo así a una persona que podría morir pronto sin dejar ninguna huella de su existencia. Por supuesto, Hazel no sabe en ese momento que las expectativas de Gus son las mismas o incluso peores. Estos momentos ayudan a desarrollar el problema de hallarle un sentido a la vida y la muerte, que está presente en toda la novela. Los interrogantes que se vuelven a plantear los jóvenes reformulan siempre dos ideas: qué debe hacer una persona para tener una vida exitosa, y de qué manera debe recordarse a una persona tras su muerte.
La reflexión de Hazel sobre la jerarquía de necesidades de Maslow y cómo ella ha quedado atrás, mientras que piensa que Gus ha logrado escalarla, empuja a la reflexión sobre las grandes teorías científicas que se concentran en procesos a gran escala y olvidan las vidas individuales. En este sentido, la novela pone de manifiesto una tensión evidente entre la propia subjetividad y la interpretación personal del mundo y la ciencia moderna, con todos sus esfuerzos por paliar la enfermedad y dar esperanza a los pacientes con cáncer. A su vez, las consideraciones de Hazel sobre el valor de su vida evidencian la construcción de su propia subjetividad en función de su enfermedad: ella siente todo el tiempo que la gente la percibe como una persona enferma y que, por eso, la coloca dentro de otra categoría de personas, como un individuo cuyo valor es menor al de una persona normal y que merece la lástima y un tratamiento especial por dicha situación.
Cuando Augustus compara a su cuerpo lleno de cáncer con un árbol de navidad todo encendido está utilizando el lenguaje figurativo e inteligente al que suele recurrir para disfrazar su malestar o su tristeza. Otro ejemplo de este uso del lenguaje figurado es la forma en la que suele hablar de su situación, refiriéndose a ella como “una montaña rusa que no hace más que subir” (p.217), y que usa de formas variadas a lo largo de la novela; al principio en el grupo de apoyo, cuando estaba mejorando del cáncer, y luego cuando sabe que la metástasis se ha extendido por todo su cuerpo. Usar un lenguaje figurado, cargado de símiles y metáforas, para describir su situación le ayuda a Augustus a tomar distancia de sí mismo, algo que desea desesperadamente para poder lidiar con sus miedos y su sufrimiento.
El decaimiento veloz y progresivo de Gus, que comienza incluso antes de que se lo diga a Hazel, es un momento bisagra en el libro. Su enfermedad implica un corrimiento del conflicto original de la novela -el miedo de Hazel de comenzar una relación para no dañar a su novio al morir- e invierte la situación completamente: ahora es Hazel la que debe elegir si quiere lidiar con la enfermedad de su novio o si prefiere alejarse de él para evitar la pena que le traerá luego su muerte, así como Augustus también eligió acompañarla, incluso cuando ella había tratado de alejarlo. Amar a Gus y tener que lidiar repentinamente con su enfermedad la pone en el lugar en el que Gus se encontraba respecto de ella originalmente y, al igual que él, decide comprometerse, a pesar de todo el dolor que pueda sentir luego.
Como todo el libro, esta sección trabaja sobre la infancia y la maduración repentina y prematura que deben atravesar los niños y adolescentes con cáncer. El episodio de los huevos contra el auto de Mónica es un ejemplo importante de este conflicto. Como todos los adolescentes, Isaac, Gus y Hazel atraviesan cambios de personalidad y están llenos de emociones conflictivas, de miedos y de un sentido de la justicia que los mueve profundamente, pero cuando la madre de Mónica se asoma y los observa arrojando huevos al auto de su hija, se comprende que hay algo más que solo miedos adolescentes funcionando en ellos, y que se trata de un desbordamiento de las emociones y de la rabia que produce estar enfermo y ver a las personas saludables llevando adelante sus vidas sanas y plenas.
El crecimiento prematuro también se observa en el comentario que Gus hace cuando vuelven a visitar el parque de las esculturas, frente a Funky Bones: “la última vez me imaginaba a mí mismo como un niño. Ahora me veo como el esqueleto” (p.226). Algo irremisible ha cambiado en su forma de ver el mundo. La inminencia de la muerte empuja a Augustus a dejar atrás hasta su concepción de la infancia y lo coloca en el lugar de una persona madura que se enfrenta a su propio final.