La obra de tesis o teatro de tesis es una forma de teatro que emergió durante el siglo XIX como parte de un movimiento más amplio: el realismo artístico. Un rasgo característico de la obra de tesis es que trata temas sociales problemáticos a través de debates entre los personajes sobre el escenario, quienes típicamente representan puntos de vista en conflicto dentro de un contexto social realista. Mientras tales debates en el teatro no eran nada nuevo, la obra de tesis del siglo XIX se distingue por el hecho de que el propio teatro se diseña para confrontar al espectador con los dilemas experimentados por los personajes.
El exponente más importante de las obras de tesis es el escritor noruego Henrik Ibsen, cuya obra combina una penetrante caracterización con el énfasis en temas sociales tópicos, normalmente concentrados en dilemas morales de un personajes central.
Sin el aporte de Henrik Ibsen, el teatro del siglo XX no sería el mismo. Jorge Luis Borges escribió: “Henrik Ibsen es de mañana y de hoy. Sin su gran sombra el teatro que le sigue es inconcebible”. Las grandes estructuras consolidadas por Ibsen son las que pueden encontrarse en las bases del teatro de Arthur Miller, Jean Paul Sartre y muchos más.
La crítica señala un período de producción de Ibsen como aquel en que se consolidan las bases del teatro moderno, asentado en el realismo. Se inicia con Las columnas de la sociedad (1877) y se afianza con los cuatro textos que le siguen: Casa de muñecas (1879), Espectros (1881), Un enemigo del pueblo (1882) y Un pato salvaje (1884), que desarrollan una forma poética que pronto se convierte en uno de los legados centrales del patrimonio escénico mundial. En esas obras tiene lugar la perfección del drama moderno a través del realismo social.
En las obras de Ibsen se despliega un realismo explícito, comprensible sin esfuerzo gracias a la redundancia pedagógica, y eminentemente ligado a la lucha del individuo contra las fuerzas sociales de su contexto. En ellas, se conocen de manera transparente las razones por las que luchan los protagonistas, cuál es su motor y quiénes sus oponentes.
Casa de muñecas se estructura sobre las iniciativas de un sujeto individualista (Nora) que sale de su inacción para enfrentar a la sociedad (su principal oponente) en busca de la verdad, del desenmascaramiento y, en consecuencia, del cambio social. Este sujeto padece y es víctima de dichas condiciones de vida social que trata de modificar. Guían sus iniciativas una visión de mundo individual que se recorta, diferenciándose de la doxa común. Los conflictos de Nora están ligados a su voluntad de colaborar con su marido, Torvaldo, pero choca contra las limitaciones que impone la sociedad al desempeño de la mujer. Ella exigirá, finalmente, para su regreso a la casa (final abierto), ciertas condiciones de igualdad, respeto y participación que permitan construir “un verdadero matrimonio”. Por lo tanto, el destinatario de sus acciones es una entidad colectiva mayor a su individualidad; es la sociedad misma.
En Casa de muñecas, para conseguir el “efecto de realidad”, Ibsen hace suyos los recursos del “realismo referencial”: el mundo representado guarda vínculos miméticos realistas con la imagen del mundo real contemporáneo: hay un matrimonio de la burguesía urbana, un préstamo, una extorsión, etc. Los componentes de la fábula y la historia (personajes, acontecimientos, objetos, tiempo y espacio representados), por su parte, no contradicen lo datos y saberes que proveen las categorías de lo normal y lo posible, aunque, en este caso, cuadra más lo insólito, es decir, lo posible pero infrecuente: no es nada frecuente hacia 1879 que las esposas se vayan de sus casas en busca de sí mismas y dejando a sus maridos e hijos. Se cumplen, además, todos los procedimientos indispensables: los personajes poseen un valor referencial que permite identificarlos y correlacionarlos con la sociedad de la época; los personajes poseen entidad psíquica y social (lógica de comportamiento, afectaciones, pasado y memoria, motivaciones, pertenencia sociocultural, diferencias) y tienen, además, rasgos de tipos sociales (la esposa, el médico, el padre de familia, la amiga, etc) y rasgos individuales.
La organización integral de la obra responde a la intención de exponer una tesis, es decir, una predicación significativa sobre el mundo social, resultado de la observación y el conocimiento de la realidad social, con el fin de ratificar o modificar esa realidad: la prioridad del individuo sobre el ciudadano para el progreso social. Casa de muñecas posee la estructura de drama de personaje: Nora es el personaje referencial que deviene de ciudadano a individuo. Sus acciones dibujan la parábola del individuo que rechaza la doxa común y funda un sistema de valores y saberes diversos a los instituidos. Si bien podría desprenderse de la tesis la idea de que el gesto de Nora invita a reconsiderar el rol social de la mujer, la dimensión simbólica del personaje excede, en tanto individuo, la problemática de sexo y género. La tesis reubica al sujeto como el símbolo del individuo enfrentado a las circunstancias históricas que se le imponen al ciudadano y este acepta.
El final abierto da a Casa de muñecas la entidad de pieza dilemática. Nora debe elegir entre dos opciones que se oponen radicalmente y que en ambos casos implican pérdidas. Si se va de su casa conquista una libertad y una autoafirmación indispensables como individuo, pero se verá limitada en el acceso a muchas esferas de su vida que la comprometen profundamente, en especial, sus hijos. Si en cambio se queda sin problematización y ratifica el statu quo, preserva ciertas ventajas cotidianas pero acepta un lugar humillante e insostenible. Ibsen no solo obliga a elegir a Nora: también activa en el espectador la necesidad de tomar posición colocándose en el lugar de Nora y resolviendo a su manera la estructura dilemática, acarreando él mismo con las pérdidas consecuentes. El espectador deberá aprobar o rechazar la decisión de Nora, definir sus alcances e imaginar cuál fue, finalmente, la actitud de su esposo ante el “milagro” reclamado. Ibsen no cierra del todo la parábola porque quiere transmitir al espectador, no soluciones ni tautologías, sino problemas; no respuestas cerradas, sino cuestionamientos que lo obliguen a trabajar intelectualmente y a involucrar en ese trabajo su concepción del mundo. La tesis en Ibsen no es la afirmación de determinada verdad. Hay una verdad, pero la tesis solo afirma que buscarla desde el ejercicio de la libertad individual es indispensable.