Es hora de obrar.
Así instruye Pedagogo al final de los Parados. Sin embargo, lo que vemos en la obra misma es una serie de aplazamientos de la acción, uno tras otro. La acción central que el público espera desde el principio, el asesinato de Clitemnestra, tarda mucho en llegar. Durante la obra, Sófocles explora en diferentes diálogos la relación entre la palabra y la acción.
Cuando iba a buscar el oráculo pítico, para saber cómo había de castigar a los matadores de mi padre, Febo me respondió lo que vas a oír...
Apenas aparece Orestes en la obra, nos enteramos de que visitó el oráculo de Delfos para pedirle consejo a Apolo, y la profecía que recibe es fundamental para la trama.
Es interesante prestar atención a la pregunta de Orestes al oráculo: "¿Cómo debo vengar el asesinato de mi padre?". La pregunta podría haber sido: “¿Debería vengar el asesinato de mi padre?”. Desde el principio, esto plantea ya una cuestión: no se discutirá en la obra si vengar o no a Agamenón, porque para Orestes y Electra la justicia está de su lado"; solo se decidirá cómo hacerlo. Pero es lícito pensar: ¿cuenta Orestes realmente con la aprobación divina para el matricidio que va a cometer, o solo realizó la pregunta equivocada?
Les engañaremos con falsas palabras (...). ¿Por qué, en efecto, me había de ser penoso estar muerto en las palabras, puesto que vivo y adquiriré gloria? Creo que no hay palabra alguna de mal augurio si ella es útil.
Una de las oposiciones clave de la obra es entre palabra y acción; y en su diálogo con Pedagogo acerca del plan para el matricidio, Orestes ofrece el primero de varios argumentos con respecto a esta disyuntiva. “Les engañaremos con falsas palabras” (p.3), confiesa Orestes cuando propone el plan de anunciar en su casa materna su propia muerte, y luego se justifica planteando una relatividad en torno a la idea de verdad y mentira, una relatividad con la cual él justificará su mentira (el hacerse pasar por muerto).
Es interesante, sin embargo, lo que también puede suscitar esta declaración: podríamos tomar a Orestes por un personaje falso, poco confiable, demasiado hábil para el engaño. El espectador/lector debe optar por juzgar a Orestes de la manera que él sugiere, es decir, por sus acciones y su motivación, o juzgarlo por la forma en que lleva a cabo sus acciones, es decir, juzgando su mentira. Una vez que Orestes admite que está dispuesto a mentir, ¿podemos confiar en lo que dice? El dilema planteado se debate en la relatividad de la verdad y la mentira o su absolutismo, y también se propone a modo de gran interrogante: ¿El fin justifica los medios?
Tú, que dices odiar, no odias más que con palabras.
La obra plantea una disyuntiva entre la acción y las palabras. Electra, caracterizada por la expresión directa, por los alaridos o gritos en los que imprime su sentir, se apoya en las palabras para incitar o rogar por la acción, es decir, para reclamar por la venganza contra su madre y Egisto. Las palabras aquí citadas se las dirige a Crisótemis, quien siente lo mismo que Electra, pero no tiene la fuerza o la valentía para pronunciarse abiertamente en contra de los crímenes que han cometido su madre y Egisto, para hacer realmente algo en consecuencia. Electra acusa a Crisótemis de cobarde debido a la carencia de impulso a la acción. Plantea, con su denuncia, la idea de que sin acción no hay verdad; sin acción, las palabras son deshonestas. Si se cree o dice algo, se debe actuar en consecuencia, porque expresarlo con palabras no es suficiente.
No tenían ningún derecho a matar a mi hija. Si, como creo, la mató por su hermano Menelao, ¿no debía por ello ser castigado por mí?
La larga discusión entre Clitemnestra y Electra se centra en uno de los temas clave de la obra: la justicia. ¿Cómo es moralmente correcto comportarse? ¿Cómo reaccionar ante una ofensa? ¿La lógica del “ojo por ojo” es realmente válida? Clitemnestra pone sobre la mesa una lógica según la cual una acción mala debe ser retribuida con otra acción mala. Y, como nos enteramos por el discurso de Clitemnestra, la cadena de venganzas funciona desde antes de que inicie la obra. Agamenón mató a su hija Ifigenia, por lo que Clitemnestra mató a Agamenón. Ahora, a causa de este último hecho, Electra y Orestes quieren matar a Clitemnestra.
ELECTRA: Admiro tu prudencia y aborrezco tu cobardía.
(...)
CRISÓTEMIS: Te falta un espíritu dócil.
El comportamiento de Electra en esta obra habría resultado muy impactante para el público de la época, que no esperaba en las mujeres mucho más que docilidad, silencio, pasividad. De hecho, este ideal antiguo de feminidad se representa en esta obra en el personaje de Crisótemis, quien, a pesar de sentir lo mismo que su hermana, elige ocultar sus sentimientos y someterse al poder vigente. El contraste entre este personaje y el de Electra es abismal. Entre otras cosas, como señala la crítica, hay una fuerte diferencia en cuanto a la expresión/represión de los sentimientos y pensamientos: Crisótemis reprime, mientras que Electra expresa.
Las acciones más justas dañan algunas veces.
Crisótemis, en medio de la disputa con su hermana, pronuncia uno de los parlamentos claves de la obra. Este tipo de aseveraciones funcionan para complejizar la discusión que enfrenta a los personajes. Porque incluso si se acepta el deber de vengador al que está obligado Orestes, y del cual Electra está completamente convencida, esto no quiere decir que Crisótemis no tenga un punto atendible al pedir clemencia a sus hermanos. No por impartir justicia Orestes dejará de perjudicarse a sí mismo: deberá cargar para siempre con la culpa de haber asesinado a su propia madre. Un crimen, llevado a cabo por “buenas razones”, sigue siendo un crimen.
ELECTRA: ¿Eres tú, pues, Orestes?
ORESTES: Mira esta señal de mi padre y reconoce que digo verdad.
Sófocles ofrece una versión distinta a la de Esquilo en lo que respecta al reconocimiento entre Electra y Orestes. En la obra de Esquilo, Electra reconoce a su hermano por sus mechones de cabello, sus huellas y una tela tejida por ella misma. En la versión de Sófocles, el reconocimiento entre hermanos aparece mediado por un elemento que los vincula a su origen común, a su padre: Electra reconoce a Orestes por un anillo que perteneció al mismo Agamenón. La crítica lee esta situación como un énfasis de Sófocles en el amor de Electra por su padre, un amor que motoriza la acción de este personaje y el de Orestes en la obra.
CLITEMNESTRA: ¡Oh, hijo, hijo! ¡Ten piedad de tu madre!
ELECTRA: Pero tú no tuviste piedad de él en otro tiempo, ni del padre que le engendró.
(...)
CLITEMNESTRA: ¡Desdichada de mí! ¡Estoy herida!
ELECTRA: Hiérela de nuevo, si puedes.
El tratamiento de Sófocles del matricidio de Orestes es enormemente significativo, particularmente cuando uno lo compara con la versión previa de Esquilo. En esa versión anterior, por un lado, Electra se dirigía dócilmente al interior del palacio en el momento del asesinato, desapareciendo así del escenario y adquiriendo un carácter más aceptable para los personajes femeninos en la época. En la tragedia de Sófocles, en cambio, la muchacha se sostiene en escena durante el asesinato, que tiene lugar dentro del palacio, puesto que ella tiene la tarea activa de controlar la llegada de Egisto. El público ve en escena, así, a Electra sola, impasible en su determinación, mientras su madre grita de dolor al interior. La joven no solo no se encuentra fuera del escenario mientras asesinan a su madre, sino que tiene una posición activa durante la situación, e incluso impulsa a su hermano, mediante gritos, a concretar el matricidio.
ELECTRA: Orestes, ¿en qué va vuestra obra?
ORESTES: Todo va bien en la morada, si Apolo ha profetizado bien.
Cuando Orestes sale del palacio tras haber asesinado a su madre, Electra le pregunta si todo salió bien. Orestes responde que sí, “si Apolo ha profetizado bien” (p.26). Este “si” que encabeza la condición es de significación central, en tanto deja traslucir que Orestes seguiría permitiéndose dudar acerca de la profecía según la cual Apolo le habría ordenado matar a Clitemnestra. O quizás duda de haber interpretado correctamente el mensaje del oráculo, o de haber hecho la pregunta correcta: la pregunta de Orestes era acerca de cómo vengar a su padre, no si debía hacerlo, y, por ende, lo preguntado no dejaba en verdad espacio para la aprobación o desaprobación del oráculo. Probablemente, así, Sófocles decide trasladar la capacidad de juicio al público, arrojando allí la responsabilidad de decidir si realmente se hizo o no justicia con los hechos mostrados en la obra.