“Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya” (Capítulo 1, p. 19) (Metáfora)
Cuando Pascual comienza su relato, describe los diferentes caminos a los que la vida puede llevar a cada uno, caminos felices e infelices. Utiliza esta metáfora para hablar de las marcas imborrables como tatuajes que el destino le ha dejado, mientras que a otros, los más afortunados, pueden perfumarse, acicalarse con cariño, es decir, no han tenido dificultades serias.
“El pueblo estaba a unas dos leguas de Almedralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días - de una lisura y una largura como usted para su bien no puede ni figurarse – de un condenado a muerte” (Capítulo 1, p. 19) (Símil)
En este fragmento del inicio de su relato, Pascual utiliza el símil para comparar la extensión de la carretera con la angustia del hambre o la ansiedad del condenado a muerte. Los recuerdos de tiempos menos infelices remiten a Pascual a la fatal realidad en que se encuentra. Todo le recuerda su pronta muerte. Por otro lado, personifica al pueblo, haciéndolo agacharse, sumiso, frente al paso de la modernidad: la carretera que lo conecta con un pueblo mayor.
“Estaba en la misma postura que una lechuza ladrona a quien hubiera cogido un viento” (Capítulo 5, p. 53) (Símil)
El símil es un recurso muy utilizado por el narrador. En esta frase describe la postura en que fue encontrado Mario muerto. La comparación con la lechuza, símbolo de la muerte, adquiere especial relevancia en este fragmento y sigue la línea del absurdo, de la animalización y del grotesco que se encuentran en toda la novela.
"Y allá se marchó, jineta sobre la hermosa yegua, espigada y orgullosa como una infanta..." (Capítulo 8, p. 80) (Símil)
Cuando Pascual ve irse a su esposa, embarazada, sobre la yegua que más tarde habría de provocarle el aborto, la compara con una infanta. Esta comparación no es casual, dado que Lola no es noble, pero él la ve como si lo fuera. La imagen deja entrever la aspiración de Pascual de ascender en la escala social.
"Me confesé, y me quedé suave y aplanado como si me hubieran dado un baño de agua caliente" (Capítulo 7, p. 71) (Símil)
Antes de casarse, Pascual se confiesa. La sensación de alivio y desahogo que siente se compara con un baño. Es notable que los efectos de la descarga espiritual sean percibidos como un beneficio en el cuerpo. Pascual vuelve a buscar la confesión en varias ocasiones. La religiosdad, latente en toda la obra, es una marca muy potente de la cultura rural española.