La casa de Hanna (imagen visual)
“La casa antigua era igual de alta pero sólo tenía cuatro pisos: una planta baja de piedra labrada y tres pisos con fachada de ladrillos y los miradores, balcones descubiertos y marcos de las ventanas también de piedra. A la planta baja y al vestíbulo se accedía por una pequeña escalera que se estrechaba a partir del primer piso, enmarcada a ambos lados por un zócalo del que partía una barandilla metálica que acababa en un ornamento en forma de caracol. La puerta estaba flanqueada por dos columnas, y desde lo alto de sus arquitrabes dos leones contemplaban la Bahnhofstrasse, cada uno hacia un lado. El pasillo por el que la mujer me había conducido hasta el grifo del patio era la entrada de servicio”.
Luego de ser ayudado en la calle por una mujer desconocida, Michael va a su casa a darle las gracias. Esta casa ya la conocía desde chico y siempre le había llamado la atención. Al mismo tiempo, también formará parte de su futuro, ya que la soñará en repetidas ocasiones, como si estuviera ubicada cada vez en un lugar diferente. Pero siempre la soñará como un espacio seguro y conocido. Es allí donde tendrá los encuentros íntimos con Hanna.
Michael descubre que le gusta Hanna (imagen visual)
“Yo no podía apartar la vista de ella. De su nuca y de sus hombros, de sus pechos, que la combinación realzaba más que ocultaba, de sus nalgas, que se apretaron contra la combinación cuando ella apoyó el pie sobre la rodilla y lo puso sobre la silla, de su pierna, primero desnuda y pálida y luego envuelta en el brillo sedoso de la media. Se dio cuenta de que la estaba mirando. Se detuvo en el momento en que iba a coger la otra media, se volvió hacia la puerta y me miró a los ojos. No recuerdo qué había en su mirada: sorpresa, pregunta, comprensión, reproche. Enrojecí. Por un instante me quedé inmóvil; me ardía la cara. Luego no pude soportarlo más y salí corriendo del piso. Me lancé escalera abajo y llegué a la calle.”
Habiendo ido a la casa de Hanna solo para agradecerle la ayuda anterior, Michael vive una escena muy peculiar. La ve cambiarse de ropa en otra habitación, con la puerta entreabierta. Ella, a su vez, lo ve mirándola, y entonces Michael escapa a la calle, avergonzado por lo que está sintiendo. Es un adolescente de 15 años y recién se está comenzando a encontrar con su aspecto deseante, con sus hormonas y la mujer que va a ver, si bien le parece muy bella, tiene 20 años más que él.
El juicio de Hanna (imagen visual)
“La sala de sesiones tenía a la izquierda una hilera de grandes ventanas, cuyo vidrio esmerilado impedía ver el exterior, pero dejaba entrar mucha luz. […] Algunos de los acusados y defensores estaban sentados de espaldas a nosotros. Era el caso de Hanna. No la reconocí hasta que la llamaron, se puso de pie y dio un paso adelante. […]. Luego reconocí también la figura, la cabeza, que me resultaba extraña con el pelo recogido en un moño, la nuca, las anchas espaldas y los brazos robustos. Estaba muy erguida. Se mantenía firme sobre las dos piernas. Los brazos le colgaban relajados. Llevaba un vestido gris de manga corta. La reconocí, pero no sentí nada”.
En esta ocasión, cuando ya está estudiando Abogacía, Michael asiste a un juicio. Allí reconoce a una de las acusadas. Se trata nada menos que de su amante, Hanna Schmitz. La encuentra algo cambiada, pero muy relajada. Y Michael afirma no sentir nada por ella en aquel momento. Si bien no queda claro si esto es verdaderamente cierto, sí es verdad que no se involucra en el caso y no admite saber que la acusada es analfabeta, lo que quizás le habría ayudado ante la Justicia.
Pertenencias de Hanna en la cárcel (imagen visual)
“Por encima de la cama había multitud de pequeñas fotos y notas sujetas a la pared. […] Eran citas, poemas, frases cortas, también recetas de cocina que Hanna se había apuntado o que, como las fotos, había recortado de periódicos y revistas. «La cinta azul de la primavera ondea de nuevo por el aire», «la sombra de las nubes corre por los campos»: todos los poemas estaban llenos de amor y nostalgia por la naturaleza, y las fotos eran de bosques primaverales, praderas cubiertas de flores, hojas de otoño y árboles, un sauce junto a un riachuelo, un cerezo lleno de rojas cerezas maduras, un castaño otoñal jaspeado de amarillo y naranja. En una foto recortada de un periódico aparecían un hombre mayor y otro más joven, vestidos de oscuro, dándose la mano, y en el joven, que hacía una reverencia ante el mayor, me reconocí a mí mismo. Acababa de terminar el bachillerato, y la foto era de la ceremonia correspondiente, en la que el director me entregó un premio.”
Cuando Michael se entera de que han dejado salir a Hanna de la cárcel por buena conducta, decide ir a buscarla. Sin embargo, al llegar se entera de que ella se ha quitado la vida. Entonces Michael tiene acceso a su celda, en la que encuentra los libros, los recortes e imágenes que Hanna guardaba consigo. Lo más significativo que encuentra son frases referidas a la naturaleza, que ella seguramente habrá extrañado mucho en su encierro, así como una foto del propio Michael, del momento en que había egresado. Michael se encuentra muy emocionado con la noticia y con todo lo que ella había podido conseguir gracias a aprender a leer con él a lo largo de todos esos años en la cárcel.