Durante el siglo XVIII, en Europa, una serie de pensadores y filósofos comienzan a proponer nuevas ideas que cambian drásticamente las formas en las que las personas conciben la política, la economía y la vida en general. Gracias a estas ideas, se desarrolla un importante movimiento intelectual conocido como la Ilustración, que sostiene, fundamentalmente, que solo por medio de la razón el ser humano puede obtener un conocimiento verdadero sobre todos los aspectos de su vida y de la realidad que lo rodea.
El pensamiento de la Ilustración se construye sobre las ideas innovadoras de científicos e intelectuales del siglo XVII, como las leyes de Newton y el pensamiento liberal del filósofo inglés John Locke —de quien Voltaire es un gran admirador—, y se sostiene sobre tres pilares: la razón, la ley natural y la esperanza en el progreso. La primera de estas grandes ideas sostiene que solo mediante el ejercicio de la razón se puede obtener un conocimiento auténtico del mundo; el conocimiento, entonces, se logra a través de la observación, la experimentación y el razonamiento (que conforman las bases del empirismo que Voltaire defiende). Por eso, la Ilustración rechaza cualquier forma de conocimiento que provenga de creencias populares o religiosas. La segunda de sus ideas sostiene que todas las personas nacen iguales y, por ende, en igualdad de derechos. De ella se desprende el fuerte rechazo a la monarquía, que fundamenta su derecho al gobierno en una ley que proviene directamente de Dios. El último de los pilares de la Ilustración sostiene que el conocimiento y el desarrollo de la ciencia conducen al progreso ilimitado de la civilización humana.
Los pensadores que desarrollan y difunden estas ideas pertenecen en su mayoría a la clase media y a la aristocracia; por eso, la Ilustración tiene, en un principio, poca influencia entre campesinos y trabajadores, pero se expande rápidamente entre los grupos intelectuales y los políticos del mundo occidental, e influyen sobre los líderes que luego llevan adelante las grandes revoluciones que ocurren entre el siglo XVIII y el XIX en América y Europa.
Voltaire es el representante más destacado de la Ilustración. Nace en París, dentro de una próspera familia, pero tras sufrir una serie de problemas debe vivir en Inglaterra durante años, donde queda impresionado por las ideas liberales en boga. Al regresar a Francia, se convierte en un defensor del librepensamiento y de la tolerancia religiosa. A través de sus obras, critica el absolutismo, el fanatismo religioso y la superstición. Estos tres elementos son, para él, los causantes de los problemas de Francia.
Otro pensador destacado es el barón de Montesquieu, quien forma parte de la nobleza francesa y dedica su vida a estudiar leyes y a criticar las instituciones francesas, especialmente la monarquía y la iglesia. En su obra más famosa, El espíritu de las leyes, distingue tres tipos de gobierno: las repúblicas, ideales para Estados pequeños y basados en la participación ciudadana; las monarquías, ideales para Estados de tamaño medio y basadas en el apego a la ley de las clases gobernantes, y el despotismo, ideal para los grandes imperios que dependen del miedo para inspirar obediencia. Para él, la mejor forma de gobierno es una monarquía equilibrada por medio de la separación de poderes: un poder ejecutivo, un poder legislativo y uno judicial, que puedan controlarse entre ellos. De esta manera, se construye un Estado más libre y seguro. Las ideas de Montesquieu son un aporte fundamental para el pensamiento político moderno.
El escritor francés Denis Diderot es otro representante importante de la Ilustración. Hijo de artesanos, dedica su vida a escribir sobre diversos temas, especialmente contra la religión, y es principalmente reconocido por publicar una serie de libros conocidos como La Enciclopedia, en la que diferentes filósofos atacan la superstición religiosa y abogan por la tolerancia. Además, proponen una serie de reformas políticas, sociales y legales que ayudarían a construir sociedades más libres y justas. Gracias a La Enciclopedia, las ideas de la ilustración se difunden entre abogados, políticos, profesores, médicos e, incluso, entre oficiales militares.
En las últimas décadas del siglo XVIII surge una serie de filósofos que cuestionan los principios de la Ilustración. El más famoso de ellos es Rousseau —con quien Voltaire sostiene una relación de amistad y de rivalidad durante años—, quien sostiene que el hombre, en el principio de los tiempos, vivía feliz y era bueno por naturaleza, pero que la aparición de los gobiernos y las leyes limitan su libertad y lo corrompen. Sin embargo, el filósofo acepta que el gobierno es un mal necesario, y, en su obra cumbre, El contrato social, intenta armonizar la libertad individual con la autoridad gubernamental. Básicamente, El contrato social es un convenio que realiza una sociedad entera para delegar el gobierno a un grupo de representantes. Rousseau sostiene que aquello que es mejor para todos es también mejor para el individuo. Entonces, si cualquier individuo busca su interés personal, está obligado a someterse a la voluntad general.
Todas estas ideas conforman las bases sobre las que se construyen los Estados nacionales modernos, y es por ello que su influencia sigue vigente aún en nuestros días.