Resumen
Tres meses más tarde (Julio de 2012)
Marianne está en un supermercado de Carricklea, donde queda por el fin de semana, y habla por teléfono con Joanna. Su amiga describe su nuevo trabajo y Marianne le pregunta si le resulta angustioso entregar su tiempo a cambio de un salario. Cuando corta el teléfono, Marianne se encuentra con Lorraine y Connell. Su conversación es incómoda, porque rompieron al final del semestre, cuando Connell de pronto le dijo a Marianne que volvería a Carricklea por el verano y que podrían ver a otras personas.
Al salir del supermercado, Connell lleva a Marianne a su casa. Tienen una charla formal y forzada. Marianne recuerda una ocasión en que Connell le pidió que le enviara fotos desnuda, prometiendo que las borraría al instante. Ella le había respondido que si él le enviara una foto, ella la miraría hasta el último día de su vida.
Ahora en el auto, Connell le pregunta a Marianne por su nuevo novio, Jamie, un chico que forma parte del grupo de Marianne en la universidad y que, según Connell, siempre se sintió atraído por ella.
Antes de esta última ruptura, Connell y Marianne estaban en una fiesta, en la piscina de la casa de un compañero de clase adinerado. Connell se había mostrado públicamente afectuoso con Marianne por primera vez, lo que a ella la gratificó profundamente, pero unos días después la dejó y anunció que se iría a Carricklea por todo el verano.
En el auto desde el supermercado, Marianne le cuenta a Connell que está en Carricklea por el fin de semana, para asistir a la misa del aniversario de fallecimiento de su padre. Connell se ofrece a asistir a la misa.
Seis semanas más tarde (Septiembre de 2012)
En Dublín, Marianne y Connell se reúnen para tomar un café. Mientras hablan de otra cosa, Connell recuerda hacia sus adentros el proceso de su ruptura el verano anterior, cuando él le dijo que se iría a pasar el verano a Carricklea. Connell había perdido su trabajo y sabía que no podría pagar el alquiler en Dublín por varios meses. Su amigo Neill le había preguntado por qué no se quedaba en lo de Marianne, ya que de todos modos pasaba allí la mayoría de noches de la semana. Pero Connell no había encontrado el momento para consultar esto con Marianne. Había pospuesto la pregunta porque le incomodaba, sentía que se trataría de caridad. Marianne ya pagaba un montón de cosas en la pareja, y siempre lo hacía con naturalidad y sin darle importancia. Pero cuando Connell finalmente le comentó que no podría pagar el alquiler, ella interpretó que él le estaba anunciando que quería cortar la relación para volverse a Carricklea. Sin saber cómo, la conversación avanzó sin que Connell la pudiera controlar, y él le dijo que seguramente ella querría estar con otras personas en el verano. Ella, muy nerviosa, respondió que sí y él dejó el departamento, y esa fue la última vez que hablaron hasta encontrarse en el supermercado. Poco después de su separación, Marianne empezó a salir con Jamie.
Deprimido y confundido en Carricklea, Connell se había emborrachado mucho con viejos amigos de la escuela. En una de esas noches se topó con Paula Neary, una profesora que solía insinuársele en el colegio. En estado de ebriedad, Connell se había ido a casa con Paula, quien había intentado agresivamente tener sexo con él. Connell, mareado y a punto de vomitar, finalmente logró detenerla y salir de su casa, pero la experiencia lo perturbó.
En el café de Dublín, Marianne habla con Connell sobre su nuevo novio, Jamie. Ella le dice a Connell que a Jamie le gusta ser violento con ella cuando tienen relaciones sexuales. Connell está molesto por esto, pero Marianne le dice que fue idea suya asumir un papel sumiso. Si bien le duele físicamente, dice, es emocionalmente gratificante experimentar con la dinámica de poder de la relación, desempeñando el papel de una persona dominada. Connell le pregunta si estaba interesada en este tipo de experimentación cuando estaban juntos, y ella dice que no: no había necesidad de representar con él el papel de sumisa, dice, porque realmente habría hecho cualquier cosa que Connell le dijera. Luego, Marianne le pregunta a Connell sobre su verano y él se dispone a contarle sobre Paula Neary.
Cuatro meses más tarde (Enero de 2013)
Unos meses más tarde, Marianne está con varios amigos en su apartamento. Hablan de sus recientes exámenes de becas. Marianne se siente segura de sus resultados, aunque en realidad no necesita dinero para una beca: se trata más bien de validar su inteligencia. Su amiga Peggy se ha vuelto algo agresiva y seguidamente se burla de ella delante de sus amigos, lo que hace que Marianne se sienta incómoda. Está igualmente molesta con su novio Jamie, quien insinúa que él podría haber obtenido una beca, aunque todos saben que no es inteligente. Muchas cosas que él dice le molestan. Pero por alguna razón, cuando Marianne intenta decirle a Peggy que quiere romper con Jamie, Peggy se enoja y la convence de que está equivocada. Mientras la reunión de amigos continúa, Connell llama a Marianne desde un número extraño. Lo han asaltado y no tiene teléfono ni dinero. Marianne le dice que tome un taxi hasta su apartamento. Lo hace, y Marianne se sorprende al ver que está sangrando y que claramente ha sido golpeado. Lo hace entrar a la casa y Connell cuenta a todos lo sucedido, aunque en pocas palabras. Jamie inicia una discusión al hablar de los ladrones drogadictos, estigmatizando por completo el relato. Luego todos, incluso Jamie, se van de la casa de Marianne, quien queda a solas con Connell.
Cuando se habían reunido en aquel café meses atrás, Connell le había contado a Marianne sobre el comportamiento de Paula Neary, y Marianne, furiosa, le había dicho a Connell que quería degollarla.
Semanas antes de que asaltaran a Connell, Marianne pasaba las vacaciones con su familia cuando su hermano Alan se comportó muy violentamente con ella: la amenazó y la escupió. Denise, madre de Marianne, no intervino, excusándose en que era muy duro para Alan que su hermana gozara de una linda vida en la universidad. Tanto frente a Alan como frente a su madre, Marianne había tratado de sortear el conflicto quedándose en silencio.
En la casa de Marianne en Dublín, cuando los demás se retiran, ella y Connell hablan a solas. Connell le dice que preferiría que ella estuviera con cualquiera antes que con Jamie, y le pregunta si realmente lo ama. Luego le dice a Marianne que tiene una novia, Helen, a quien ama. Marianne rompe a llorar y le pide que se vaya. Él, con sentimiento de culpa, le recuerda que necesita dinero en efectivo para llegar a casa, lo cual ella le da, disculpándose por haber olvidado lo del robo por un instante. Antes de irse, Connell le dice a Marianne que no entiende qué pasó meses atrás. Le cuenta que él esperaba poder quedarse en el departamento de ella, que eso fue lo que había ido a decirle. Ella se sorprende, angustiada, le dice que él nunca le dio a entender eso, que ella no habría tenido problema. Luego, Connell se va.
Al día siguiente, con Jamie y sus amigos, Marianne finge que fue un estorbo para la aparición de Connell en la casa.
Análisis
En estos capítulos, la particular forma narrativa de la novela, detallada en análisis anteriores, funciona en conjunto con la intriga de la trama. El juego de ida y vuelta en el tiempo que se presenta en el relato va construyendo versiones distintas de un mismo conflicto: el de la súbita ruptura de la pareja protagonista. Este hecho y los subsiguientes no se narran cronológicamente, sino que el relato nos sitúa en un presente donde todo ya ha sucedido con anterioridad. Así, nos encontramos a la ex pareja meses después de la separación, para ir reconstruyendo poco a poco lo que desencadenó la ruptura.
Todo esto es narrado, en un principio, desde el punto de vista de Marianne, ya que la voz en tercera persona focaliza en ella. De esta manera, nos aproximamos a los hechos con el mismo desconcierto y la falta de sentido que la protagonista femenina les adjudica: para Marianne, todo iba perfectamente bien en la relación hasta que un día Connell apareció en su casa para anunciarle que rompía con ella y se volvía a Carrickle. Esta primera parte de la aproximación al conflicto, como dijimos, se presenta a través de la interioridad de Marianne. Así, el relato retoma varias situaciones de un pasado bastante estable y feliz junto a Connell, y todas estas escenas culminan con un abrupto: “Unos días después le dijo que se marchaba de Dublin todo el verano” (p.117).
Es solo cuando el relato toma el punto de vista de Connell que logramos comprender la situación, ligada al problema económico del protagonista masculino. El joven también se desconcierta con la escena de ruptura, básicamente porque se trata de un malentendido que se le escapa de las manos: él iba a anunciarle a Marianne que ya no podría pagar su departamento e iba a preguntarle si podía quedarse con ella, pero la joven interpreta rápidamente que él está queriendo irse todo el verano y salir con otras personas, y el diálogo, ya colmado de emociones, se transforma en un abismo indomable para ambos interlocutores.
Lo que todo esto pone en escena es, por un lado, la variedad de interpretaciones que un mismo hecho puede tener para los distintos integrantes de una relación. En dichas interpretaciones, ocupa un rol preponderante las respectivas inseguridades de cada uno. Marianne, que siempre encuentra dificultades para sentir que merece amor, tiene a flor de piel de forma constante la posibilidad de que Connell la deje, y es lo primero que piensa cuando él señala que debe irse de su casa.
Connell, por su parte, vive atravesado por problemas económicos, sobre todo por la diferencia de status que tiene en relación con Marianne y sus amigos; por esto mismo posterga una y otra vez el consultarle a su novia si puede quedarse en su casa, puesto que lo siente como un gesto de caridad:
Aquello se parecía demasiado a pedirle dinero. Marianne y él nunca hablaban de dinero. No habían hablado nunca, por ejemplo, del hecho de que la madre de Marianne le pagara dinero a la suya para que le fregara el suelo (p.123).
Finalmente, un conjunto de cuestiones no habladas durante demasiado tiempo deja que germinen, al interior de Marianne y Connell, diversas inseguridades e interpretaciones sobre la realidad. Tras la confusa ruptura, Connell llega incluso a pensar que en verdad “todo ese tiempo Marianne había querido salir con otro”, y que “seguramente se alegraba de que hubiese tenido que marcharse de Dublín porque no tenía un céntimo. Quería un novio cuya familia la llevara a esquiar de vacaciones” (p.125). Y si bien sabemos, puesto que accedemos a la interioridad de Marianne, que eso no es verdad, sí queda en evidencia que la diferencia de clases configura una problemática no saldada en la relación. Connell nunca deja de sentirse incómodo, no solo en lo que se refiere a Marianne, sino también en relación con la mayoría del círculo que la rodea, los estudiantes de Trinity, hijos de familias adineradas y acostumbradas a un tipo de vida muy distinto al del protagonista masculino. Para Connell, adquirir una beca universitaria es una cuestión determinante en términos materiales, puesto que sin ese dinero se le dificulta continuar sus estudios. Para Marianne y su grupo, por el contrario, se trata de una mera demostración de mérito académico, una cuestión más bien simbólica.
Es esta diferencia de clases, en gran parte, la que produce la distancia que provoca la ruptura. Para Connell, pedirle a Marianne un lugar donde vivir es humillante, siente que ella ya paga demasiadas cosas en la pareja. Marianne, quien no parece reparar en lo más mínimo en cuestiones económicas, supone que él simplemente se fue a Carrickle para romper con ella. Esta situación deja ver que Marianne, a pesar de su disposición a hacer todo lo posible por Connell, simplemente no puede imaginarse lo que significa tomar decisiones basadas en el dinero. Cuando él le explica, ya mucho tiempo después, su versión de los hechos, Marianne está completamente confundida: no puede entender por qué Connell no le pidió directamente quedarse en su casa, puesto que no puede comprender la vergüenza e incomodidad que él siente en relación a los temas de dinero.
A medida que siguen avanzando las escenas en Trinity, conocemos en mayor profundidad a los personajes secundarios que tienen lugar en ese ámbito y sus funciones en la trama. Tanto Peggy como Jamie, principalmente, configuran obstáculos en la relación de la pareja protagonista, puesto que exacerban las tensiones que distancian a Marianne y Connell.
En el caso de Peggy, su principal influencia sobre Marianne tiene que ver con su capacidad para detener a la protagonista cada vez que esta quiere terminar su relación con Jamie. Al igual que este último, Peggy parece apegarse a Marianne más por una voluntad de controlarla que por real afecto hacia ella. Este personaje aprovecha su poder sobre Marianne para burlarse de ella frente a otros y luego manipularla para que la perdone.
Esta relación de amistad funciona, a su vez, para desarrollar aún más esta faceta de la personalidad de Marianne, basada en su relación con la humillación y el dolor. Peggy deja en evidencia, una vez más, un tipo de comportamiento muy típico en Marianne: la no reacción frente a la provocación, la aceptación de la violencia como un modo de evitar el conflicto a cualquier precio.
En estos capítulos, la protagonista femenina se establece un fin de semana en Carrickle, y lo que sucede mientras pasa los días con su familia sirve para comprender algunas decisiones que Marianne toma en el presente en relación a lo vincular. Alan y Denise, hermano y madre de la protagonista, infligen constantemente violencia sobre Marianne. Alan parece disfrutar de insultar y humillar a su hermana, y el hecho de que ella no reaccione a sus provocaciones no hace sino aumentar la violencia del joven. Alan termina escupiendo a Marianne, y a Denise no parece importarle: justifica el comportamiento de su hijo varón alegando que es difícil para él que Marianne sea una estudiante exitosa.
El comportamiento de estos personajes pinta rápidamente un panorama de la carga familiar que pesa sobre la psiquis de la protagonista, y el relato sugiere allí una explicación para las elecciones y decisiones de Marianne en su vida adulta. La joven pide a Jamie que la golpee y deja que Peggy la humille, en parte, porque está acostumbrada a que sus vínculos la lastimen. Al mismo tiempo, la novela también sugiere que Marianne replica algo más de su entorno familiar en sus vínculos adultos: así como se siente superior intelectualmente a su hermano Alan, parece sentirse cómoda al rodearse de gente a la que no respeta demasiado, como Jamie, puesto que esto le permite gozar de algún tipo de control sobre el otro.
“A lo mejor es que quiero que me traten mal, no lo sé”, confiesa Marianne ante Connell, “A veces creo que me merezco que me ocurran cosas malas porque soy mala persona” (p.133). Atacada y agredida constantemente desde pequeña por los miembros de su familia, Marianne se acostumbró a recibir este tipo de trato de los demás, y a volver a este trato como algo indisociable del afecto. La frase citada, aunque aplica a la relación de la protagonista con Peggy, es referida por Marianne cuando confiesa a Connell que mantiene relaciones sexuales violentas con Jamie. Ella no parece realmente disfrutar los golpes o las asfixias a las que es sometida, pero de algún modo se siente cómoda en el lugar de sumisión y humillación. “Jamie comenzó a atarla y a golpearla con diversos objetos”, nos dice el narrador, y luego refleja lo que sucede al interior de la protagonista:
Cuando Marianne piensa en lo poco que lo respeta, se siente una persona repugnante y empieza a odiarse a sí misma, y estos sentimientos desencadenan en ella un deseo incontenible de que la subyuguen y en cierto modo la machaquen (p.137).
Marianne se siente superior a Jamie, y si bien este sentimiento por momentos le agrada, la mayoría del tiempo le repele. De algún modo, lo que el relato sugiere es que para Marianne se hace más fácil sostener una relación en la que no desea estar si, como parte de esta, recibe violencia física. Es, de cierta forma, una suerte de castigo, de renuncia al poder, que la tranquiliza.
Lo más interesante en torno a esto es, sin embargo, lo que refleja acerca de la relación de poder entre Marianne y Connell. “Contigo no necesitaba jugar a ningún juego (...) Era real” (p.134), responde ella cuando Connell le pregunta por qué nunca propuso esas prácticas violentas en todo el tiempo que ellos estuvieron juntos. Y continúa:
Con Jamie es como si estuviese interpretando un papel, me limito a fingir que siento eso, que estoy en su poder. Pero contigo la dinámica ya era así realmente; yo tenía de verdad todos esos sentimientos, habría hecho cualquier cosa que me hubieses pedido (p.134).
Si bien a lo largo de la novela tanto Marianne como Connell van alterando su posición jerárquica y de poder en diversos entornos, al interior de la pareja la dinámica siempre se sostiene, subrepticiamente, bastante igual: es Connell quien tiene, desde un principio, mayor poder sobre Marianne. Connell está al tanto de este desbalance de poder, en tanto reconoce que es él quien puede darle o quitarle la felicidad a la protagonista femenina. Marianne no precisa que Connell ejerza violencia física sobre ella para sentirse bajo su poder, porque él ya ejerce un poder psicológico, emocional, sobre ella, como no lo hace ningún otro personaje de la novela.