En 1865, apremiado por sus deudas y las de su hermano recientemente fallecido, Dostoyevski firma un contrato con el editor Stelovski. Las condiciones del contrato solo benefician al editor y ponen en riesgo el derecho de Dostoyevski sobre su obra. En poco más de un año, el autor debe entregarle dos novelas para cumplir con las condiciones del contrato. Para entonces, Dostoyevski no tenía demasiadas alternativas para buscar un contrato más beneficioso, dado que estaba bajo presión debido a su adicción por el juego.
Las dos novelas que tiene planeado entregar al editor son Los borrachines, que trata sobre el problema del alcoholismo, y una novela que, en sus palabras, es “una síntesis psicológica de un crimen”. La primera idea nunca fragua mientras que, para septiembre de 1865, tiene bien delineada la segunda: Crimen y castigo.
Se supone que Crimen y castigo debía ser una novela corta, en primera persona, que explora la mente de un criminal cuya transgresión nace de una serie de ideas incompletas, que lo hacen sentirse por encima de las leyes impuestas al común de la gente. Su psiquis se ve profundamente influenciada por distintas corrientes filosóficas en boga a partir de 1860. Especialmente, el nihilismo, que se populariza y asume tintes locales en Rusia con la obra de Turgéniev, quien define al nihilista así: “Un hombre que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio por fe, por mayor respeto que pueda merecer ese principio”. El nihilismo promulgaba la destrucción de todo orden social y, a la vez, de esa negación nacían ideas sobre cómo configurar un nuevo orden.
Para entonces, Dostoyevski había experimentado un cambio radical en su propio pensamiento. Luego de años de prisión y trabajo forzado, el autor abandona sus ideas revolucionarias y se inclina por ideas conservadoras sobre el orden social y político. Además, rechaza la influencia de Occidente porque considera que no comulga con la ‘esencia nacional’ rusa. El nihilismo se encuentra entre estas ideas Occidentales que Dostoyevski denuncia en su giro ideológico hacia la corriente eslavófila reaccionaria.
A través del protagonista de Crimen y castigo, Raskólnikov, Dostoyevski sostiene la tesis de que las ideas revolucionarias importadas de Europa no solo son inadecuadas para Rusia, sino también muy peligrosas.
De la idea inicial de una novela corta en primera persona, Crimen y castigo mutó a una novela dividida en seis partes, narrada en tercera persona, y con varias subtramas que desarrollan las historias de dos mujeres centrales en la vida del protagonista: Dunia y Sonia.
En enero de 1866, la novela empieza a publicarse en Apuntes patrios por entregas. Mientras la publica, Dostoyevski aprovecha para resolver algunos aspectos de la obra que lo habían dejado disconforme y, al mismo tiempo, escribe su novela El jugador para cumplir con su contrato con Stelovski. Para noviembre de ese mismo año, el tomo completo de Crimen y castigo está listo para su publicación. Gracias a ello, Dostoyevski pudo mantener los derechos de publicación de su obra en lugar de transferírselos a Stelovski.
Rápidamente, la obra se transforma en un éxito y una de las novelas más leída del año. Las críticas elogian y denuestan la obra en igual proporción, pero todas coinciden en que se trata de una novela importante. Para algunos críticos, Dostoyevski había conseguido hacer una radiografía de algunos aspectos prominentes de la sociedad del momento. Para otros la obra era un ataque a la juventud revolucionaria. Fuera del círculo de críticos literarios, los lectores valoraron positivamente la obra por la fuerte impresión de entrar en la mente de un criminal.
La primera traducción fue al idioma alemán en 1882. A partir de ahí, le sucedieron traducciones al francés, inglés, italiano, español. Recién en el siglo XX aparecieron traducciones al japonés, árabe y las lenguas de países de Europa central.
Hoy, Crimen y castigo, junto con las demás obras maestras de Dostoyevski, es considerada una de las novelas más representativas del realismo ruso. Resulta difícil definir con precisión el realismo, tal y como se manifestó en Rusia, dado que agrupa un conjunto de obras diversas, muchas de las cuales son claramente incompatibles en términos estilísticos. Se habla de realismo en la literatura rusa a partir de Belínski, importante teórico y crítico ruso, que adopta la palabra para referirse a los vínculos que se pueden establecer entre el arte y la realidad, de tal manera que el arte cumpla una función social. Para Belínski, el realismo debe representar a personas comunes y corrientes, sin ningún tipo de idealización. Se trata de un arte que busca copiar los procesos de la realidad, centrándose en sus conflictos y contradicciones. Son obras realistas las de autores tan disímiles como Gogol, Turguéniev y Dostoyevski; para algunos, incluso, hay elementos del realismo en la obra de Pushkin.
Dostoyevski se distingue de sus contemporáneos en que representa a los tipos sociales urbanos, alejándose de las preocupaciones en torno a la aristocracia rural y el campesinado que ocupa a la mayoría de los intelectuales de la época. Dostoyevski se inspira en notas periodísticas para algunos de sus argumentos y representa en detalle los tugurios en los que viven sus personajes, lo cual resulta en una literatura contemporánea y comprometida con la realidad circundante. En sus obras conviven personajes que representan todos los ámbitos de la vida: prostitutas, funcionarios, estudiantes, aristócratas, borrachos.
Ahora bien, durante el siglo XIX el realismo no es la única corriente literaria; de hecho, el romanticismo se impuso antes y le da a la literatura rusa su autor más representativo: el poeta Pushkin. A diferencia del realismo en Europa, en Rusia la división entre romanticismo y realismo no resulta siempre clara. Grandes autores como Gogol, Turguéniev, e incluso Pushkin, fusionaron el romanticismo y realismo. Esto es sin duda cierto en Dostoyevski, ya que su obra, aunque realista, también está imbuida de elementos que se ven transformados por la profunda exploración que se hace de la psicología humana y las cuestiones espirituales.