La generación beat es un fenómeno cultural nacido en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, y extendido a principios de los años 50. A su vez, también se llamó de esta manera a los autores que escribieron sobre ella, entre los que pueden destacarse a William Burroughs como su mayor representante, a Allen Ginsberg, y a Jack Kerouac con su famosa novela En el camino.
La generación beat se caracterizó por llevar adelante un estilo de vida estimulante y extático basado en la experimentación de todas las posibilidades de la vida, especialmente relacionada al sexo y a las drogas. Pero también se trata de un estilo de vida intelectualmente estimulante en el que la escritura y el pensamiento ocupan lugares de importancia. Tal como lo plantea el propio Kerouac:
La Generación beat fue una visión que tuvimos John Clellon Holmes y yo, y Allen Ginsberg más salvajemente todavía, hacia fines de los años cuarenta, de una generación de hipsters locos e iluminados, que aparecieron de pronto y empezaron a errar por los caminos de América, graves, indiscretos, haciendo dedo, harapientos, beatíficos, hermosos, de una fea belleza 'Beat' — fue una visión que tuvimos cuando oímos la palabra beat en las esquinas de Times Square y en el Village, y en los centros de otras ciudades en las noches de la América de la posguerra — 'beat' quería decir derrotado y marginado pero a la vez colmado de una convicción muy intensa. (Kerouac, La filosofía de la 'Generación beat' y otros escritos, 2015, p. 87)
Lo que logran ver estos autores es que en la posguerra y tras la Depresión, muchos jóvenes comenzaban a alejarse de los ideales de sus padres, de su formalidad y apego a las convenciones, y dirigen su valor cultural hacia una actitud inconformista, crítica, experimental y relacionada estrechamente a los grupos marginales y todas las subculturas underground de las grandes ciudades norteamericanas. Además, la denominación beat se relaciona con el mundo del jazz y el ritmo propio de este estilo: los beatnicks eran aficionados a los conciertos de jazz y encontraban en la improvisación musical una vía para lograr estados de trance y de percepción magnificadas.
Publicado en 1959, "El perseguidor" de Julio Cortázar se hace eco de esta generación y propone un personaje que encarna las formas de vida de la generación beat: Johnny Parker, construido a partir del músico Charlie Parker, guarda una estrecha semejanza con personajes representados por los escritores beat. Lo que es más, existe una conexión intertextual muy interesante entre la novela En el camino, publicada por Kerouac en 1957 y "El perseguidor", como se verá a continuación.
El narrador de En el camino es Sal Paradise, un joven con ambiciones de escritor que se arroja a viajar por los Estados Unidos para conocer la vida profunda del país y, especialmente, para experimentar la vida beatnick. El mayor representante de esta vida es Dean Moriarty, un joven al que Sal admira y que encarna el ideal beatnick. De forma análoga, Bruno, el narrador de "El perseguidor", también se dedica a la escritura (es periodista y crítico de música) y admira a Johnny, quien lleva un modo de vida semejante al estilo de la generación beat.
Dean Moriarty es un joven que rechaza las convenciones sociales y la rigidez moral de la época para abrazar una vida de pura experimentación que a menudo lo coloca al borde del colapso. Sal queda fascinado por su energía y su irreverencia, y lo sigue casi ciegamente a lo largo de buena parte de la novela. Sin embargo, conforme avanza la historia, cada vez es más difícil para Sal seguir a su amigo, ya que su conducta se vuelve problemática e incoherente. El personaje de Dean se caracteriza, por ejemplo, por largos monólogos en los que las ideas se superponen de forma fragmentada y no terminan de desarrollarse, algo que Cortázar reproduce en "El perseguidor", en los discursos de Johnny, que no logran desarrollar de forma coherente las ideas que el artista esboza.
La escena del jazz que se representa en ambos textos también guarda estrechas conexiones; en En el camino, los personajes suelen ir a conciertos de jazz y consideran que los músicos tocan como lo haría un dios, algo que se repite de forma muy similar en "El perseguidor", cuando Bruno y los demás escuchan improvisar a Johnny Carter: "en todos ellos tocaba como yo creo que solamente un dios puede tocar un saxo alto" (p. 301). La música es una forma de entrar en un tiempo magnificado que Johnny utiliza para tratar de asirse a la realidad y de comprenderla por fuera de las convenciones sociales. De la misma manera, Dean Moriarty, el personaje de Kerouac, también está en la búsqueda de algo que se escapa a la realidad rutinaria, y eso lo empuja tanto a los conciertos de jazz como a viajar por Estados Unidos. Una noche, en un club de jazz, Dean experimenta la sensación de estar acercándose a "eso", algo que no puede expresar coherentemente, pero que se relaciona con un sentir magnificado de la vida que se encierra en el jazz. La idea de que existe algo, una dimensión más profunda de la realidad que se escapa a la percepción alienada de la rutina cotidiana también está en Johnny, y accede a ella por medio de la música, tal como lo expresa en el siguiente fragmento: "Lo único que hago es darme cuenta de que hay algo. Como esos sueños, no es cierto, en que empiezas a sospecharte que todo se va a echar a perder, y tienes un poco de miedo por adelantado" (p. 303). Al igual que Dean, Johnny no es capaz de expresar con claridad a qué se refiere, puesto que ese algo parece incluso escapar al lenguaje cotidiano y es una experiencia pura, incapaz de comunicar realmente.
Además de estas semejanzas entre los personajes, también existe un trasfondo simbólico compartido por los dos textos, que emerge en algunas imágenes compartidas. En primer lugar, la imagen del ángel aparece en ambos relatos. Sal Paradise, el narrador de En el camino, imagina muchas veces a Dean como el ángel del terror cuya influencia negativa puede empujarlo hacia su propia destrucción. De forma análoga, Bruno también observa a Johnny y a sus amigos cómo "ángeles enfermos, irritantes a fuerza de irresponsabilidad" (p. 318), que ponen de manifiesto su horror al desorden moral y que, en última instancia, también pueden arrastrarlo a la perdición si se deja llevar por ellos. Además de esta asociación de los personajes a su capacidad destructiva, ambos narradores los consideran como idiotas especiales. Para Sal, Dean encarna al idiota sagrado: alguien que no puede valerse por sí mismo, pero que no deja de funcionar como un potente centro de atracción en torno al cual giran todos sus amigos y compañeros. Johnny aparece a ojos de Bruno de la misma manera, como una persona de capacidades limitadas que, sin embargo, tiene un talento enorme para el arte y genera una atracción profunda en los demás. En una ocasión, manifiesta: "Johnny no es un genio, no ha descubierto nada, hace jazz como varios miles de negros y de blancos, y aunque lo hace mejor que todos ellos, hay que reconocer que eso depende un poco de los gustos del público, de las modas, del tiempo, en suma (...) Todo esto prueba que Johnny no es nada del otro mundo, pero apenas lo pienso me pregunto si precisamente no hay en Johnny algo del otro mundo" (p. 332). Más adelante incluso llega a decir: "Creo que lo admiro todavía más por eso, porque es realmente el chimpancé que quiere aprender a leer" (p. 337). Finalmente, hacia el final del texto, Bruno sostiene que Johnny es "Un pobre diablo de inteligencia apenas mediocre, dotado como tanto músico, tanto ajedrecista y tanto poeta del don de crear cosas estupendas sin tener la menor conciencia (…) de las dimensiones de su obra" (p. 356). Así, la percepción de estos genios de conductas destructivas es muy similar en ambos relatos.