A finales del siglo XIX, en Rusia, llega a su finca Liubov Adréievna, quien vuelve de París, donde vivió los últimos cinco años, tras la muerte por ahogamiento de su hijo de siete. La finca, cuyo mayor atractivo es un gran jardín de cerezos, corre peligro: la situación económica de la familia está en declive y no tienen dinero suficiente para pagar las deudas, por lo que la propiedad se subastará.
Cuando Liubov llega de París junto a su hija Ania, las esperan familia, amigos, vecinos. Entre estos está Lopajin, un comerciante adinerado cuyo padre fue siervo del padre de Liubov. El hombre siente cariño por la mujer e intenta en varias ocasiones aconsejarla sobre lo que debe hacer con la propiedad: la única opción es que tale los cerezos y construya viviendas para alquilar a los veraneantes. Así obtendría ganancias para cubrir sus deudas. El proyecto le resulta demasiado vulgar tanto a Liubov como a su hermano Gáiev. Para ellos, la idea de vender la casa familiar es demasiado dolorosa. Por otro lado, tampoco pueden terminar de tomarse con seriedad el problema económico que atraviesan.
Los días pasan y la subasta se acerca. Liubov no puede dejar de gastar dinero. Varia, hija adoptiva de esta, espera que Lopajin le proponga matrimonio. Ania se pasea y filosofa junto a Trofimov, quien fuera tutor de Grisha, el hijo muerto de Liubov, y quien sostiene que la humanidad mejorará en el futuro y encontrará la felicidad. En contraposición, otros varios personajes se quejan de sus destinos desgraciados, de sus existencias sin sentido. Firs, un sirviente anciano, despotrica contra la emancipación de los siervos que destruyó el orden social. Liubov sigue recibiendo telegramas del hombre con quien estaba en París, el mismo que la dejó después de despilfarrar su dinero y que ahora, habiendo caído enfermo, le pide que regrese junto a él.
El día de la subasta, Liubov se distrae con una orquesta en su casa cuando regresan de la ciudad Gáiev y Lopajin. Este último anuncia que, tras una negociación, fue él quien terminó comprando la finca.
El último acto cierra con la retirada de la familia Liubov y el comienzo de la remodelación de la finca, ahora propiedad de Lopajin, quien finalmente convertirá el jardín en un sector de casas para alquilar a veraneantes.