Resumen
Por la noche, el narrador es despertado cada tanto por la voz de Irene, quien suele hablar entre sueños. Aunque las habitaciones están separadas por el living, en el silencio nocturno todos los ruidos de la casa se escuchan con precisión, incluso la respiración de cada uno, y cada hermano también logra hasta presentir los frecuentes insomnios del otro.
Durante el día, la casa se colma de los rumores domésticos, como las agujas de tejer o el ruido al pasar las hojas al álbum de estampillas. Cuando andan por el pasillo que lleva a la cocina o el baño, los dos se ponen a hablar más fuerte, como para no escuchar los sonidos provenientes del otro lado de la puerta de roble. En la cocina, en cambio, siempre hay ruido, por lo que es imposible escuchar algo que venga de afuera.
Una noche, el narrador siente sed y antes de acostarse se dirige a la cocina. Desde la puerta del dormitorio, mientras Irene teje, escucha ruidos en la cocina o en el baño y se detiene antes de salir. Esto llama la atención de su hermana, quien se levanta y se coloca también en la puerta, para escuchar mejor. No caben dudas de que los sonidos provienen del lado delantero de la casa, de la cocina, el pasillo o el baño.
Sin mirarse siquiera, el narrador e Irene corren tomados del brazo hasta la puerta cancel, con los ruidos que se escuchan cada vez más fuerte, aunque igual algo apagados, a sus espaldas. Ambos salen al patio y cierran la puerta. Irene entonces, con el tejido aún en las manos, pero los ovillos de lana del otro lado de la puerta, dice que la parte delantera de la casa ha sido tomada. El narrador le pregunta si ha llegado a traer consigo alguna cosa, a lo que ella responde negativamente. Entonces, recuerda que en el armario de su dormitorio hay quince mil pesos, pero es muy tarde para ir a buscarlos. El narrador observa en su reloj pulsera que son las once de la noche; luego, rodea con su brazo la cintura de Irene -quien, según le parece, está llorando- y salen a la calle. Antes de alejarse, el narrador cierra la puerta de entrada y tira la llave a la alcantarilla, pensando que así evitaría que algún pobre diablo entrara a robar y se encontrase con la casa tomada.
Análisis
Al final del relato, los personajes son expulsados definitivamente de la casa y deben enfrentar el mundo exterior. Para que no queden dudas, en un gesto simbólico, el narrador cierra la puerta de entrada y arroja la llave a las alcantarillas. En el exterior, los personajes parecen salir repentinamente de un letargo y cobrar conciencia de la realidad: el narrador le pregunta a su hermana si pudo sacar alguna cosa de la casa, a lo que ella responde negativamente. Luego, se da cuenta de que están con lo puesto, y piensa la enorme suma de dinero que está guardada en su armario, ahora inaccesible. La nueva realidad también despierta la conciencia temporal: el narrador observa su reloj y constata que son las once de la noche. Por otra parte, Irene tiene el tejido aun en sus manos, pero los ovillos de lana han quedado del otro lado de la puerta, dentro de la casa, por lo que no puede seguir tejiendo. La imposibilidad del tejido es la imposibilidad de continuar con una rutina que suspendía el tiempo cronológico y lo sumía al ritmo propio de la vida dentro de la casa. En esta nueva realidad, los personajes también se muestran por primera vez como sujetos sensibles: Irene llora, y el narrador siente lástima, dos hechos que contrastan significativamente con el relato depurado de emociones que caracterizó a todo el cuento dentro de la casa. Al final del relato, el narrador rodea a Irene con su brazo y ambos salen a la calle. Este abrazo inaugura una nueva forma de ser en el exterior: una forma que se contrapone a la vida en la casa y que demanda sentir, pensar y preocuparse, algo que la pareja había perdido la costumbre de hacer.
A modo de conclusión, cabe volver sobre las múltiples interpretaciones que “Casa tomada” ha suscitado a lo largo del tiempo y su filiación como relato fantástico. A su vez, es posible también aventurar de qué manera en este cuento se encuentran algunos de los elementos más característicos de la literatura cortazariana.
Cabe destacar que es el propio autor quien asegura que el cuento puede ser interpretado de muchas maneras. Tal como lo expresa en su entrevista con Joaquín Soler Serrano en el programa “A fondo”, Cortázar reconoce con cierta maravilla que, más allá de los sentidos que puede volcar un escritor a un texto, los lectores pueden interpretarlo desde perspectivas totalmente diferentes y válidas. Para Cortázar, “Casa tomada” nace como resultado de una pesadilla que tuvo: soñó que estaba solo en una enorme casa y que algo que no podía identificar lo desplazaba por los diferentes espacios hasta echarlo a la calle, momento en el cual se despertó. Del sueño le quedó el espanto de algo, indefinible, que avanza implacable y cuya presencia se traduce en ruidos y rumores apagados. Luego de despertarse, Cortázar dice haberse sentado en la máquina de escribir y haber escrito el cuento de un tirón.
Más allá de la propia intención del autor, el cuento ha sido interpretado, como ya hemos dicho, de formas muy diferentes: hay quienes han encontrado en ello una alegoría a la política argentina de los años 40, otros han aventurado que es un símbolo del aislamiento de Latinoamérica después de la Segunda Guerra Mundial, algunos se han concentrado en la relación entre los hermanos como símbolo del incesto, y los más osados, incluso, han postulado una lectura alegórica del estado intrauterino y del parto.
La teoría de la recepción, por otra parte, ha hecho una metalectura del texto y ha interpretado que los murmullos y ruidos que expulsan a los personajes de su casa son los propios lectores, que se apropian del espacio de los personajes en cada lectura que realizan.
Al respecto, es interesante notar que existen tantas interpretaciones de este relato porque es su propia estructura la que las permite: son tantos los elementos indefinidos dentro del relato que la apertura a múltiples lecturas es inevitable.
Con respecto a su filiación genérica, Casi todos los críticos que han tratado de clasificar a “Casa tomada” coinciden en pensarlo como un relato fantástico. Este tipo de lecturas se concentra en los elementos que escapan a las interpretaciones racionales y que ponen en jaque al realismo; en este sentido, lo inefable del relato, es decir, aquello que no puede ser dicho, es lo que genera la ruptura con una interpretación verosímil. El narrador subjetivo también contribuye a interpretar el relato como fantástico: la mirada del narrador se focaliza en su rutina en la casa y no llega nunca a explicar quiénes producen los ruidos que escucha en las otras habitaciones, ni siquiera se pregunta por la identidad de los sujetos que toman la casa. En verdad, hablar de sujetos ya supone una interpretación que está más allá de lo que se plantea en el cuento. Son los rumores, los ruidos sordos que escuchan los personajes, quienes se apoderan del espacio. Si bien dichos sonidos pueden atribuirse a los movimientos de personas en la casa, no hay elementos en el relato que aseguren esta lectura, y aquello también queda librado a la interpretación del lector. De hecho, una de las lecturas que han realizado algunos críticos interpreta los sonidos que se escuchan en la casa como fantasmagorías de eventos pasados en la vida de los hermanos, que permanecen como un recordatorio melancólico que no los deja progresar y que, en última instancia, los expulsa de su propia morada.
Cortázar, por su parte, y como se ha mencionado anteriormente, ha explicado en numerosas entrevistas que escribió “Casa Tomada” tras una pesadilla que tuvo. En su sueño, Cortázar se encontraba solo en una enorme casa y una presencia ominosa lo acechaba y lo perseguía habitación por habitación, hasta tomar por completo toda la casa y expulsarlo. En este sentido, los ruidos que avanzan en el relato podrían asociarse a esa presencia ominosa e inefable que acechaba al escritor en su pesadilla. El narrador, al igual que el Cortázar soñador, es incapaz de darle un nombre a la presencia y de racionalizarla. Así, este cuento nos coloca frente a una constante de la poética cortazariana y del relato fantástico: cuestionar esa limitación constante del ser humano de querer encontrarle a todo una explicación racional.
Como señala el escritor y crítico José Miguel Oviedo, “Casa tomada” es un texto que permite -tanto al crítico como al lector- comprender el funcionamiento del mundo cortazariano: existe una cualidad enigmática en los hechos que se narran que imposibilita una explicación definitiva y que se manifiesta en el lenguaje, aun cuando ese lenguaje suene natural y no presente ninguna alteración de la realidad. Esto es lo que se ve en la narración del relato, exactamente: algo que queda no dicho incluso cuando se está diciendo. Por ejemplo, ante los primeros ruidos, el narrador regresa y le comenta a su hermana: “Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo” (p. 134). Nada más se dice sobre los invasores, ni quiénes pueden ser, ni cómo han entrado a la casa, ni cuáles pueden ser sus intenciones. Irene, la hermana del narrador y quien hace posible, al dialogar, que se explicite la toma de la casa, tampoco indaga, solo se limita a responder “Tendremos que vivir de este lado” (p. 134). Mucho más importante que lo que los personajes dicen es lo que callan, y este silencio natural sobre lo que podría ser considerado importante genera una atmósfera enigmática y de confusión que termina cuestionando incluso los límites de la realidad.