El anillo de Agamenón (Símbolo)
Orestes revela su verdadera identidad ante Electra mostrándole el anillo que lleva puesto, que perteneció a Agamenón. Así, el elemento funciona como un símbolo del linaje común entre los hermanos, y de la fuerza que ejerce la figura del padre en la voluntad y el accionar de ambos personajes en la obra.
La pesadilla de Clitemnestra (Símbolo)
En el segundo episodio, Crisótemis le cuenta a Electra las pesadillas que tuvo Clitemnestra y que tienen por protagonista a Agamenón:
Se dice que ha visto a tu padre y el mío, vuelto de nuevo a la luz; después, habiendo aparecido en la morada, apoderarse del cetro que llevaba en otro tiempo y que lleva ahora Egisto y hundirlo en tierra, y que entonces un elevado ramo germinó y salió de él, y que toda la tierra de Micenas fue cubierta por su sombra (p.9).
El sueño pesadillesco de Clitemnestra funciona como indicio de lo que sucederá, al menos en términos poéticos: puede pensarse que Orestes es ese ramo que germina de Agamenón (de hecho, puede pensarse en las ramas del árbol genealógico) y que restaura el reinado del asesinado tiempo atrás. Así, la pesadilla que tiene Clitemnestra se consolida en la obra como un símbolo de la inminente recuperación del honor de Agamenón y la consecuente reinstauración de su linaje, encarnado en sus hijos, en el palacio de Micenas.
Las libaciones (Símbolo)
En varios momentos de la pieza se menciona la práctica de la libación, que consiste en vertir un líquido sobre la tierra en homenaje a quien yace bajo la misma. La libación recuerda así el riego de una planta, y funciona en la obra como un símbolo de duelo y recuerdo unido a la idea de vida y nuevo crecimiento. Esta conjunción de ideas se reconoce en la obra en torno a los honores que Electra y Orestes le rinden a su padre muerto: la venganza que ellos realizan está motivada por el duelo y el recuerdo pero, a su vez, restaura, de algún modo, el poderío del fallecido en lo que fuera su palacio.
La sangre (Motivo)
En la obra, la sangre aparece como motivo, en tanto se presenta como un elemento constante que atraviesa la trama y que adquiere, a priori, dos significancias que se unen entre sí. Por un lado, la sangre alude al linaje, a los vínculos familiares que entrelazan a la mayoría de los personajes de la obra, y que los conectan también con aquellos que, por muertos, no aparecen en escena pero sí motorizan la acción, como es el caso de Agamenón. Por otro lado, y unido al anterior, la sangre se asocia a la muerte, y particularmente a los asesinatos, tanto los pasados (el de Agamenón y el de Ifigenia) como los que se procuran cometer para vengar aquellos crímenes anteriores.
Los gritos de Electra (Símbolo)
El comportamiento de Electra en la pieza no coincide, como ya se postuló en el análisis, con el esperado para un personaje femenino en la época en que se inserta el drama. La protagonista no cesa, a pesar de los reclamos de los demás personajes, en sus perseverantes alaridos de protesta por el asesinato de su padre, en su constante reclamo de venganza. Así, los gritos constantes de Electra simbolizan la irreverencia del personaje respecto, justamente, a los roles de género que la sociedad impondría sobre la joven.