“En cuanto a su puesto (porque entre nosotros, antes que nada, hay que declarar el puesto), era eso que llaman consejero titular –eterno consejero titular-, de los que, como es sabido, se han burlado muchos escritores que tienen la recomendable costumbre de ensañarse con aquellos que no muerden”.
El narrador señala la importancia que le dan las personas al estatus y el rango, y hace referencia a las costumbres de algunos escritores. Respecto a la mención del rango de Akaky, el narrador parece hacerlo para seguir las costumbres, pero sin estar de acuerdo con el hecho de que esa información sea tan relevante, como parece serlo para la sociedad petersburguesa. En cuanto a la costumbre de algunos escritores de “ensañarse con aquellos que no muerden”, el narrador tampoco parece estar de acuerdo, aunque él mismo construye al personaje de Akaky como un antihéroe con rasgos exagerados y satíricos, de manera que la frase puede resultar irónica.
"En una oficina trabajaba un funcionario, de quien poco o nada podía decirse: era bajito, algo picado de viruelas, un poco pelirrojo, se diría que algo miope, con una pequeña calvicie encima de la frente (…)".
El narrador presenta a Akaky Akakievich al lector. En esta descripción, utiliza la indeterminación de sus características físicas para construir la idea de la falta de firmeza en el carácter del personaje. Esta idea se sigue desarrollando a lo largo de la narración. Otro ejemplo es la falta de respeto que muestran a Akaky sus jefes, sus compañeros, y también aquellos considerados de menor rango en la oficina ministerial, como los porteros, quienes “no solo no se levantaban de sus asientos cuando él pasaba, sino que ni siquiera lo miraban, como si se tratara de una de las tantas moscas que cruzaban el vestíbulo” (p.261).
“Hemos referido toda esta historia para que el lector comprenda que no hubo ninguna posibilidad de ponerle otro nombre al niño".
El narrador explica las circunstancias en que se elige el nombre de Akaky, por sospechar que al lector puede resultarle este “raro y rebuscado” (p.260). Hace alusión al destino del personaje y dice que “un cúmulo de circunstancias obligó a darle este nombre” (p.260). Pero además, la explicación del narrador de por qué tomó la decisión de incluir esta información vuelve al relato reflexivo sobre sí mismo: el narrador hace ostensible las elecciones detrás de la construcción narrativa en varias oportunidades, y esto se convierte en una de las características centrales del cuento.
“En cierta oportunidad, un joven que acababa de conseguir empleo y que, siguiendo el ejemplo de los otros, comenzó a tomarse la libertad de burlarse de él, de pronto depuso su actitud y se quedó cortado, como si lo hubieran traspasado con un puñal, y desde entonces pareció que todo había cambiado ante él, surgiendo bajo una apariencia nueva e incontenible”.
Un joven empleado cambia su actitud respecto a Akaky luego de ver una inusual reacción de él frente a las burlas y molestias de sus compañeros: “¡Déjenme en paz! ¿Por qué me ofenden?” (p.261). El joven toma conciencia de la crueldad humana y la estupidez que se esconden tras las actitudes de personas supuestamente educadas. Mucho tiempo después el joven sigue atormentado, sigue escuchando las palabras de Akaky, y en ellas le resuenan otras: “Soy tu hermano” (p.262). Este episodio presagia el giro fantástico del final de la obra (el fantasma de Akaky que atormenta a San Petersburgo). Por un lado, las palabras de Akaky atormentan al joven; por otro, el cambio de actitud del joven es impulsado por “una misteriosa fuerza” (p.262) que lo aleja bruscamente de sus compañeros.
"Sería poco decir que trabajaba con celosa diligencia: no, él trabajaba con amor. Allí, en su eterna copia de documentos, vislumbraba un mundo polifacético y agradable. Su rostro reflejaba gozo, alegría; algunas letras eran sus favoritas (…)."
El narrador ilustra la excesiva dedicación de Akaky a su trabajo. Él prioriza su actividad de copista ante cualquier otra ocupación. Esta situación casi obsesiva lo conduce a relegar la vida social. El narrador cuenta que Akaky camina distraído por la calle y “adondequiera que mirase, siempre veía sus pulcros renglones” (p.263). Los compañeros de Akaky, por su parte, a pesar de tener más vida social después de la hora laboral, están muy preocupados por el ascenso en su trabajo, y en muchas ocasiones, en sus tardes libres, se reúnen con colegas. Por eso, aunque por razones diferentes, tanto en el caso de Akaky como en el de sus compañeros, el trabajo ocupa en lugar en sus vidas que parece excesivo. Así lo sugiere el narrador a propósito de los oficinistas y de “las mil preocupaciones propias y ajenas, y de todo aquello que se impone voluntariamente, casi siempre sin necesidad, el hombre infatigable” (p.264).
“En estas horas, cuando a los más altos dignatarios les duele la cabeza de frío y las lágrimas les saltan de los ojos, los pobres consejeros titulares se ven completamente desamparados”.
Durante la mañana, cuando los oficinistas van camino a su trabajo, el frío boreal de San Petersburgo es muy intenso. La cita muestra, satíricamente, cómo el frío afecta de manera diferente a las personas según la posición que ocupan. Esto se debe a que los abrigos de los “más altos dignatarios” son mejores, mientras que los de los consejeros titulares, a quienes el frío deja “completamente desamparados”, son de una calidad inferior. También dice que el frío boreal es “un enemigo poderoso y terrible de todos los que reciben cuatrocientos rublos anuales de sueldo” (p.265). Este es el caso de Akaky. La diferencia en la calidad de vida de las personas también podemos observarla en la descripción de las diferentes zonas de la ciudad donde vive Akaky y en el comentario del narrador sobre de la casa del asistente que organiza una reunión: “Era un asistente del jefe, y ya vivía a lo grande” (p.278).
"Por supuesto, este sastre no merece una descripción detallada, pero como es norma describir minuciosamente el carácter de cada personaje del relato, no queda otro remedio que presentar al tal Petrovich".
En la cita se observa cómo el narrador reflexiona acerca de las convenciones literarias. En este caso, su tono irónico refleja que no está de acuerdo con la costumbre vigente. Posteriormente, cuando menciona a la mujer de Petrovich, a pesar de no ser un personaje importante, también afirma: “Ya que mencionamos a su mujer, tendremos que decir algunas palabras sobre ella” (p. 266). A pesar de esto, en algunas oportunidades el narrador se permite no dar información detallada, contradiciendo en parte la regla general. Cuando presenta a Akaky dice que “nació, si mal no recuerdo, en la noche que va del 22 al 23 de marzo” (p.260), o al hablar de su herencia: “Solo Dios sabe quién se habrá quedado con todo eso (...)” (p.288).
“Debemos advertir que Akaky Akákievich solía expresarse con la ayuda de proposiciones, adverbios y otras partículas que, en realidad, no llegaban a formar un pensamiento coherente. Y cuando se trataba de un asunto complicado tenía la costumbre de no acabar la frase (…)”.
Esta cita continua mostrando la falta de firmeza en el carácter de Akaky. Junto a su descripción física y al trato que recibe por parte de otros personajes, el narrador da forma con esto al carácter inseguro del Akaky. Esta característica del personaje permite explicar las consecuencias de su visita a la persona importante en la que se proponía tratar el asunto del robo del capote. Ante el trato brusco de la persona importante, Akaky “quedó como petrificado, vaciló y tembló con todo el cuerpo, y ya no pudo tenerse en pie. Por suerte, un guardia acudió a sostenerlo. Lo sacaron casi desvanecido” (p.286).
“Desde ese momento, toda su existencia se hizo más plena, como si se hubiera casado o como si otra persona lo acompañara permanentemente, como si ya no viviese solo, sino con una agradable compañera que muy a gusto recorriera a su lado los ásperos caminos de la vida”.
Esta cita muestra el cambio que experimenta la personalidad de Akaky mientras planifica la confección del nuevo capote. Esta ilusión logra sacarlo del aislamiento de su mundo interior. El narrador dice que “se volvió más alegre y de carácter más enérgico (…). De su rostro y de sus gestos desaparecieron la duda, la timidez, en una palabra, todos aquellos rasgos inciertos y vacilantes” (pp.273-274). Por otro lado, el narrador compara este proceso de adquisición del capote con una relación amorosa. Posteriormente a la cita, el narrador relata que “a ratos resplandecía una llama en su mirada”. También, ya vistiendo el nuevo capote, Akaky parece fijarse en las mujeres por primera vez: “corrió, sin saber para qué, tras cierta damisela que se cruzó con él como un relámpago, y que movía con gran alboroto las partes más significativas de su cuerpo” (p.279).
“El trato corriente con sus subalternos era muy severo y sólo constaba de tres frases: «¿Cómo se atreve usted» - «¿Sabe usted con quién está hablando?» - «¿Sabe realmente a quién tiene delante?». Con todo, era un hombre de buen corazón, generoso con sus compañeros, y muy servicial; pero el título de general en el orden civil le había hecho perder la cabeza”.
La cita es emblemática de la preocupación de narrador por el tema del rango y el estatus, y su influencia en el carácter de las personas. La persona importante, una vez ascendida, cambia su manera de ser y utiliza varios recursos para demostrar su poder. Por ejemplo, nadie puede verlo sin una cita previa, que debe seguir varios pasos estrictos y burocráticos. El abuso de poder que ejerce la persona importante se manifiesta de manera decisiva en su encuentro con Akaky, a quien hace esperar demasiado tiempo para demostrar que “él podía hacer esperar a un empleado todo el tiempo que le daba la gana” (p.285).