Cándido, o El optimismo

Cándido, o El optimismo Resumen y Análisis Capítulos I y II

Resumen

Cándido es un joven honesto y de corazón bondadoso que vive en el castillo del barón de Thunder-ten-tronck, en Westfalia, Alemania. Entre los sirvientes, se rumorea que Cándido es el hijo de la hermana del barón y de un caballero con el cual la mujer no quiso casarse. En el castillo también viven la baronesa; su hijo; su hija, Cunegunda, de quien Cándido está enamorado; y el tutor del joven protagonista, Pangloss, un filósofo que lo instruye en la doctrina del optimismo, según la cual todo lo que sucede tiende hacia el bien general. Un día, Cándido y la señorita Cunegunda son descubiertos por el barón mientras se besan, escondidos detrás de un biombo. Furioso, el barón expulsa al joven de su castillo.

Desesperado por aquella tragedia y viviendo a la merced de las hostilidades del clima, Cándido llega a una taberna en la que dos hombres lo invitan a cenar. Lamentablemente, los hombres lo encadenan y lo incorporan al ejército del rey de los búlgaros. Gracias a su disciplina, el joven obtiene rápidos resultados como militar, hasta que un día, cuando inocentemente sale a pasear, es tomado por desertor y recibe un fuerte castigo físico. Antes de que la golpiza concluya, el rey lo perdona y lo exonera de los azotes faltantes.

Análisis

Cándido o El Optimismo (o simplemente Cándido, como suele llamársela) es una novela corta dividida en treinta capítulos breves. Ya desde las primeras páginas se puede apreciar el tono satírico que va a dominar toda la narración: a través de la historia de Cándido, el ingenuo protagonista, Voltaire realiza una profunda crítica a la filosofía de Leibniz, a la nobleza y al enriquecimiento material. Además, como veremos a lo largo de todo el análisis, denuncia los horrores de la guerra y las atrocidades de la Inquisición, y discute con los abordajes filosóficos y religiosos propios del siglo XVIII en torno al problema del mal en el mundo.

Voltaire es considerado por muchos intelectuales como un modelo ejemplar de escritor: su prosa es clara y concisa, y sus textos son inteligentes, sintéticos y están cargados de ironía, por lo que empujan al lector a hacer gran parte del trabajo de interpretación y reflexión crítica. En este sentido, vale la pena destacar que Cándido cumple con muchos de estos elogios: su estilo es simple pero efectivo; las frases, en general breves, son claras y hacen avanzar la acción a toda velocidad. Por eso, en sus treinta capítulos, es desmesurada la cantidad de vicisitudes y situaciones desopilantes que vive el protagonista. En este sentido, la progresión de la novela está marcada por la acción y por el crecimiento y la maduración del protagonista, de manera que en ella se reúnen dos tradiciones literarias: la novela de viajes o de aventuras y la novela de formación. Sin embargo, el periplo del protagonista no importa tanto en función de las acciones sino, como veremos más adelante, de las reflexiones que los personajes articulan en torno a ellas. En este sentido, el interés de Voltaire está puesto en las ideas y no en las acciones.

Con la expulsión de Cándido del idílico castillo de Westfalia, el capítulo inicial recrea de forma implícita el exilio de Adán y Eva del Jardín del Edén luego de que estos cometieran el pecado original. El castillo de Thunder-ten-tronck se presenta como un lugar idílico, donde todos viven a gusto. Cándido, sin embargo, se enamora de la señorita Cunegunda, la hija del barón, a quien besa a escondidas. Tras ser descubierto por el barón dueño del castillo, el joven protagonista es expulsado, y así comienzan sus aventuras. A partir de este momento, Cándido atravesará toda suerte de peligros y situaciones problemáticas que lo llevarán a cuestionarse la naturaleza del mundo en el que vive y a poner en duda las enseñanzas de su maestro, Pangloss.

Ya desde la primera página, Voltaire comienza su crítica al ridiculizar y caricaturizar a los personajes nobles. Como veremos capítulo a capítulo, la sátira se vale de diversos procedimientos para cumplir su función burlesca y crítica. Uno de ellos, fácilmente comprobable, es el uso constante de lo grotesco, ridículo o extravagante en las descripciones de personajes, lugares e, incluso, acciones. Así, por ejemplo, al presentar al barón de Thunder-ten-tronck, el narrador expresa: “el barón era uno de los nobles más poderosos de la Westfalia, ya que su castillo poseía una puerta y ventanas” (p. 11). Esta observación extravagante —medir el poder del noble por las ventanas de su fortaleza— es una forma de ridiculizar a la nobleza y a sus aspiraciones de grandeza.

Sin embargo, el recurso retórico más importante del texto, y el que lo dota de su estilo tan particular, es la ironía, que consiste en decir lo contrario de lo que se piensa o de lo que se quiere hacer pensar. El uso de la ironía y del grotesco conforma el tono satírico que domina la novela y otorga al lector una clave de lectura primordial: cada cosa que presente el narrador o que digan los personajes debe ser analizada con precaución para hallar en ella sus posibles dobles sentidos.

El personaje principal a través del cual el autor vehiculiza su crítica filosófica —y cuyos comentarios están más cargados de ironía— es Pangloss. Este maestro, especialista en “metafisicoteologocosmologonigología” (p. 12) es una caricatura —otro de los procedimientos propios de la sátira— del filósofo Gottfried Leibniz. Como procedimiento literario, la caricatura presenta un hecho o un personaje de forma satírica y exagerada con la intención de revelar y explotar algún defecto, moral, social o físico. En general, la caricatura abunda en la pintura y la ilustración, pero también se trabaja desde la creación literaria, y normalmente se vale de la hipérbole, una figura retórica que se basa en la exageración de rasgos, costumbres, cualidades o cantidades. Sin embargo, en Cándido la caricatura se logra muchas veces por medio de la ironía antifrástica, es decir, de la construcción de una estructura en la que el término utilizado para calificar un sustantivo significa su contrario. Pangloss, por ejemplo, es considerado a menudo el “gran filósofo” (p. 35), cuando en verdad lo que quiere indicar Voltaire es que se trata de un filósofo mediocre, cuyas ideas no encuentran ningún asidero en la realidad.

Nacido en 1646, Leibniz es uno de los filósofos más importantes del siglo XVII. En sus obras da un lugar privilegiado a la metafísica, pues esta es, para él, la disciplina encargada de estudiar la razón de ser de todas las cosas. En su trabajo más famoso, la Teodicea, Leibniz postula dos principios importantes: el primero de ellos es el de armonía preestablecida, según el cual todos los elementos que componen el universo (a los que en su sistema llama mónadas) están entrelazados necesariamente unos con otros. El otro principio importante es el de razón suficiente, que sostiene que no se produce ningún hecho sin que haya una razón suficiente para que sea así y no de otro modo.

Dentro de este sistema, Leibniz concibe a Dios como una especie de ingeniero que desarrolla un plan para crear el mundo y ordena desde un principio todos los elementos del universo, de una vez y para siempre. La creación del universo no es más, entonces, que el ordenamiento de estas mónadas que mencionamos anteriormente. Leibniz prosigue y afirma que, como Dios es bueno y omnipotente, tuvo que haber creado el mejor mundo entre todos aquellos que pudo haber creado. Por eso, nuestro mundo —incluso con el mal que existe en él— es el mejor de todos, y no existe uno mejor que este, pues, en ese caso, Dios lo habría creado.

Desde el primer momento, el personaje Pangloss remeda la fórmula de Leibniz y la instala como sistema de pensamiento en Cándido:

De un modo admirable, demostraba que no hay efecto sin causa y que en este asombroso mundo el más hermoso de los castillos era el del señor barón, y la señora, la mejor baronesa de todas.

Está probado —afirmaba— que las cosas no pueden ocurrir de otra manera; ya que, como todo ha sido creado para un fin, todo lleva hacia el mejor fin necesariamente (p. 12).

El discurso de Pangloss aborda luego el principio de razón suficiente, pero la forma en que lo presenta termina por ridiculizarlo completamente:

Observa bien que la nariz ha sido formada para sostener los anteojos; entonces, usamos anteojos. Nuestras piernas están claramente construidas para ser calzadas, por eso usamos calzas. Las piedras se han hecho para ser talladas y para construir castillos; monseñor es dueño de un hermosísimo castillo; es completamente lógico que el mejor barón de la provincia esté soberbiamente hospedado; finalmente, los cerdos fueron hechos para ser comidos y, por lo tanto, nos alimentamos de cochinillo durante todo el año (p. 12).

Esta lógica circular que explica la causa en función del efecto solo fomenta un determinismo estéril, contra el que Voltaire advierte al lector. El principio de armonía preestablecida, que sostiene la estrecha relación entre todas las cosas del universo y que acompaña al de razón suficiente, es peligroso para Voltaire, puesto que termina por negar el libre albedrío y empuja al ser humano a resignarse ante los problemas del mundo, que desde esta lógica no podrían modificarse.

El optimismo, subtítulo que recibe la obra, queda postulado como colofón del discurso de Pangloss: “En conclusión, quienes afirmaron que todo está bien, se equivocaron; deberían haber dicho que todo es perfecto” (p. 12). Sin embargo, todo lo que le sucede a Cándido en los capítulos siguientes se orienta a desmentir la tesis de su maestro, tal como veremos a lo largo de nuestro análisis.

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