Aunque Cruz recibe la orden de apresar a Martín Fierro, cuando llega el momento cúlmine termina luchando a su lado (Ironía situacional)
Cruz comienza este cuento comportándose como un criminal. Primero asesina de una cuchillada al peón de una fonda y luego hiere brutalmente a los policías que lo buscan para apresarlo. Sin embargo, tras ello consigue redimirse y, batallando para el ejército, alcanza el grado de sargento. Años después, le ordenan atrapar a un gaucho que ha matado a dos personas. Cruz acata la orden, pero cuando llega a buscarlo se produce un irónico desenlace: no puede evitar identificarse con él y comienza a luchar a su lado, contra sus propios soldados.
Las cosas que deberían hacer feliz a Cruz son las que, irónicamente, le impiden la verdadera plenitud (Ironía situacional)
Cuando la policía atrapa a Cruz por haber asesinado a un hombre, lo llevan a luchar, como castigo, a “un fortín de la frontera Norte” (65). Debido a su valor y destreza, pronto comienzan a ascenderlo: “Hacia el 1868 lo sabemos de nuevo en el Pergamino: casado o amancebado, padre de un hijo, dueño de una fracción de campo. En 1859 fue nombrado sargento de la policía rural” (ídem). Todo indica un cambio en su suerte: “Había corregido el pasado; en aquel tiempo debió de considerarse feliz, aunque profundamente no lo era” (ídem). Irónicamente, son estos cambios, presuntamente positivos, los que le impiden la plenitud y la felicidad. Cruz es un gaucho matrero y una vida estable y de sumisión al ejército no son más que obstáculos para él.