Resumen
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Hazel le cuenta a su madre que Augustus ha tenido la idea de utilizar su deseo para llevarla a Ámsterdam, a lo que ella en un principio se niega, argumentando que es un riesgo demasiado alto, pero luego cede y dice que lo hablará con la doctora María. Al ser consultada, la doctora dice que Hazel solo puede viajar con una persona que conozca muy bien su situación, lo que implica que su madre la acompañe y deje solo a su padre por unos días. La madre acepta también esta idea y piensa hablar con Gus y sus padres para comenzar a organizar todo. Hazel está con dolor de cabeza, por lo que se acuesta temprano y se queda pensando en Gus; recuerda el picnic como algo romántico, pero no mucho. Luego, llama a Kaitlyn para hablar sobre su situación, aunque la conversación no es muy sustancial. Hazel se da cuenta de que no está aceptando a Augustus porque tiene miedo de hacerle daño, y piensa que él ya ha estado en esa situación con su ex-novia, por lo que no le gustaría que volviera a pasar por algo así.
Hazel revisa la página de Facebook de Caroline y se demora en la lectura de los comentarios de sus amigos y familiares tras su muerte. En un momento, nota que todavía le duele la cabeza y un hombro, aunque se lo atribuye a estar pensando tanto en una chica que murió de cáncer. Sus padres, durante la cena, notan que Hazel está con poca paciencia y quejosa, pero se lo atribuyen a la adolescencia. En un momento, Hazel estalla y da rienda suelta a toda la emocionalidad que tenía contenida: le dice a sus padres que es una pérdida de tiempo tener citas con chicos porque ella es una granada a punto de estallar y va a lastimar a todos los que la rodeen. Otra vez en su cuarto, vuelve a revisar el Facebook de Caroline mientras espera que, tras su muerte, la gente tenga algo más para decir y recordar aparte del hecho de que tuvo cáncer. También encuentra una publicación en la que la madre de Caroline menciona cómo el cáncer de cerebro que padecía no le permitía filtrar sus comentarios, por lo que había comenzado a ser hiriente con sus seres queridos, sin poder controlar sus emociones y, principalmente, su rabia. En la última etapa, el cáncer le había afectado hasta su capacidad de hablar. Hazel, movilizada por todo lo que está leyendo, le envía un mensaje a Gus diciéndole que no podrá besarlo ni sostener ningún otro contacto, a lo que el muchacho le responde mostrando comprensión y hasta coqueteando, pero Hazel le pone fin a la conversación enviándole un mensaje que dice “lo siento” (p.106).
Hazel trata de dormir, pero sus padres se presentan en la habitación y le dicen que ella no es una granada para ellos, y que puede hacer lo que desee, incluso dejar de asistir al grupo de apoyo si lo desea, mientras siga estudiando. Su madre luego le entrega su osito de peluche, Bluie, para que duerma con él, y Hazel se queda dormida abrazándolo. Así se despierta en el medio de la noche, gritando por el terrible dolor de cabeza que siente.
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Sus padres la llevan al hospital mientras que Hazel siente tanto dolor que desearía morir con tal de librarse de él.
Hazel se despierta en la sala de cuidados intensivos del Hospital Infantil y llama a sus padres por medio de una enfermera. Al encontrarla despierta, sus padres le dicen que puede quedarse tranquila porque no tiene ningún cáncer cerebral, ni sus tumores han crecido, pero que el dolor de cabeza fue causado por la falta de oxigenación debido a todo el líquido que tenía acumulado en los pulmones. Los médicos han estado drenándolos con una máquina BiPAP y le han sacado más de un litro y medio de líquido. Tras estas novedades, sus padres tienen que dejar la habitación y, antes de dormirse otra vez, la enfermera le comenta gentilmente los eventos de esos días que pasó durmiendo. También le dice que un chico ha estado en la sala de espera, pero no ha podido pasar a verla porque no es un familiar directo.
Hazel debe permanecer en la sala de cuidados intensivos por seis días, durante los cuales la observan médicos y estudiantes. El día del alta se pospone una y otra vez, desde el martes hasta el viernes, y, cuando finalmente es liberada, Hazel se encuentra con Augustus y está feliz de volver a verlo, aunque le recuerda que no pueden estar juntos. El joven le cuenta que se escribió con Peter Van Houten y le entrega la carta que recibió de su parte.
Una vez en su casa, Hazel se entrega a la lectura de la carta. En ella, el escritor presenta a Hazel y Augustus como dos amantes cuyas estrellas se han cruzado: ella demasiado enferma y él no tanto como para que la relación les funcione. Al final, le dice a Augustus que, si Hazel quiere ahorrarle el dolor, él debe permitírselo. Hazel, al terminar la carta, le pregunta a su madre si los doctores podrán reconsiderar la posibilidad de viajar a Holanda.
8
Unos días después, Hazel y su familia se reúnen con el equipo de oncólogos, entre los que se encuentra la doctora María y varios otros especialistas. No hay acuerdo con respecto a qué debe hacerse con el Phalanxifor, el nuevo medicamento que están probando en Hazel y del que no se conocen los efectos a largo plazo. Hazel sugiere un trasplante de pulmones, pero la doctora María le dice que, por sus condiciones, no sería una buena candidata a obtenerlo. Hazel luego recuerda el milagro, aquella vez que estuvo al borde de la muerte debido al líquido que acumularon sus pulmones, y recuerda también algo que su madre le dijo a su padre, pensando que ella no podía escuchar: “ya no seré madre” (p.118). Finalmente, se decide que solo se alterará la frecuencia de drenado de sus pulmones. Con respecto al viaje a Holanda, la doctora María considera que la muchacha puede soportarlo, pero el doctor Simons piensa que es un riesgo demasiado alto, por lo que no llegan a un consenso y su madre entonces decide que, por el momento, no deben tomar el riesgo.
Augustus llama a Hazel esa noche y ella le cuenta las malas noticias. Él lamenta que no pueda viajar, pero también se queja de su destino y dice que morirá potencialmente virgen. Hazel bromea al respecto y, cuando cuelga el teléfono, se pone a ver un reality de televisión junto a sus padres. Cuando ya se va a dormir, compara el ruido que hace el BiPAP, que debe permanecer encendido toda la noche, con el sonido que haría un dragón si lo tuviera como mascota.
A la mañana siguiente, se despierta y escribe varios borradores de un correo para Peter Van Houten, pero todos le parecen tan lastimeros que no los envía. Por la tarde llama a Augustus, pero es atendida por el buzón de voz. Mientras está sentada en el patio, piensa que sería mejor tener al menos algunos días totalmente sana y luego morirse antes que seguir con la enfermedad, que no la deja hacer nada. Abrumada como se siente, se larga a llorar y justo recibe una llamada de Gus, quien nota rápidamente su estado. Cuando Gus le pregunta por qué está así, Hazel le dice que se siente mal por no viajar, por no poder enterarse de qué sucede con el resto de los personajes, porque no quiere vivir enferma, porque el cielo está oscuro y porque las hamacas del jardín, que su padre armó para ella de niña, la deprimen. Augustus entonces promete llegar a la casa en veinte minutos para ver qué hacer con esas hamacas.
Gus la encuentra en el jardín y se ponen a hablar sobre su relación. Él le advierte que todos sus esfuerzos para apartarlo fracasarán. Los dos permanecen juntos, apoyados el uno en el otro, hasta que Gus dice que hay que hacer algo con las hamacas y deciden escribir una publicación en un sitio de compra y venta para ofrecerlas gratis. El anuncio que escriben es ingenioso y divertido y, al poco tiempo, mientras ellos miran algo de televisión y leen Un dolor imperial, se acumula una buena cantidad de mensajes de gente interesada. Entre todos, eligen a una persona que desea las hamacas para que sus hijos pasen algo de tiempo afuera.
A la mañana siguiente, Hazel encuentra un correo de la secretaria de Peter Van Houten, Lidewij Vliegenthart, con instrucciones para el viaje a Holanda de la semana siguiente. Hazel pensaba que el viaje había sido cancelado, por lo que comienza a gritarle a su madre, quien llega toda mojada de la ducha y llena de miedo. Cuando logra componerse, le da las buenas nuevas a su hija: la doctora María los llamó la noche anterior y les dijo que deberían hacer ese viaje.
9
El día antes de viajar a Ámsterdam, Hazel regresa al Grupo de Apoyo. Allí habla con Lida, una muchacha que superó un cáncer de apéndice y a la que le gustan mucho los chismes. Luego habla con Isaac hasta que comienza la reunión. Durante la charla, Lida dice que admira a Hazel por su fortaleza, a lo que la muchacha le responde que cambiaría toda la fortaleza por la remisión de su cáncer, aunque luego se siente culpable por su respuesta. Al salir del grupo, Isaac invita a Hazel a su casa, y ella accede a acompañarlo. Una vez allí, juegan a un videojuego para ciegos, del mismo mundo que El precio del amanecer, que se basa en resolver las situaciones de conflicto hablándole a la pantalla en vez de usando los controles. Mientras juegan, discuten el problema de Gus con los videojuegos: su constante martirización para salvar a los otros, aunque a veces ello lo lleve a perder la misión principal del juego.
Al día siguiente, Hazel y su madre se levantan a las cinco y media de la mañana para tomar el vuelo al mediodía, simplemente porque la madre está demasiado emocionada y un poco preocupada. Durante el desayuno, Hazel no para de hablar sobre los huevos revueltos y lo mucho que le gustaría que se consumieran en otras comidas y no solo en el desayuno. Cuando van a partir y saluda a su padre, quien comienza a sollozar, se da cuenta de que él debe estar pensando que quizás sea la última vez que ve a su hija con vida, y que eso es lo que debe pensar cada día cuando se despiden antes de ir al trabajo o la universidad.
Hazel y su madre conducen hasta la casa de Augustus. Al llegar, escuchan gritos y llantos, por lo que, en vez de llamar a la puerta, vuelven al auto y le envían un mensaje de texto avisándole que ya están allí. Augustus aparece un tiempo después, completamente listo. Los tres viajan hasta el aeropuerto, pasan los chequeos de seguridad y Hazel decide atravesar el detector de metales sin su tanque de oxígeno, por lo que se lo quita y camina sin él por primera vez en mucho tiempo. Al principio se siente liviana y liberada, pero pronto le empieza a faltar el aire y comienza a sentir dolor, por lo que se coloca rápidamente la cánula otra vez. Mientras esperan el embarco, Gus dice que tiene hambre y se va a comprar una hamburguesa. Como no regresa rápidamente, Hazel comienza a preocuparse y a pensar que algo le puede haber pasado, pero cuando regresa con la comida justo a tiempo para realizar el embarque prioritario se tranquiliza. Los tres suben primero, mientras el resto de pasajeros los contempla con curiosidad y algo de lástima. En el avión, Gus regresa sobre la conversación que estaba teniendo con Hazel antes: los huevos para el desayuno. Sin embargo, en un momento le pide perdón por haberla dejado en la puerta de embarque y le dice que no le gusta soportar la mirada de la gente.
Cuando el avión se prepara para despegar, Gus se llena de miedo y desespera, pero cuando el avión está ya en el cielo, su miedo se transforma en emoción y entusiasmo, y Hazel le da un beso en la mejilla. El avión hace escala en Detroit y de allí continúa a Ámsterdam. La madre de Hazel le da a cada uno una píldora para dormir, pero no funciona ni en Gus ni en Hazel, por lo que los dos se quedan charlando y mirando 300, una película de acción que Gus no ha visto y que está llena de escenas de combate y desmembramientos que a Hazel le causan repulsión. Después de la película hablan sobre toda la gente que ya ha muerto, y Augustus asegura que hay catorce muertos por cada persona viva. Luego se ponen a leer, y Hazel recita un poema a pedido de Gus. Al final del poema, Gus le dice a Hazel que se ha enamorado de ella. Ella, aunque siente una gran alegría, no le contesta y se vuelve a dormir.
Análisis
Esta sección de la novela está dedicada a la organización del viaje a Ámsterdam. La relación entre Hazel y Augustus, aunque no sea un noviazgo, ya que la propia Hazel lo evita, se consolida. Es evidente que Augustus está enamorado de la muchacha, pero también está claro que comparte genuinamente sus intereses: el impacto que le causa Un dolor imperial no es fingido, y su deseo de conocer al autor es tan válido como el de la propia Hazel.
En esta sección también se hace evidente que Augustus interesa a Hazel de forma romántica, aunque ella quiera evitarlo por el miedo a causarle daño. Algo muy normal en la psicología adolescente es medirse constantemente con sus pares. Por eso, conforme el interés de Hazel por Augustus aumenta, la muchacha no puede evitar pensar en Caroline, la ex-novia de Gus, y termina buscando su perfil de Facebook para saber algo de ella. Cuando la encuentra, la comparación se hace inevitable: “El parecido físico conmigo era impresionante: la misma cara redonda, la misma nariz y casi el mismo cuerpo. Pero tenía los ojos castaños (los míos son verdes) y era mucho más morena de piel, italiana o algo así” (p.99).
Mientras Hazel revisa el Facebook de Caroline, tanto ella como los lectores podemos observar qué aspectos son similares entre ellas y cuáles marcan un contraste evidente. Lo primero que nota Hazel es la apariencia: una vez afectadas por el cáncer, las dos se ven muy parecidas, pero antes se veían totalmente diferentes. En ese sentido, Hazel siente que su cuerpo está siendo gobernado por el cáncer al igual que le pasó a Caroline, y siente empatía por ella antes que rivalidad. Sin embargo, al leer las publicaciones, observa también que sus casos son muy diferentes, especialmente en la manera en que el cáncer les afecto las emociones. En el caso de Hazel, la enfermedad la empujó hacia una introspección depresiva, mientras que a Caroline la llenó de una ira que no tenía ningún filtro a la hora de expresarse en situaciones sociales. Leer las publicaciones en el muro de Caroline es irónico para Hazel, al ser testigo de cómo la gente glorificó a esa chica por el simple hecho de haber tenido cáncer, y de cómo en verdad las personas siguen escribiéndole en el muro, aunque ella no podrá leerlo, en un intento de lidiar con la pérdida y procesar sus propias emociones en relación a la enfermedad y la muerte.
El título del libro, Bajo la misma estrella en español, y The fault in our stars en inglés, cuya traducción literal podría ser "La culpa de nuestras estrellas", está directamente relacionado con uno de los correos de Peter Van Houten, en el que este escribe:
En esta historia todo el mundo carga con una hamartía sólida como una roca: ella, estar tan enferma; usted, estar tan bien. Si ella estuviera mejor, o usted más enfermo, las estrellas no se habrían cruzado de forma tan terrible, pero la naturaleza de las estrellas es cruzarse, y nunca Shakespeare se equivocó tanto como cuando hizo decir a Casio: «La culpa, querido Bruto, no la tienen nuestras estrellas / sino nosotros». Es muy fácil decirlo cuando eres un noble romano (o Shakespeare), pero nuestras estrellas tienen no poca culpa de lo que nos sucede” (p.114).
Aquí vuelve a aparecer la cuestión de la falta de autonomía. A pesar de que en la obra de teatro Julio César, de Shakespeare, Casio dice que los problemas no tienen que ver con el destino sino con uno mismo, Van Houten argumenta que es fácil decirlo cuando uno es un privilegiado, pero que es falso cuando uno atraviesa adversidades que nada tienen que ver con la voluntad propia. El título de la novela, entonces, hace referencia al romance de estos dos amantes cuyas estrellas se cruzaron y la imposibilidad de manejar sus propias vidas para ser aquello que desearían.
El amor también es discutido muchas veces en estos pasajes, con Hazel permaneciendo en su decisión de no cargar a Gus con su muerte, aunque ella misma esté enamorada de él. Hazel parece amar más a Augustus cuando este no está actuando un personaje, es decir, cuando no está haciendo todo un espectáculo sobre lo relajado que es ni está tratando de salvar a nadie. Un ejemplo de esto puede observarse cuando Gus lee fragmentos de Un dolor imperial en casa de Hazel, o cuando el avión despega y el muchacho está primero aterrorizado y luego totalmente emocionado.
La escena en la que la madre de Hazel sale de la ducha corriendo porque su hija la llama a gritos pone el foco, como sucede en algunos capítulos, en la vida interior de los padres de la protagonista. Cuando el lector observa a la madre toda mojada, corriendo desesperada hacia la pieza de la hija y con dificultad para recuperar la compostura, no puede dejar de experimentar cierta empatía por ella y molestarse con Hazel, quien está en perfectas condiciones y parece ejercer la influencia que tiene sobre su madre con cierta tiranía. El hecho de ser llamada a los gritos e interrumpida en su intimidad demuestra el nivel de preocupación constante en el que la madre vive. En ese episodio, Hazel parece no darse cuenta de la lucha constante en la que se encuentran sus padres por brindarle todo lo que necesita.
La figura del padre difiere mucho de la de la madre. Presentado a través de los ojos de Hazel, el padre aparece como una figura pasiva, propensa al llanto y al dolor, e incapaz de hacerse cargo de su hija como lo hace su madre. Él queda relegado al rol de proveedor del sustento económico, mientras que la madre gestiona todo lo relacionado a la casa y a la enfermedad de su hija.
En el aeropuerto, mientras esperan, las miradas que reciben Hazel y Augustus sirven casi como una advertencia para el lector. Quizás debido a que las secuelas de su enfermedad son menos visibles, Gus no soporta las miradas de la gente y debe abandonar la sala de embarque. Acostumbrada a las miradas constantes, Hazel no les presta ya atención. Comprende que para el resto su vida está gobernada por el cáncer y sabe que eso es verdadero, como lo pone en evidencia el tanque de oxígeno que necesita para respirar, y también comprende y acepta la proximidad de su muerte, algo que Augustus no logra hacer, como se verá en capítulos subsiguientes.