A pesar de su rol de hombre dominante y opresor, Quimet se victimiza o es victimizado por los demás.
Puede identificarse una ironía en el hecho de que, aunque Quimet se muestra siempre dominante y opresor frente a Natalia, en muchas ocasiones exhibe mayor debilidad que ella y termina posicionándose en el papel de víctima.
Por ejemplo, se puede ver en sus quejas por el trabajo y por los dolores de pierna, algo que él se encarga de hacer saber a todo el mundo, que, en consecuencia, termina preguntando siempre cómo se siente. Mientras tanto, Natalia, además de tener que atender y soportar a su marido, debe encargarse de todas las tareas domésticas. También sucede durante el primer parto complicado que tiene Natalia, cuando, en medio de su sufrimiento, la madre de Quimet le señala lo mal que él la está pasando. Y se repite en su segundo embarazo, cuando Quimet nuevamente se victimiza: "Y el Quimet venga a decir que a ver si rompía otra vez la columna, que si la volvía a romper la nueva que pusiera tendría una ánima de hierro dentro. Y decía que nadie se imaginaba las danzas que le estaba costando y que le costaría aquel dichoso baile de la Plaza del Diamante" (p. 83-84).
Otro hecho que hace evidente esta ironía tiene lugar cuando Quimet padece la lombriz solitaria y compara la situación con los embarazos Natalia, para no ser menos que ella.
Natalia sufre mucho durante su primer parto, pero la madre de Quimet le habla de lo mal que la está pasando su hijo.
Gran parte del primer embarazo es descrito por Natalia como un sufrimiento que llega a su punto máximo durante el parto. Natalia cuenta que grita de dolor por las contracciones y que, en sus breves momentos de descanso, la madre de Quimet se le acerca y, en lugar de brindarle compañía o palabras de aliento, le habla de lo mal que la está pasando su propio hijo: "(...) si vieras cómo sufre el Quimet..." (p. 65).
La ironía se aprecia en que, a pesar de que Natalia está pariendo y sufriendo en ese proceso, su suegra pone el foco en el padecimiento de Quimet, que podemos asumir, en comparación, despreciable.
Quimet representa un modelo de masculinidad muy viril y dominante, pero su madre deseaba tener una mujer y lo vestía de niña.
El día en que muere la madre de Quimet, se revela que siempre decía que hubiera preferido tener una hija mujer. Frente a esto, y contra todo pronóstico, Quimet no se muestra sorprendido: "El Quimet dijo que no le contaba nada nuevo, porque su madre, cuando era pequeño, para hacerse la ilusión, le vestía de niña y le hacía dormir con camisones de niña" (p. 126). Lo irónico de la revelación radica en pensar a Quimet -quien representa un modelo de hombre marcado principalmente por la virilidad- vestido de niña y sometido a los deseos de su madre.