Carta IX
Resumen
La “Carta IX” está fechada el 4 de noviembre de 1904 y situada en Furugorg Jonsered, Suecia. Rilke comienza explicándole a Kappus los diversos motivos por los cuales no le envió cartas durante un tiempo. Afirma que piensa a menudo en él y duda acerca de la ayuda que puedan brindarle sus cartas.
A continuación le da algunos breves consejos acerca de cómo lidiar con ciertos asuntos como la duda y la imposibilidad de lograr la armonía entre la vida interior y la exterior. Le recuerda que sea paciente con su sufrimiento; que se familiarice con lo difícil y con su soledad en medio de los otros. Finaliza este párrafo dictaminando: “En cuanto a lo demás, deje que la vida le acontezca. Créame, la vida tiene razón en todos los casos” (p. 114).
Luego se refiere a los sentimientos, dividiéndolos entre puros e impuros. Los puros son aquellos que atraviesan la totalidad del ser; los impuros, aquellos que solo tocan una parte del ser, deformándolo. No da ejemplos puntuales sobre los sentimientos impuros, pero sí sobre los puros: todo lo que se relacione con su propia infancia es puro; toda superación es pura, excepto que sea solamente un momento de euforia o pasión. La superación tiene que ser “alegría donde se transparente el fondo” (p. 114).
Antes de terminar, retoma el tema de la duda, que había abordado muy lateralmente. Afirma que esta puede convertirse en una virtud si se la educa. Debe convertirse en una herramienta para saber y para mejorar la capacidad crítica de comprensión. Hay que someter a examen la propia duda: “Pregúntele, cada vez que quiera destruirse algo, por qué ese algo es indigno; pídale pruebas; examínela…” (p. 115). Si hace eso, ya llegará un día en que la duda deje de ser algo que simplemente destruye y se volverá constructiva.
Al final de la carta, Rilke le dice a Kappus que le envía un ejemplar de una revista donde salió publicado un poema de su autoría que trata sobre la vida y la muerte.
Análisis
La “Carta IX” es mucho más breve que las anteriores. Esto puede deberse a dos motivos: en principio, Rilke afirma estar muy atareado y viajando mucho. Sin embargo, hasta este momento, sus tareas y sus viajes no impidieron que se expandiera en sus respuestas. El segundo motivo que se suma para explicar la brevedad de su respuesta es que Rilke siente que ya le dijo al joven poeta todo lo podía decirle, y duda acerca de la ayuda que sus cartas puedan brindar.
Es cierto que varias veces, en otras cartas, Rilke afirma que no tiene respuestas que ayuden a Kappus. Pero también es cierto que, en dichas cartas, tras realizar ese tipo de afirmaciones, Rilke inmediatamente reflexiona con mucho detalle sobre los temas que le inquietan a Kappus. Aquí, por el contrario, tras mencionar su duda acerca de la posible de ayuda de sus cartas, afirma: “Acaso no sea provechoso que ahora considere detalladamente sus palabras; pues lo que podría decirle (…) es siempre lo que ya he dicho” (pp. 113-114), y, como si fuera un resumen de sus propias cartas, Rilke le repite, uno tras otro, sin mucho detalle, los consejos que suele darle.
De todos modos, tras esta parte imprecisa y escueta, Rilke sí se detiene (aunque tampoco con la precisión y abundancia que lo caracteriza) para referirse a los sentimientos puros e impuros. Como hemos visto, solamente da ejemplos de sentimientos puros, y de los impuros dice que son aquellos que tocan un solo lado del ser, es decir que no lo atraviesan completamente. Aunque esto no es del todo claro, se puede tomar como sentimiento impuro el ejemplo de una persona que se siente eufórica por haber ganado dinero en una partida de cartas. Esa euforia nace meramente del hecho de tener más dinero o de la especulación de lo que puede hacer con él. Por supuesto, es superficial; no es un sentimiento que atraviesa todo el ser, sino que le interesa solo a una parte; una parte que, además, está más relacionada con lo exterior que con lo interior. Los sentimientos puros nunca nacen de la razón o de la finalidad, sino que simplemente se sienten.
Carta X
Resumen
La “Carta X” está fechada el día posterior a la Navidad de 1908 y situada en París. Es la última carta de la obra. Aquí, Rilke comienza demostrando su alegría por las buenas noticias que Kappus le envía. Luego, se lamenta por haber demorado su respuesta. Sin embargo, afirma haber pensado mucho en Kappus y lo imagina en determinado paisaje (se deduce que este fue descrito por el joven poeta en cartas anteriores).
A continuación, Rilke comienza a especular acerca de cómo debe sentirse Kappus en dicho paisaje: “… he pensado a menudo en usted durante estos días de fiesta, y me he representado cuán tranquilo debe de estar en su aislado fortín, entre áridas montañas, sobre las cuales se precipitan aquellos grandes vientos del sur…” (p. 120). Dadas las características del lugar, Rilke le aconseja a Kappus que se deje invadir por la soledad y que la incorpore en su vida, ya que esta lo transformará y seguirá viviendo en él para siempre, aun cuando no esté en lugares solitarios como en el que está.
Luego, Rilke se muestra alegre también por los logros en la carrera militar de Kappus. Afirma que la experiencia de estar allí, aislado, con una guarnición limitada de soldados, se debe elevar por sobre la frivolidad de lo militar, y debe ayudarlo para educar la observación individual y autónoma.
En el siguiente párrafo, Rilke cambia de tema abruptamente, y afirma que también el arte, como la carrera militar, es un modo de vivir: “… puede uno prepararse para él viviendo de cualquier manera, sin caer en la cuenta” (p. 121). Afirma además que en cualquier realidad se está más cerca del arte que ejerciendo aquellas carreras que son “seudoartísticas” como el periodismo, la crítica y “las tres cuartas partes de lo que se llama y quiere llamarse literatura” (p. 121). Tras esta reflexión, Rilke se despide de Kappus, deseándole que el año siguiente lo encuentre del mismo modo: “…solitario y animoso en una ruda realidad” (p. 122).
Análisis
La “Carta X”, escrita cuatro años después que la “Carta IX”, es muy diferente al resto. Tiene la misma brevedad que la “Carta IX”, pero más que una reflexión sobre distintos temas es una feliz despedida.
Lo que principalmente la distingue y le da ese carácter de despedida es que es la única carta donde lo más importante es la vida actual de Kappus, y las felicitaciones a él por los logros obtenidos. La carta tiene, además, la particularidad de que, al referirse fundamentalmente a la vida de Kappus, en varios pasajes se debe deducir a qué se está refiriendo Rilke en su respuesta, dado que las cartas del joven poeta no están en la obra.
En el comienzo de la carta, Rilke afirma, por primera vez, sentirse feliz por lo que Kappus le cuenta. De allí podemos deducir que, en los cuatro años de silencio entre carta y carta, la vida de Kappus ha mejorado notablemente. Ahora bien, esta mejoría no se relaciona con el devenir artístico del joven poeta, sino con su carrera militar, y sin embargo Rilke se muestra decididamente satisfecho respecto a lo que le sucede a Kappus.
Se podría pensar que Rilke debería sentir lo opuesto, ya que sus cartas nacieron con el motivo de formar a un joven poeta como artista y esto no sucedió. Pero, como hemos visto, para Rilke el arte no puede separarse de la vida y, entonces, si Kappus ha mostrado un progreso en su carrera militar (una carrera de la cual antes se quejaba constantemente), eso quiere decir que ha progresado en su vida. Ese progreso, en definitiva, también lo prepara para la vida artística si Kappus quisiera abordarla y crear obras. Por eso mismo, Rilke afirma que, en cualquier carrera, en cualquier realidad, se puede estar cerca del arte.
Este es el único punto de esta carta en el que Rilke se expande más allá de las felicitaciones a Kappus y la recomendación de que aproveche su vida en el fortín para desarrollar su soledad, y afirma que solamente se puede estar lejos del arte al ejercer carreras seudoartísticas.
Teniendo en cuenta el pensamiento general de Rilke, se puede afirmar que esta reflexión nace de la idea de que en cualquier realidad uno se puede formar interiormente, excepto en aquellas que deben demostrar un saber exterior que no nace del interior y que, por lo tanto, le exigen al ser vivir conectado constantemente con la superficialidad. Al respecto, Rilke ya fue duro con la crítica artística en varias cartas. Aquí incluye en esa superficialidad al periodismo, e incluso a la literatura. Sin dudas, en relación a esta última, se refiere a escritores que no escriben desde el interior de su ser y, por lo tanto, son, para Rilke, farsantes.
A modo de cierre, es interesante destacar que Kappus terminó escribiendo algunas novelas y guiones cinematográficos. Y aunque no fue exitoso, puede decirse que Rilke tenía razón: la carrera militar lo estaba formando también para realizar obras de arte. Lo que nunca se podrá saber es si dichas obras serían calificadas por Rilke como verdaderas e íntimas, o malogradas, superficiales. Allí, en definitiva, se esconde el secreto acerca de si las cartas al joven poeta fueron realmente útiles para que este desarrolle su interioridad, o no.