“Esa preocupación, tan propia de los artistas, de que la arena del reloj pueda escurrirse antes de que hayan culminado su tarea y logrado su plena realización” (Capítulo 1, p.19) (Metáfora)
Esta metáfora aparece en el Capítulo 1, cuando el narrador da cuenta de la extrema dedicación de von Aschenbach a su obra literaria debido al excesivo temor a “no llevar su obra a término” (19). La metáfora genera un paralelismo entre la vida de las personas y el tiempo que marcan los relojes de arena, coincidiendo el fin de la vida con el momento en que la arena se escurre del todo hacia el extremo inferior del artefacto. Cabe mencionar que la entrega desmesurada de Aschenbach para con su obra se detiene desde el momento en que conoce a Tadzio en el hotel del Lido. A partir de entonces, el escritor deja de involucrarse con su trabajo y, de hecho, muere sin completarlo.
“Esa extraña embarcación, que desde épocas baladescas nos ha llegado inalterada y tan peculiarmente negra como sólo pueden serlo, entre todas las cosas, los ataúdes” (Capítulo 3, p.49) (Símil)
Al dirigirse al hotel donde irá a establecerse en el Lido, Aschenbach realiza esta comparación mientras reflexiona acerca de la góndola que lo transporta a través de los canales venecianos. En términos literales, la comparación solo busca dar cuenta del color similar entre los ataúdes y la embarcación. Sin embargo, la imagen trae consigo un sentido simbólico vinculado a la alegoría del viaje como la muerte. Este segundo significado se potencia, además, si consideramos la descripción realizada sobre el extraño personaje que conduce la góndola, quien rápidamente es asociado por Aschenbach a Caronte, el barquero del inframundo de la mitología griega: “«Es verdad que conduces bien. Aunque hayas puesto los ojos en el dinero que llevo y me envíes a la mansión de Hades con un buen golpe de remo por detrás, me habrás conducido bien»” (44).
“Esa visión suscitó en el observador evocaciones míticas: era como un mensaje poético llegado desde tiempos arcaicos, desde el origen de la forma y el nacimiento de los dioses” (Capítulo 3, p.57) (Símil)
Esta imagen se nos ofrece la segunda vez que von Aschenbach se encuentra ante la presencia de Tadzio, en esta oportunidad en la playa del hotel donde el niño juega con sus amigos en la arena. La imagen presenta al niño como un ser cuya belleza está más ligada a plano espiritual que a lo mundano. Tal como analizamos en el tema “La cultura clásica”, La muerte en Venecia contiene muchas referencias a la filosofía griega, presentadas a partir de las reflexiones que realiza Aschenbach sobre Tadzio. Principalmente, el escritor recurre a los fundamentos filosóficos de Platón para idealizar el deseo que tiene por el muchacho. Así, la noción del ideal platónico sostiene que las formas que percibimos con nuestros sentidos son solo una expresión imperfecta de las formas que pertenecen al plano de las ideas. Para dar cuenta de la belleza del niño, Aschenbach lo relaciona de inmediato con el ideal griego de belleza, e incluso llega a compararlo con los propios dioses.
“Más aún, su aspiración era trabajar en presencia de Tadzio, escribir tomando como modelo la figura del efebo, hacer que su estilo siguiera las líneas de su cuerpo, en su opinión, divino, y elevar su belleza al plano espiritual, como en cierta ocasión el águila elevara al éter al pastor troyano” (Capítulo 4, p.77) (Símil)
Este pasaje se suma a otros tantos en los que Aschenbach acude al imaginario de la mitología griega en busca de referencias para comparar con la belleza de Tadzio. En este caso en particular, nuestro protagonista reflexiona acerca de su deseo de escribir inspirándose en el carácter divino del niño para transformar, de este modo, su belleza exterior en ideas y pensamientos perfectos. Para ello recurre a la comparación con el mito griego de Ganimedes, un hermoso príncipe de Troya del cual se enamora el dios Zeus. Obstinado en quedarse con Ganimedes, Zeus aprovecha que el joven estaba cuidando un rebaño de ovejas para raptarlo con la ayuda de un águila y llevarlo consigo al Olimpo, el hogar de los dioses.
“Sí, por más que a nuestro modo seamos héroes y guerreros virtuosos, en el fondo somos como las mujeres, pues lo que nos enaltece es la pasión” (Capítulo 5, p.113) (Símil)
Von Aschenbach realiza esta comparación cuando reflexiona acerca de su amor por Tadzio, hacia el final del último capítulo. La imagen busca establecer un paralelismo entre la sensibilidad que caracteriza a los artistas y la que, según el escritor, define en esencia a las mujeres. La comparación, en este punto, posee un presupuesto misógino que ha perdurado a lo largo de los siglos en la cultura occidental: aquel que asocia a la masculinidad a valores tales como la valentía y la capacidad de razonamiento -valores que vuelven a los hombres útiles para la guerra, la política y la ciencia-, mientras que restringe a la feminidad al ámbito de lo sensible y de las emociones -excluyéndolas del espacio público y relegándolas a las tareas domésticas y el cuidado de los niños-.