El campo
Enero se desarrolla enteramente en un contexto rural y, así, elabora el tema del campo. Nefer y su familia viven en un lugar no especificado de la pampa húmeda, posiblemente en la Provincia de Buenos Aires, y trabajan como puesteros y peones de una estancia, es decir, de una propiedad que pertenece a otra familia. En el relato aparecen varios elementos típicos de las escenas rurales argentinas, como los caballos y la doma, las vacas y el tambo, la gran extensión de las llanuras, el consumo de mate y el uso de determinadas prendas, como la rastra de los varones.
Cabe destacar que este es uno de los grandes temas de la literatura argentina desde el siglo XIX. En ese sentido, es posible pensar que esta novela se inserta en la tradición literaria dominante del país. Sin embargo, Gallardo pone énfasis novedosos en su tratamiento del campo. En particular, a diferencia de las grandes novelas rurales argentinas, que suelen concentrarse en las figuras masculinas, como el gaucho o el estanciero y sus hijos, Enero tiene una protagonista femenina, joven, pobre y poco atractiva. A su vez, en el mundo de Nefer se destacan sobre todo las acciones, decisiones y saberes de otras mujeres, como su madre, doña Mercedes o la vieja Borges. En sintonía, las escenas del espacio doméstico son abundantes: con frecuencia encontramos a las mujeres de la novela dentro de la casa, realizando tareas típicamente femeninas, como cocinar, coser o limpiar.
La violencia sexual
En sintonía con su original tratamiento del campo como gran tema, esta novela también narra la violencia sexual desde un punto de vista innovador para la literatura argentina, acompañando la perspectiva de la afectada, es decir, la de Nefer.
En el casamiento de su hermana Porota, la protagonista descubre que el Negro está con otra chica. Esto le resulta tan angustiante que necesita alejarse un poco de la celebración. Entonces es interceptada por Nicolás, que la fuerza y la viola en medio del campo.
El modo en el que Gallardo construye la escena es muy potente, porque entremezcla y superpone la voz narradora con la voz de la conciencia de la protagonista, como si leyéramos directamente los pensamientos del personaje: "El hombre tiene bigotes y olor a vino, hace calor, las ramas de los árboles son un mundo, el Negro está con Delia, el hombre suda, hace calor, me ahogo, ah Negro, Negro, qué me has hecho..." (13-14). Otra cuestión fundamental, en este sentido, es que la novela nunca usa palabras como "violación" o "abuso" para referirse a esta escena, sino que transmite las imágenes, emociones y sensaciones de Nefer para presentarla como una escena de violencia sexual.
La violación, además, marcará la vida entera de Nefer, ya que quedará embarazada y se verá obligada a casarse con el violador y a tener ese hijo que no quiere. Esta dimensión de la violencia contra la protagonista está reforzado por el modo en el que la tratan los demás, en particular, su madre, que la acusa de "atorranta" (41) y la culpabiliza por el hecho.
El aborto
Enero es una novela pionera en Argentina y en América Latina por tratar el tema del aborto. La obra aborda la cuestión de manera inédita para la época, ya que, en vez de criminalizar el aborto, parte de la base de que es una práctica real, posible e incluso deseable, a la que las chicas y mujeres recurren en diversas circunstancias, a pesar de que a fines de los años cincuenta es ilegal en todos los países de la región. Es preciso señalar que, de todas maneras, al final de la novela Nefer no logra acceder a la interrupción del embarazo, sino que es obligada a casarse con Nicolás y a tener el bebé.
Desde el comienzo sabemos que Nefer no quiere estar embarazada, no quiere darle continuidad a la gestación y no quiere tener un hijo. En consecuencia, a lo largo de todo el relato, la protagonista contempla diferentes formas de interrumpir el embarazo. No obstante, la joven nunca usa palabras como "aborto" para referirse a ello. De hecho, uno de los procedimientos narrativos más destacados de la novela es el uso de eufemismos a la hora de abordar el tema, tanto en la voz de la protagonista y en las de otros personajes como en la voz narradora. Así, en varias ocasiones se habla de arreglar el asunto; tras visitar al médico, la madre de Nefer le dice que al día siguiente "acabarán" con todo (67), y la chica le pide que la ayude a "sacarse" todo (71). Una única vez es explicitado el término "abortar" (75), cuando Nefer recuerda las palabras de su madrina, para quien se trata de un crimen peor que el asesinato.
También se usa la elipsis, es decir, la omisión del término, de manera tal que los lectores, por contexto, podemos inferir que la narración se refiere al aborto sin que haya una mención explícita. Por ejemplo, Nefer piensa: "Tal vez si galopo mucho" (20), considerando que andar intensamente a caballo pueda provocarle la pérdida del embarazo. De modo semejante, después de ir a la casa de la vieja Borges, la joven le dice a Capitán: "Yo pensé que si iba a casa de, de alguna persona me podría... a casa de... Tal vez si Dios me ayuda... ¿Dios? ¿Y si rezo? ¿Y si rezo un avemaría y tres credos y sucede un milagro?" (38-39). En esta cita, los puntos suspensivos marcan la elipsis, y la idea de "milagro" puede entenderse como un nuevo eufemismo.
Las clases sociales
La desigualdad entre personas de diferentes clases sociales es otro aspecto central de esta novela. Si bien todos los personajes viven en el ámbito rural, Nefer y su familia son peones y puesteros, es decir, pertenecen a la clase baja de trabajadores del campo. Por su parte, la clase alta está representada por doña Mercedes, patrona de la estancia, y su familia.
Por un lado, esta desigualdad se ve plasmada en el hecho de que los miembros de la familia protagónica están constantemente trabajando en tareas domésticas o rurales. Por el otro, se pone de manifiesto una desigualdad de poder entre ricos y pobres, ya que doña Mercedes es quien ordena las vidas de los demás, al punto tal que decidirá que Nefer debe casarse con Nicolás y tener al bebé.
Así, la desigualdad de clase se entrelaza de manera interseccional con cuestiones de género en la figura y en la situación de Nefer. Desde el comienzo, la novela deja en claro que, a diferencia de lo que ocurre con las pobres, el aborto es una práctica accesible para las chicas y mujeres adineradas: "Las ricas son otra cosa. Piensa en Luisa, que a esta hora se sentaría en el comedor de la estancia. Su madre había dicho: «Éstas son todas así, se revuelcan con cualquiera pero nadie se entera. Se las saben arreglar»" (10).
La iglesia católica
El poder de la iglesia católica en el ámbito rural argentino es otra cuestión ampliamente tematizada en esta novela. A pesar de que la zona no cuenta con un cura propio que viva en el pueblo, doña Mercedes se encarga de que un sacerdote visite la capilla local al menos una vez por año, cuando se celebra la misión. Las misiones son campañas específicas para evangelizar y llevar a cabo el culto en zonas donde la iglesia no tiene una presencia sólida. Así, como explicita la propia novela, se trata del momento en el que se realizan misas, confesiones, bautismos, comuniones y hasta casamientos.
De este modo, la iglesia tiene el poder de organizar y regular los vínculos familiares y sociales del pueblo y las estancias aledañas. A su vez, a través de la confesión, el sacerdote puede estar al tanto de todo lo que ocurre en la zona. Este poder de control de la iglesia se pone de manifiesto cuando Nefer se presenta a la misa que da comienzo a la misión y tiene miedo de contarle al cura que está embarazada: sabe que pueden castigarla. Esa secuencia también da cuenta del poder de la iglesia con respecto a las mentalidades y a la moral del campo: Nefer cree que ha cometido un pecado y que debe confesarlo para limpiar su alma. Asimismo, será la moral cristiana de doña Mercedes la que dictamine el destino de la protagonista, ya que, en sintonía con el catolicismo, la patrona sostiene que el aborto es un crimen.
El amor
Enero es, asimismo, una historia sobre el amor no correspondido. Tal como se narra en las primeras páginas, la protagonista ve al Negro Ramos por primera vez en una doma de caballos y se enamora instantáneamente del joven, que tiene fama de buen jinete. Sin embargo, él no le presta atención; ni siquiera la nota. Nefer espera ansiosa el casamiento de su hermana Porota para poder verlo, y hasta se confecciona un vestido nuevo para la ocasión, con la ilusión de que se fije en ella. Este amor no correspondido moviliza toda la novela, pues, al ver que el Negro se presenta en la fiesta con otra chica, Nefer se aleja de la muchedumbre, y es entonces cuando Nicolás la viola. Es por ello que, al comienzo, sostiene que el embarazo es "culpa" (10) del Negro, a pesar de que él no sea el padre.
Nefer es una adolescente enamorada y, como tal, fantasea sin cesar con escenarios románticos. Algunas de estas ensoñaciones amorosas son felices y otras, trágicas y violentas. Por ejemplo, al comienzo se imagina casada con el Negro y viviendo en familia junto al bebé, pero luego visualiza su propia muerte como el momento en el que él por fin la mira. Además, fantasea con el sufrimiento de Delia, la novia del muchacho:
Tal vez se le enrede el pelo en un talar y se quede días y noches gritando sin que la oigan, o se le dispare la yegua del sulky y la voltee con las patas por el aire justo cuando el Negro esté mirando, y esté yo cerca también, y el Negro me mire y nos riamos juntos, y ya después seamos amigos, y en los bailes yo sea la más linda y él venga derechito a sacarme a bailar, y ella nos vea y se reviente de envidia, y no tenga más remedio que ir a nuestro casamiento, y para casarme me haré un vestido de raso con cola larga, y guantes puestos, y entonces, así... (39)
El suicidio
A lo largo de todo el relato se ponen de manifiesto la angustia, el miedo y la preocupación como las emociones destacadas de Nefer desde que fue violada y quedó embarazada. Como se ha mencionado, la protagonista no quiere dar continuidad a esa gestación y no quiere tener un hijo. En ese contexto, contempla con recurrencia la opción del suicidio.
Ya en los primeros párrafos de la novela leemos que Nefer tiene "ganas de morir" (9). Un par de días más tarde, tras visitar la casa de la vieja Borges sin haberse animado a pedirle que le practique un aborto, la joven le dice a su perro: "Desgraciada. Soy desgraciada. Más me valiera estar muerta. Sí. Más me valiera. Más me valiera morirme ahora mismo" (38). Este tipo de pensamientos se repiten varias veces en la conciencia de Nefer, quien incluso fantasea con escenarios fatales, como que se caiga el techo del galpón y la aplaste, y se imagina clavándose un cuchillo en la barriga para ponerle fin a su problema.