Resumen
Durante el viaje, una tempestad azota al barco y produce la muerte de todos los tripulantes (incluso de Santiago), salvo por un marinero, Cándido y Pangloss, quienes logran llegar a salvo a la costa. Pero en Lisboa la situación no es menos trágica, ya que un terremoto azota la ciudad, las casas se derrumban, la gente muere, el mar se agita y los barcos en el puerto se hunden.
Los sacerdotes de la ciudad deciden realizar un auto de fe para librar del pecado al pueblo y así detener los terremotos. En este ritual, queman a tres hombres, ahorcan a Pangloss y azotan a Cándido. Luego, otro terremoto sacude la ciudad y Cándido se pregunta cuál es el sentido de todas sus penurias. En ese momento, una vieja lo acoge y cura sus heridas, para luego llevarlo con Cunegunda, quien está viva y se encuentra en las afueras de Lisboa.
En el reencuentro, Cunegunda le cuenta a Cándido cómo sobrevivió al ataque de los búlgaros: luego de sufrir una violación y ser apuñalada, es rescatada por otro búlgaro que se compadece de ella, pero que pronto se cansa y la vende a un comerciante judío, don Isacar. Después, un inquisidor de mucha importancia se interesa por Cunegunda e intenta librarla del poderoso Isacar, pero como no lo consigue, pacta para que la joven sea propiedad de ambos y se dividen la tenencia; así, Cunegunda pasa media semana con cada uno de ellos.
Don Isacar y el inquisidor descubren a Cándido y Cunegunda juntos, y Cándido, al sentirse amenazado, mata a ambos con su espada. Para no ser apresados, la vieja sugiere escapar a caballo hasta Cádiz. Durante el viaje se detienen en una taberna, en la que Cunegunda descubre que le robaron las joyas que tenía, por lo que se ven obligados a vender un caballo para tener algo de dinero y continuar el viaje. La vieja sospecha de un franciscano, pero nada pueden hacer al respecto.
Cuando llegan a destino, Cándido logra impresionar al general de un ejército con sus habilidades militares y queda a cargo de una flota que parte rumbo a Paraguay. Así, Cándido, Cunegunda y la vieja se embarcan hacia América. En el viaje mantienen largas charlas, y la vieja les cuenta todas las desgracias que le han sucedido: hija de un papa y una princesa, crece rodeada de lujos. Comprometida con un príncipe, no logra concretar su matrimonio porque su prometido es asesinado por una ex amante. Para alejarla del escándalo, su madre la lleva a Gaeta, pero el barco que abordan es atacado por piratas y ambas terminan esclavizadas por marroquíes. Cuando llegan a Marruecos, antes de desembarcar, la tripulación sufre el ataque de uno de los tantos grupos que se enfrentan en las guerras civiles de ese país. Todos mueren, a excepción de ella, que es rescatada por un hombre italiano. Ese hombre la vende a un rey de una provincia de Argel. Sin embargo, una plaga arrasa la provincia y el rey, al igual que miles de personas, muere. Tras sobrevivir a la peste, la joven es vendida y comprada por una serie de comerciantes, hasta que finalmente queda como propiedad de un jenízaro. Un día, los jenízaros son asediados por los rusos y, para no morir de hambre, un hombre propone cortarle una nalga a cada una de las mujeres del harem para alimentarse, y esa es la razón por la que la vieja cuenta con un glúteo menos. Más tarde, los rusos vencen a los jenízaros y las mujeres son liberadas. La vieja es contratada por un noble que la toma por jardinera, aunque luego de dos años ella se escapa y termina trabajando en tabernas y viviendo en la indigencia. La vieja termina su relato argumentando en contra de cualquier persona que se autocompadezca de sí misma, y desafía a Cunegunda y Cándido a que encuentren a alguien que no se considere la persona más miserable del mundo.
Análisis
Gracias a la ayuda de Santiago, el anabaptista, Cándido y Pangloss logran embarcarse y parten rumbo a Portugal, con la ilusión de escapar a la miseria y reconstruir sus vidas. Sin embargo, frente a las costas de Lisboa, la terrible tormenta destruye el barco y solo logran salvarse el protagonista del relato y su maestro. Santiago es uno de los primeros en caerse al mar, y cuando Cándido trata de socorrerlo, Pangloss se lo impide, “probándole que la bahía de Lisboa había sido preparada deliberadamente para que en ella se ahogara el anabaptista” (p. 24). Como puede observarse, el pensamiento del filósofo confía en que todo en el mundo sucede según una ley de causa y efecto establecida por Dios. Así, cualquier evento puede justificarse, puesto que está predestinado a suceder.
En verdad, en el siglo XVIII esta idea es muy popular en toda Europa y se la denomina Providencia. Este concepto implica la creencia en una potencia divina que gobierna el universo y presta socorro a la humanidad. La creencia en la Providencia implica una concepción de Dios que no es solo creador del mundo, sino que obra sobre su creación de forma constante para provecho de las personas. La tesis del mejor de los mundos posibles, entonces, se hermana con esta creencia en el destino prefijado o la Providencia, como lo indica Pangloss en el pasaje referido.
Todo este terrible suceso entraña una fuerte carga irónica que dota al relato de un humor trágico: Santiago muere ahogado mientras trata de salvar a un marinero que cayó al agua. Luego, cuando el buque sucumbe definitivamente, este marinero se salva y llega a la costa. Voltaire presenta la ironía del caso mediante la adjetivación: “... Pangloss, Cándido y el bestial marinero que había dejado que se ahogara el ejemplar anabaptista: el rufián llegó a la costa a nado” (pp. 24-25). La crítica de Voltaire es clara: ¿qué clase de Dios permite que el rufián se salve, mientras el hombre ejemplar muere? ¿Cómo puede ser este el mejor de los mundos posibles si suceden cosas tan atroces y, sobre todo, injustas?
Cuando los sobrevivientes llegan a la costa, se encuentran con que la ciudad ha sido devastada por un terrible terremoto. Los eventos que tienen lugar en el Cándido no están ubicados temporalmente en un año en particular, sino que, en sus páginas, Voltaire recoge eventos históricos de toda una década y los ficcionaliza. Históricamente, el 1 de noviembre de 1755 ocurre un terremoto en Lisboa con una duración aproximada de ciento veinte segundos. Consecuencia de dicho terremoto, se produce un devastador incendio que causa grandes daños en la ciudad, y un tsunami que devasta la costa portuguesa. Sobre una población de doscientos treinta y cinco mil habitantes, se estima que durante la catástrofe murieron unas cincuenta mil personas, y tres cuartas partes de la ciudad fueron destruidas. El cataclismo natural no repara en clases sociales ni credos; mueren ricos, pobres, niños, ancianos, sacerdotes y ateos por igual.
Frente a una tragedia de tal calibre, los europeos se preguntan qué ha hecho Lisboa para recibir un castigo tan brutal. Voltaire, antes de escribir el Cándido, incluso compone un poema crítico sobre el terremoto de Lisboa. Dicho poema pone en duda la forma en la que Dios opera y ataca la postura del optimismo, tanto religioso como ilustrado, que sostiene que todos los sucesos se orientan hacia un bien mayor. Sus versos también critican de forma directa la opinión católica que sostiene que el terremoto fue producto de los pecados cometidos por los habitantes de la ciudad. Algunos pasajes resultan particularmente conmovedores:
Lisboa que ya no existe, ¿tuvo acaso más vicios que Londres, o París, sumidos en las delicias?
Lisboa está destruida y se baila en París (…)
Créanme, cuando la tierra entreabre sus abismos,
mi llanto es inocente y legítimos mis gritos.
Rodeados por todos lados de las crueldades de la suerte,
del furor de los malos, de las trampas de la muerte,
padeciendo los golpes de todos los elementos,
compañeros de nuestros males, permítannos los llantos.
(Voltaire, en Villar, 1995: 159).
Voltaire continúa, y ataca directamente la doctrina de Leibniz, que durante todo el siglo XVIII se había propagado e influido en muchos otros pensadores, como el inglés Pope:
Todo está bien, dicen ustedes y todo es necesario”
¿Qué, el universo entero, sin ese infernal abismo,
sin engullir Lisboa, hubiese estado peor?
¿Están ustedes seguros que la causa eterna
que todo lo hace, todo lo sabe, y todo lo creó para ella,
no hubiera podido lanzarnos a esos tristes climas
sin formar volcanes encendidos bajo nuestros pasos?
¿Así limitaría usted a la suprema potencia?
¿Le prohibiría usted ejercer su clemencia?
(Voltaire, en Villar, 1995: 159).
Muchos pensadores atacan a Voltaire a raíz de este poema por considerarlo un pesimista. Rousseau incluso le envía una carta en la que defiende a Pope, quien sostiene que todo está bien en el mundo: "Según parece, creéis tranquilizarme mucho demostrándome que todo está mal… El poema de Pope alivia mis males y me invita a la paciencia, el vuestro agría mis penas, me incita a la murmuración, y despojándome de todo, salvo de una esperanza quebrantada, me reduce a la desesperación" (Rosseau, en Villar, 1995: 185).
En este pasaje, Rousseau —otro de los grandes pensadores de la Ilustración, amigo y colaborador de Voltaire durante años— sostiene que mientras Leibniz y Pope fundamentan sus teorías optimistas sobre probabilidades, Voltaire fundamenta las suyas sobre probabilidades contrarias. Para Rousseau, Voltaire se enfoca en observar los problemas del mundo y desestimar todo lo bueno que también está sucediendo en la modernidad. Sin embargo, lo que Voltaire hace en su poema y en el Cándido no es la simple queja de un inconformista, sino un llamado de atención a los pensadores optimistas de su época: para todos aquellos que sufren, no basta con pensar que todo se dirige hacia un bien mayor y colectivo, ni les es suficiente pensar que el bien es algo que podrá alcanzarse más allá de su propio tiempo de vida.
Pangloss y Cándido llegan a Lisboa y se ponen a resguardo en una posada. Mientras el maestro le explica a su discípulo que si el terremoto ha sucedido allí y no en otra parte es porque así debía suceder según el orden perfecto del universo, un sacerdote perteneciente a la Inquisición lo escucha e interviene. La Inquisición es una orden religiosa perteneciente a la Iglesia Católica que se funda en 1184, en el sur de Francia, para combatir la herejía de los cátaros (un grupo de cristianos que se rebelan contra la autoridad religiosa). Fundada por el Papa Lucio III, la Inquisición se establece como un tribunal episcopal distribuido en todos los pueblos cristianos con el objetivo de juzgar y castigar las herejías.
A mediados del siglo XIII, la Santa Inquisición se instala en el reino de Aragón, y cuando este se une a Castilla y en la edad moderna se conforma el reino de España, la institución religiosa recibe el nombre de Inquisición española y cobra renovadas fuerzas. Bajo la protección de la monarquía hispánica, la Inquisición se convierte en uno de los principales órganos de persecución y censura contra todos aquellos que reniegan de la fe católica.
El inquisidor cuestiona el pensamiento de Pangloss, puesto que si todo es perfecto, entonces el filósofo niega el pecado original cometido por Adán y Eva al comer el fruto prohibido. Debido a dicha transgresión, el hombre es expulsado del Paraíso y debe cargar con el castigo. En el sistema de Pangloss, el pecado original y la pérdida de la gracia divina también encajan dentro de la armonía del mejor de los mundos posibles, y es por eso que Dios lo ha permitido. El inquisidor responde entonces que dicha doctrina niega la idea de libre albedrío, a lo que el filósofo responde que incluso la libertad coexiste con el principio de necesidad absoluta, puesto que la voluntad determinada de Dios se expresa a través de la libertad del hombre. Para el inquisidor, este determinismo contradice el precepto del libre albedrío que la Iglesia católica sostiene en la base de sistema de creencias, por lo que denuncia al filósofo y a su aprendiz, apresa a ambos y los envía a juicio público por blasfemos. En todo el episodio que sucede a continuación, Voltaire parodia uno de los célebres autos de fe realizados por la Inquisición.
Valiéndose de la antífrasis que hemos explicado en la sección anterior, el narrador indica que los sacerdotes de la Inquisición ofrecen al pueblo “un grandioso auto de fe” (p. 27), como un medio para contrarrestar el desastre del terremoto y castigar a un par de blasfemos. En este pasaje, el adjetivo grandioso indica lo contrario: no hay grandeza en el acto que la Iglesia está por cometer, sino todo lo contrario: castigar a un par de inocentes para tranquilizar a la muchedumbre es un acto absolutamente repudiable.
Los autos de fe son actos públicos organizados por la Inquisición en los que aquellos individuos condenados por el tribunal de la Inquisición debían abjurar de sus pecados y arrepentirse, o eran ejecutados públicamente para servir de ejemplo a los fieles espectadores. En este sentido, Voltaire destaca en su obra el carácter espectacular de dichos juicios, que tienen como objetivo entretener y aplacar a la población: Pangloss y Cándido no son más que chivos expiatorios, sujetos que no han cometido ningún mal, pero cuyos castigos sirven para expiar las culpas colectivas. No importa que sean culpables, importa que el castigo sirva para apaciguar al pueblo y hacerlo más dócil.
Como consecuencia del auto de fe, Pangloss es colgado y Cándido, azotado casi hasta la muerte. Cuando el joven logra escapar, pone en duda la doctrina de su maestro: "Si era este el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los demás? El hecho de que a mí me hayan azotado, vaya y pase; total, lo mismo me habían hecho ya los búlgaros. Pero ¡oh, mi querido Pangloss, el más grande de los filósofos!, ¿era necesario ver cómo te ahorcaban sin siquiera conocer la razón?" (p. 28).
En los capítulos siguientes, la fortuna de Cándido se revierte: una vieja dama lo protege y lo lleva junto a la señorita Cunegunda, quien sobrevivió milagrosamente al ataque de los búlgaros y ahora pertenece a un sacerdote cristiano y a un comerciante judío. Al encontrarse con su amada, Cándido tiene la esperanza de realizar sus sueños, y cree que su fortuna ha dado un vuelco y que puede cambiar el mundo. Y es sobre la esperanza que se construye la idea de libertad en la obra, puesto que sin la esperanza de poder cambiar su destino, la libertad de Cándido quedaría abolida. La esperanza se sostiene sobre la idea de que el hombre es libre para obrar sobre su destino y de operar sobre las condiciones que lo rodean para mejorarlas. Sin embargo, lo primero que hace Cándido al tomar riendas sobre su destino es matar a don Isacar, el amo de Cunegunda. Esto dispara una nueva aventura, puesto que el joven protagonista debe huir con destino incierto junto a su amada y a la señora que lo cuidó. Así, la noción de libre albedrío queda parodiada cuando Cándido, aun siendo un joven ingenuo, se convierte en un asesino y prófugo de la ley.