“Aquí dormía yo cuando era pequeña (...). Ahora también soy como una niña pequeña…” (Liubov, Acto I, p.114) (Símil)
En tanto la acción de la pieza tiene lugar en la finca a punto de ser perdida, toda la obra adquiere un tono nostálgico, encarnado mayormente en Liubov, aristócrata a punto de perder su propiedad. Al llegar a su casa en el primer acto, la protagonista recorre las habitaciones con lágrimas en los ojos, y al llegar al "cuarto de niños" profiere la frase citada. El símil es ilustrativo, en tanto Liubov se compara a sí misma con una niña y, en efecto, el carácter de este personaje bien puede ser considerado infantil, en tanto la mujer parece incapaz de lidiar con problemáticas muy propias de la adultez, como los asuntos económicos.
"(...) escribo como un cerdo" (Lopajin, Acto II, p.127) (Símil)
Lopajin, a pesar de ser un rico terrateniente en el presente, se lamenta por haberse criado en una familia campesina que no le dio ningún tipo de instrucción, lo cual se refleja en sus modales y en su falta de cultura. Este sentimiento de inferioridad respecto de la delicada familia de Liubov le hace hablar de sí mismo como una especie de bestia inculta; en efecto, el símil utlizado por Lopajin refleja esta tendencia a la deshumanización, expresada en la comparación que él hace de sus habilidades para la escritura, comparables a las de un animal tan poco elegante como el cerdo.
"(...) así como, desde el punto de vista de los ciclos naturales, es necesario el animal de presa que devora todo cuanto encuentra en su camino, también tú eres necesario" (Trofimov, Acto II, p.128) (Símil)
Trofimov le habla así a Lopajin, refiriéndose particularmente a su condición de comerciante enriquecido. Mediante su comparación, Trofimov equipara los cambios sociales de los cuales Lopajin es protagonista con los ciclos de la naturaleza: el que fuera hijo de siervos es ahora un comerciante enriquecido, que gana progresivo poder en la medida en que lo pierden los aristócratas, antiguos amos. Para Trofimov, idealista identificado con el futuro y esperanzado respecto del avance de la humanidad hacia mejores fines, la amenaza que representa para la aristocracia el reciente poderío del campesinado no es negativa, sino incluso necesaria, para el progreso de una humanidad que durante demasiado tiempo se organizó en una injusta distribución de las riquezas. En su esquema comparativo, Lopajin ocupa el lugar de un animal de presa, y esto presenta otro aspecto de la reflexión de Trofimov: los cambios sociales, así como los ciclos de la naturaleza, necesariamente se cobran víctimas. En esta pieza, las víctimas del ascenso de Lopajin son Liubov y su familia, en fulminante declive.
“(...) a los mujiks los miran como si fueran bestias” (Trofimov, Acto II, p.128) (Símil)
En un discurso acerca de los necesarios cambios que están teniendo lugar en el contexto histórico en que se desenvuelve la acción, Trofimov denuncia las injusticias en las que se solventó la sociedad rusa hasta el momento, en tanto una fuerte abismo dividía los privilegios de la aristocracia de las desgracias a las que se condenaba al campesinado servil. “Mujik” es como se llamó en Rusia a los campesinos, antes y después de la emancipación que tuvo lugar en 1861. En la época de la esclavitud, el término aludía al campesinado servil; tras la emancipación, “mujik” pasó a ser el término por el cual la aristocracia denominaba a aquellos campesinos o hijos de campesinos que, a pesar de enriquecerse e independizarse económicamente, aquella quería mantener diferenciados de sí. La denuncia de Trofimov apunta expresamente a esta discriminación que sigue teniendo lugar en el presente de la acción, en tanto los aristócratas miran a los mujiks como a seres inferiores.
Esta relación de superioridad-inferioridad ya no está supeditada a lo económico (la aristocracia está en declive en ese sentido), sino a asuntos culturales: quienes se encontraban hasta el momento en un alto estrato social siempre contaron con una educación y cultura elevadas, a la que el campesinado -condenado a trabajar sin descanso y por ende sin tiempo para la instrucción- aún le era negada. La comparación de Trofimov deja ver el alto grado de discriminación: los aristócratas miran a los mujiks como si fueran bestias, es decir, catalogándolos como lo opuesto a lo civilizado hasta el punto de deshumanizarlos.