La obra de Gógol se inscribe dentro del realismo literario aunque, como veremos a continuación, en su cuento “El capote” aporta innovaciones significativas respecto de este movimiento.
El realismo es un periodo en la literatura (propio de la narrativa y el drama) que comienza poco antes de mediados del siglo XIX y se extiende hasta comienzos del siglo XX. El paradigma de este movimiento es que concibe a la obra de arte como espejo de la realidad, es decir, como una representación fiel de ella. En la literatura de este periodo, por lo general, se excluyen los elementos simbólicos o mitológicos. Siguiendo este paradigma, la literatura debe representar la realidad de una manera exacta.
En este periodo ingresan a la literatura personajes y espacios que no habían ingresado hasta entonces y se incorporan aspectos degradados de la existencia. Se intenta representar la vida humana desprovista de idealización. El grupo social más frecuentemente representado es la pequeña burguesía, que conforma “una galería de personajes de vida oscura, irrelevante, desprovistos de toda heroicidad y, alternando con ellos, seres marginales, mendigos, mujeres de mala vida, usureros” (Pérez y Perrero de Roncaglia, 2008, p.43).
En cuanto a los temas tratados, se muestran con frecuencia aspectos mezquinos de la vida: “La ambición, el sadismo, la hipocresía, la envidia, la cobardía ingresaron a la temática de las novelas poniendo al desnudo relaciones humanas donde se manifiestan los aspectos más sórdidos de la realidad.” (Ídem, p.44).
Como podemos ver, en el cuento “El capote”, el protagonista es un personaje irrelevante, un funcionario con rasgos intrascendentes. También en este cuento se representan aspectos degradados de la vida, como la crueldad y la vanidad de la persona importante. En el cuento se puede ver una fuerte crítica social al respecto, pero, en este caso, el autor la hace a través de la comicidad: en el cuento predomina el tono satírico.
Una característica de este periodo literario es el interés de los autores por la observación directa de la realidad. La pretendida objetividad que buscan se explica por el auge que tienen en esta época las ciencias naturales y sus métodos de análisis de la realidad. Como explican Pérez y Perrero de Roncaglia: “En este siglo se difunden las ideas de Taine, Comte, Spencer y los métodos de estudio experimental de Claude Bernard, todo lo cual contribuyó a favorecer el desarrollo del espíritu científico y el deseo de trasladar esos principios a la literatura” (Ídem, p.44).
En el cuento de Gógol se alude al interés por la observación científica cuando el narrador explica que nadie se interesó por Akaky: “Ni siquiera llamó la atención del naturalista, a quien una simple mosca le provoca la intención de ensartarla con un alfiler y examinarla con un microscopio” (p.288). El comentario es claramente irónico, puesto que la existencia del cuento evidencia lo contrario (sabemos que al menos una persona -el narrador- se interesó por el personaje).
Por otro lado, si bien los personajes y los temas del cuento están en consonancia con los que caracterizan el realismo, Gógol produce innovaciones en el estilo. En el cuento “El capote” vemos la yuxtaposición de momentos altisonantes con momentos cómicos. Ese contraste vuelve al cuento grotesco.
A propósito, Eichembaum explica que, por ejemplo, la narración del cuento comienza con carácter cómico, sobre todo cuando el narrador explica los motivos de la elección del nombre del protagonista. “Sigue luego un despliegue de burlas hasta la frase: «…pero… no replicaba nada», punto que la narración cómica es repentinamente interrumpida por una digresión melodramática caracterizada por los procedimientos del estilo sentimental. Este procedimiento promueve la simple anécdota de «El capote» al nivel del género grotesco” (Eichenbaum, 2002, p.171). El crítico se refiere con esto al momento en que el nuevo compañero de trabajo de Akaky siente compasión por él. El tono solemne que adquiere la narración en este fragmento contrasta fuertemente con el tono cómico precedente, y esto imprime en el cuento un carácter grotesco. La innovación de Gógol está en su estilo, que algunos críticos llaman realismo grotesco.
Por otro lado, el final de “El capote” da un giro hacia el género fantástico por la aparición del fantasma de Akaky, lo cual aleja por completo al cuento del paradigma del realismo. Como explica Cella, en los cuentos de Gógol vemos "rasgos de una narrativa en la que se conjugan rasgos que podrían pensarse como excluyentes, y que sin embargo aquí, en la propuesta gogoliana, son susceptibles de articularse" (Cella, 2015, p.21). Esto sucede en varios niveles. En este cuento vemos que se combinan, por ejemplo, lo real y lo fantástico, el tono solemne y el cómico.