Resumen
El narrador vive junto a su hermana, Irene, en la antigua y espaciosa casa que había sido de sus bisabuelos, sus abuelos y sus padres. La rutina en la casa está pautada con precisión: los hermanos se levantan a las siete de la mañana y limpian la casa; hacia las once, el narrador se instala en la cocina, mientras que Irene repasa las últimas habitaciones. Almuerzan al mediodía, puntuales, y luego tienen la tarde libre.
El narrador piensa que es la casa quien no dejó que ninguno de los dos se casara: Irene rechazó a sus pretendientes, y a él se le murió María Esther, su novia, antes de comprometerse con ella. Así, ellos dos, al morir, pondrán fin a la genealogía familiar que habitó aquellas numerosas habitaciones.
Irene es una mujer silenciosa que, además de limpiar, se pasa el día tejiendo. El narrador, por su parte, suele ir al centro los sábados para comprarle lana y, de paso, visitar las librerías y preguntar por las novedades en literatura francesa, aunque desde 1939 que no llega nada valioso a la Argentina.
El narrador asegura que ni él ni Irene tienen en realidad importancia y desea hablar de la casa, aunque, acto seguido, vuelve sobre el tejido de Irene y comenta que una vez encontró un cajón lleno de pañoletas de colores, apiladas y con naftalina, como si estuvieran en una mercería. La pareja de hermanos no necesita trabajar, puesto que todos los meses les llega plata de los campos que poseen y su dinero aumenta. Sin embargo, lo único que entretiene a Irene es empeñarse en el tejido.
La casa cuenta con un comedor, una sala con gobelinos, una biblioteca y tres dormitorios grandes, todo en la parte más retirada, que mira a la calle Rodríguez Peña. Luego, un pasillo con una puerta de roble maciza aísla esa parte de la delantera, donde hay un baño, una cocina, los dormitorios de los hermanos y el living central. A la casa se entra por un patio de mayólica y la puerta cancel da al living.
El living da a las habitaciones de los hermanos y al pasillo que conecta con la parte trasera de la casa. Ese pasillo, antes de llegar a la puerta de roble, se bifurca y lleva a la cocina y al baño. Cuando la puerta de roble está abierta, es evidente que la casa es enorme; sin embargo, al cerrarla, da la impresión de ser un departamento pequeño. La pareja de hermanos casi nunca visita la parte más retirada de la casa, salvo para hacer la limpieza, puesto que el aire de la ciudad está siempre cargado de polvo.
Análisis
“Casa tomada” es uno de los cuentos más famosos de Julio Cortázar y probablemente el que más ha llamado la atención a los críticos. La trama del cuento puede resumirse a lo siguiente: una pareja de hermanos que vive sin preocupación alguna en una casa heredada es forzada a vivir en mitad de la casa en una primera instancia, y luego son expulsados totalmente por una presencia incapaz de ser nombrada y que se traduce en sonidos y rumores. Sin embargo, a pesar de lo sencillo que puede parecer este argumento, el cuento está lleno de elementos cuya interpretación lo enriquecen y lo convierten en uno de los relatos más leídos de Cortázar.
Como se desprende de esta primera parte, la presencia más importante del relato, incluso tal como el propio narrador lo comprende, es la casa, y es fundamental entonces comenzar preguntándonos qué es lo que representa.
La casa es el espacio del relato, el lugar de estancia de los personajes y la principal mediación que existe entre su mundo interno y el exterior. En primer lugar, la casa destaca por la valoración que hace de ella el narrador: “Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (…) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia” (p. 131). Otros adjetivos que se usan para describirla son “profunda y silenciosa” (p. 131); a partir de esta primera descripción se comprende la casa como un espacio pleno y cerrado que ejerce una potente influencia sobre sus habitantes y actualiza de forma constante sus recuerdos familiares. El narrador habla de la casa como una entidad viva que influye sobre él y su hermana de forma determinante: “A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos” (p. 131). A su vez, es la casa y su configuración la que determina las acciones y la rutina de los personajes, quienes, por ejemplo, se tienen que levantar a determinada hora para poder hacer la limpieza. Así, todo el esquema vital de la pareja se acomoda a la espacialidad de la casa.
En este sentido, la disposición de la casa es fundamental para comprender la dinámica de la pareja y el conflicto que se plantea en el cuento:
El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la cuarta puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. (pp. 132-133)
La descripción de la casa jerarquiza dos espacios internos: un ala fastuosa, en la que se encuentra la biblioteca y otras salas ricamente adornadas y un ala que se relaciona con las funciones vitales y que es la que habita la pareja: el living, los dormitorios, el baño y la cocina. La puerta de roble delimita ambos espacios y funciona como un pasaje entre ellos. Cuando está cerrada, la sensación de espaciosidad de la casa se pierde. A la descripción de la casa le sigue una serie de comentarios que la ubica en relación con mundo exterior: “Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos” (p. 133).
Las referencias a la calle Rodríguez Peña y la ciudad de Buenos Aires ubican al relato en una realidad concreta e, incluso, dejan entrever la postura ideológica del narrador con respecto a la ciudad, al mencionar que la limpieza de la ciudad se debe a sus habitantes. Con todo ello, se interpreta que la casa es el espacio vital que los hermanos ocupan en el mundo, y en ella están contenidas su estabilidad y su identidad. A su vez, la identificación tan estrecha con la casa pone de manifiesto una relación de interioridad y seguridad contra el mundo exterior como sinónimo de peligro e inseguridad. Cuando el exterior irrumpa en la casa, esa seguridad de los personajes se verá destruida, como se verá en las secciones siguientes.
Además de la definición del espacio, cabe analizar la estructura temporal de “Casa tomada”: el relato presenta un orden temporal lineal: el narrador nos da a conocer los sucesos tal como sucedieron secuencialmente, sin interrumpir el relato para recordar acontecimientos pasados ni adelantar hechos futuros. Esta regularidad cronológica se ve alterada solamente por el ritmo particular del relato, ya que el narrador suele hacer largas pausas descriptivas, dedicadas principalmente a la casa y al personaje de Irene. Estas pausas tan repetidas pueden sugerir que el narrador, en verdad, está recordando el tiempo en el que vivía en la casa junto a su hermana y recupera con nostalgia los detalles de aquella vida pasada. Por otro lado, estas pausas parecen también demorar el relato y retrasar el inevitable desenlace: el narrador se detiene como si quisiera evitar la toma de la casa, o al menos posponerla por el tiempo que duren sus descripciones.
Irene y su tejido funcionan de forma análoga, y es imposible no pensar en Penélope, la esposa del héroe épico, Ulises, quien tejía y destejía su gran tapiz para evitar el casamiento con uno de sus pretendientes y esperar a que su esposo volviera de la guerra de Troya. En Irene, el tejido parece ser una forma de escapar al tiempo que se le presenta por delante y quedar suspendida en la rutina confortable que su casa hace posible.
Con todo ello, el tiempo del relato es pausado, lento y confortable tanto para el narrador como para el lector.
Por otro lado, existe una referencia temporal fundamental que sitúa al relato en un momento histórico determinado y que es crucial para muchas de sus interpretaciones alegóricas. El narrador es un aficionado a la literatura francesa, y los sábados tiene la costumbre de ir al centro a comprar lana para su hermana y a visitar las librerías y ver las novedades. Sin embargo, como indica, “Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina” (p. 132). El relato, entonces, transcurre en los años posteriores a 1939, quizás hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, o en el periodo inmediatamente posterior. En Argentina, los años comprendidos entre 1943 y 1946 son claves para la consolidación del peronismo y la llegada de Perón al poder, que ocurre finalmente en febrero de 1946.
Como movimiento político surgido en la década de 1940, el peronismo se convirtió rápidamente y hasta el día de hoy, en el partido de mayor influencia en la historia de la Argentina. Surgido como una fuerza política y social de izquierda, se enfocó en la justicia social y los derechos de los trabajadores, aunque un gran sector de la población, entre quienes se puede contar a Cortázar, se le opuso por su carácter populista, sus tendencias fascistas y su intervención en todos los ámbitos de la cultura y la sociedad con el fin de adoctrinar a las masas.
Dado el contexto de publicación del relato, y la postura abiertamente opuesta al peronismo de Cortázar, muchos críticos interpretaron “Casa tomada” como una alegoría del avance del peronismo sobre el país, y si bien su autor reconoció en diversas entrevistas que él no había escrito su relato desde esa perspectiva, es verdad que esa era una lectura posible, y que seguramente las angustias políticas que vivía en esos años como antiperonista se habían volcado de una forma u otra a su literatura. Sobre ello se volverá en la próxima sección.