Crimen y castigo

Crimen y castigo Resumen y Análisis Cuarta parte, Capítulos 1-3

Resumen

Cuarta parte

Capítulo 1

Al oír el nombre de su visitante, Raskólnikov duda de su cordura. Svidrigáilov le dice que está allí por dos razones: porque le ha interesado conocer a Raskólnikov y porque desea su ayuda en un asunto relacionado con Dunia.

Svidrigáilov domina la conversación. Empieza a hablar de su esposa Marfa y de su vida junto a ella. En el pasado estuvo en cárcel por deudas y Marfa lo sacó de allí, tras lo cual se casaron. Svidrigáilov le pregunta a Raskólnikov si cree en fantasmas y afirma que el fantasma de Marfa lo ha visitado tres veces. Raskólnikov quiere saber de qué habla el fantasma de Marfa, a lo que Svidrigáilov responde que de temas triviales. Además, no es la primera vez que ve un fantasma: su siervo también se le ha presentado así. Raskólnikov le dice que acuda a un médico, pero Svidrigáilov le responde que él es la última persona a quien le pediría una recomendación, viendo el estado en que se encuentra.

La conversación deriva al problema de la vida después de la muerte, mientras Raskólnikov defiende su postura de que no existen los fantasmas ni otra cosa en el más allá. Svidrigáilov opina que, tal vez, el más allá sea una habitación pequeña, sucia e infestada de arañas. Ante eso, Raskólnikov exclama: “¿Es posible que no pueda imaginarse nada más consolador y ecuánime que eso?” (p.399).

Raskólnikov le pide que deje de dar vueltas y cuente el motivo de su visita. Svidrigáilov le dice que Luzhin no merece a Dunia y que ese matrimonio no debe concretarse. De todos modos, asegura que ya no siente amor por ella. Ahora, su plan ahora es irse de viaje a algún lugar exótico, aunque no niega la posibilidad de encontrar una muchacha con la que casarse. Luego de esa pequeña digresión, agrega que está dispuesto a ofrecerle diez mil rublos a Dunia para que rompa el compromiso con Luzhin. Además, afirma, Marfa le ha dejado tres mil rublos a Dunia en su testamento.

Capítulo 2

Raskólnikov se encuentra con Razumijin y juntos van a la reunión en casa de Bakaléiev.

Luzhin y los dos amigos llegan a la casa Bakaléiev casi al mismo tiempo. Hablan de Svidrigáilov y Luzhin cuenta que Marfa tuvo que pagar para que no lo procesaran por un caso de violación a una niña de apenas catorce años, que se había suicidado a causa de ello. También añade que el hombre había maltratado a su criado al punto en que este se suicidó. Dunia interviene para decir que había versiones contradictorias sobre ese caso y que ella había visto que los trataba bien. De repente, Raskólnikov irrumpe en la conversación para decir que Svidrigáilov acababa de ir a verle. También le dice a Dunia que ha heredado tres mil rublos de Marfa, pero no les cuenta cuál era el verdadero propósito de la visita, diciendo que se lo dirá más tarde.

Luzhin intenta marcharse y Dunia lo detiene. Le explica que ha reunido a los hombres para que hagan las paces. Luzhin protesta y le pide a Puljeria que le explique qué ha dicho en la carta que condujo a Raskólnikov a pensar en que él quería casarse con Dunia porque es pobre. Raskólnikov no admite que el foco se vuelva en contra de él y le reprocha a Luzhin las mentiras que dijo en su carta sobre el dinero que entregó para la familia Marmeládov. Luzhin se enfada, pero Raskólnikov sube la apuesta, refiriéndose a Sonia: “Pues yo opino que usted, con todas sus virtudes, no vale ni el dedo meñique de esa desdichada muchacha a quien arroja piedras” (p.45).

Luzhin se levanta y expresa su malestar con el hecho de que su pedido de no encontrarse con Raskólnikov haya sido desatendido. Ofendida, Puljeria pregunta si deben tomar cada uno de sus deseos como una orden. Luzhin hace un comentario sobre cómo debió atender a los rumores que circularon en el pueblo sobre Dunia, luego del escándalo de los Svidrigáilov. Enfurecida, Dunia le dice que se largue.

Capítulo 3

Luzhin no se esperaba la reacción de Dunia. Se siente orgulloso de cómo ha progresado socialmente y creía que Dunia le iba a agradecer su propuesta de matrimonio. Parte de su atracción por una mujer en las condiciones de Dunia es que siente que puede elevarla a su nivel. Fantasea casarse con una mujer pobre y maltratada por la vida para que lo considere su salvador. Dunia es una buena compañera, con la que ubicarse de a poco en la escala social petersburguesa, porque es bien educada, bella e inteligente. Está decidido a reconciliarse con ella.

En la casa Bakaléiev, la ruptura del compromiso es motivo de alegría. Puljeria y Dunia sienten que han sido afortunadas porque Luzhin ha mostrado su verdadera cara a tiempo.

Como de costumbre, Raskólnikov permanece al margen. Le preguntan cuál ha sido el asunto con el que se había acercado Svidrigáilov. Evidentemente, Dunia conoce a Svidrigáilov mejor que nadie, por lo que permanece pensativa e intuye: “¡Algo espantoso está tramando!” (p.423).

Razumijin insiste en que Puljeria y Dunia se queden en San Petersburgo. Les propone que se aventuren con él a un pequeño emprendimiento editorial. Incluso, sugiere que la plata de la herencia de Marfa, más algún crédito, puede ser suficiente para poner en marcha el proyecto. Dunia está muy entusiasmada y hasta Raskólnikov aprueba la idea.

Raskólnikov se levanta para marcharse. Torturado por sus pensamientos, les dice que no debe verlas durante un tiempo y abandona la sala.

Razumijin corre tras él. Raskólnikov le pide que cuide de ellas y se da la vuelta para marcharse. En el pasillo intercambian una larga mirada, a través de la cual Razumijin siente “como si se deslizara una idea o más bien una insinuación, algo espantoso, horripilante, pero súbitamente comprensible para ambas partes” (p.427).

Análisis

En muchos sentidos, Svidrigáilov es un espejo de Raskólnikov. Como veremos a lo largo de la segunda parte de la novela, Svidrigáilov es capaz de llevar adelante actos generosos y caritativos como el cuidado que ofrece a los hijos de Katerina, y parece incluso capaz de amar de manera genuina, por ejemplo, a Dunia; no obstante, Svidrigáilov es del todo inmoral y sobre él caen sospechas terribles como la muerte de su esposa y la violación de una niña. Asimismo, en Raskólnikov conviven sus ganas de ayudar a los Marmeládov o de cuidar de las mujeres de su vida, y la terrible soberbia que lo llevó a asesinar a Aliona y Lizaveta. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental entre ambos hombres: a Svidrigáilov, sus crímenes no lo conmueven; es más, el desparpajo que demuestra al hablar de sus ‘errores’ demuestra que no siente remordimiento, ni le importa lo que otros piensen de él. Por el contrario, Raskólnikov vive atormentado por el recuerdo de sus crímenes.

Hasta cierto punto, Svidrigáilov es uno de esos hombres ‘extraordinarios’, de los que habla Raskólnikov en su artículo periodístico, porque no se ajusta a ninguna de las instituciones que rigen la sociedad. Una de las convenciones que rechaza es la siguiente: “Con tales consideraciones resulta que, en este mundo, al hombre solo le es dado hacer el mal y, por el contrario, no tiene el derecho de hacer ni pizca de bien, todo ello en virtud de absurdos convencionalismos” (p.403). Como vemos, lo que motiva sus actos de caridad permanece siendo un misterio, pero aquí se abre la posibilidad de que lo haga solamente para contradecir una regla general. En este sentido, Svidrigáilov es un nihilista de tiempo completo: no hay nada en lo que este personaje crea. De hecho, es tan descreído que incluso un personaje lúgubre como Raskólnikov le reprocha la imagen que se hace de la vida tras la muerte, debido a que no alberga ni un poco de esperanza: “¿Es posible que no pueda imaginarse nada más consolador y ecuánime que eso?” (p.399).

En definitiva, la presencia de Svidrigáilov ayuda a desarrollar la pregunta por la moralidad de los actos. Él es, quizá, el mejor ejemplo de alguien capaz de los peores actos y, al mismo tiempo, de actos buenos. La pregunta que se explora en este punto es si la bondad de unos actos es capaz de reparar la vileza de otros.

En el Capítulo 2, Luzhin ocupa un lugar protagónico. Dostoyevski construye este personaje con tintes caricaturescos. Basta con ver el modo en que se comporta ni bien entra en casa de Puljeria y Dunia: “Sacó parsimoniosamente un pañuelo de batista que expandió una oleada de perfume y se sonó la nariz con el aura de un hombre que, aunque benévolo, se sentía algo agraviado en su dignidad” (p.407). Todos sus gestos, su ropa, incluso su perfume es exagerado y denota una necesidad constante de mostrarse digno. Uno de los comentarios que se hace sobre sus ademanes remarca muy bien que no debemos tomarnos con demasiada seriedad a este personaje: “Pertenecía a esa clase de personas que en sociedad derrochan cortesía y alardean de ella” (p.408), pero luego “acaban por parecerse más a un costal de harina que a un hombre de mundo” (ídem). Es así que Luzhin está tan cegado por sus pretensiones que jamás imagina que Dunia vaya a tener la dignidad suficiente como para echarlo de su casa. Dunia, para él, es más un accesorio que una persona; es un objeto cuya finalidad es ser mostrado en sociedad. Por ese motivo, la reacción de Dunia ante sus pretensiones lo descolocan de gran modo. Para la mentalidad de Luzhin, es improbable que una mujer pobre tenga el valor de resistirse ante él de esa manera. Más aún, tal es su grado de autoengaño que piensa que todavía hay una chance de arreglar las cosas con su prometida.

En suma, Luzhin encarna la figura del hombre orgulloso que necesita sentirse superior para estar satisfecho. Él desea ser el salvador de una mujer que, creyéndose afortunada por casarse con él, lo haga sentirse adorado, agradecido y obedecido. Es llamativo, en este punto, que Luzhin pueda vivir tranquilamente con una clara contradicción entre la idea de que su compromiso es un acto de caridad -“Alzar a Dunia hasta su nivel” (p.420)- y el reconocimiento de que se trata de un beneficio para sí mismo -“El hechizo de una mujer encantadora, virtuosa y educada podía allanar notablemente su camino, atraer a la gente y crearle una aureola” (p.421)-. De este modo, todo el beneficio que Dunia obtendría sería excesivamente devuelto al permitirle ser su amo y señor en lo privado: “Una criatura con tales cualidades habría de agradecer humildemente durante toda la vida su hazaña, alienando fervorosamente su personalidad ante él mientras él ejercía su dominio ilimitado y absoluto” (p.420). A los lectores no nos sorprende la decisión de Dunia, aunque si cabe preguntarse por qué tardó tanto en hacer una lectura más precisa del carácter de Luzhin. La única explicación es que Dunia, siendo ella misma noble e inteligente -además de estar dispuesta a sacrificar aspectos de su propia felicidad en pos del bienestar familiar- ha elegido permanecer ciega ante los defectos de Luzhin.

En las antípodas de Luzhin, Razumijin es exactamente lo contrario al punto en que, desconociendo sus propias virtudes, se siente indigno y ni siquiera se atreve a soñar que podría casarse con Dunia. Aun así, se dedica a ella y a su madre sin buscar ningún rédito personal y evita menospreciarlas por su género como hace el resto de los hombres. El plan editorial que propone como emprendimiento conjunto no las excluye, sino que las posiciona como pares, y sus proyectos para el futuro son prácticos y optimistas. Resulta significativo que el plan de negocios de Razumijin sea, esencialmente, difundir ideas, lo que coincide con lo que su personaje simboliza: la búsqueda de la verdad y las ideas auténticas.

Con la extraña y reveladora mirada del final del capítulo, Raskólnikov le transmite, sin hablar, la verdad a Razumijin. Esta es su confesión ideal, la que ha estado intentando depositar todo el tiempo en otros, pero sin que nadie lo haya llevado todavía a la comisaría. Llegado este momento de la novela, se vuelve evidente que, aunque Raskólnikov no haya pronunciado las palabras de su confesión ante nadie, la necesidad de verbalizarlo crece sin duda en su interior.