Resumen
Capítulo 1
La plaza del Diamante comienza con el relato de su protagonista, Natalia, que cuenta que su amiga Julieta va a buscarla a su trabajo en la pastelería para convencerla de ir a bailar a la fiesta que hay esa noche en la plaza del barrio donde viven. Aunque no tiene ganas, termina aceptando.
Natalia llega a la plaza vestida completamente de blanco, algo incómoda por la cinta que sostiene las enaguas, que le aprieta. Dice que hay una banda de músicos tocando y describe los arreglos florales y cintas que adornan el lugar. Julieta la deja sola y Natalia se revela joven e insegura; piensa en su madre muerta y en su padre, que se fue con otra mujer.
Un muchacho, el Quimet, la invita a bailar. Ella acepta, aunque le aclara que tiene novio, Pere, quien está trabajando. Luego, el hombre descubre que le falta su chaqueta y le pide que lo espere mientras la busca.
Natalia baila y describe el ambiente festivo: pirotecnia, comida, bebida, música, baile, calor, sudor.
Vuelve a bailar con Quimet, que se compadece de su novio y le dice que el año siguiente ella será su esposa. Ríen juntos. Él le dice “mi reina” y luego la llama “Colometa”, a pesar de que Natalia le ha dicho su nombre. Ella sale corriendo hacia la calle Mayor y él la sigue. En esa corrida, pierde sus enaguas. Natalia llega a su casa y se acuesta en su cama, avergonzada.
Capítulo 2
Natalia tiene una cita con Quimet en el Parque Güell. Mientras lo espera, un joven la hace sentir incómoda tras invitarla a su cama desde una ventana.
Quimet llega una hora tarde, sin dar explicaciones, pero Natalia se convence de que ella se ha equivocado. Suben a la parte alta del parque y se sientan en un banco, sin hablar. Ella no se anima a contarle que dejó al Pere y que siente culpa y angustia por eso.
Quimet habla de Gaudí y Natalia dice que no le gustan tanto sus obras. Él le da un golpe en la rodilla, la sermonea sobre los derechos del hombre y la mujer, y le remarca que siempre tiene que estar de acuerdo con él. Luego, Quimet habla de la historia de su familia, de tener hijos, de tipos de madera y de su trabajo como ebanista. Además, se lamenta por una tal María, que Natalia no conoce.
Por fin, Quimet la besa. Todo el cielo se nubla y él decide que deben abandonar el parque, supersticioso por el cambio de clima y la presencia de un mirlo. Se van.
Capítulo 3
Quimet aborda a Natalia a la salida de su trabajo y le hace una escena de celos por las supuestas actitudes de su jefe, el pastelero. Ella lo niega y se enoja, pero él la toma del cuello y zarandea su cabeza. Ella lo amenaza con llamar a un guardia. Pasan tres semanas sin verse.
Luego del reencuentro, Quimet la invita a conocer a su madre. Es una señora menuda que vive sola en una casa decorada con muchas cintas. Le pregunta a Natalia si le gusta vender dulces y hacer el trabajo de la casa; ella dice que sí. La madre de Quimet le regala unos rosarios y él le dice que la conquistó.
Se van de la casa y él vuelve a hablarle de tener hijos. Van a tomar un vermut con Cintet, un amigo de Quimet, que les cuenta que consiguió un piso a buen precio, pero algo abandonado. Los invita a conocerlo al día siguiente. Los hombres hablan como si Natalia no estuviera; ella recuerda las peleas entre sus padres.
Capítulo 4
Un día lluvioso, Natalia conversa con la señora Enriqueta, una vecina que suele aconsejarla. Le dice que le conviene más Quimet que Pere.
El domingo van todos a ver el departamento. Está sucio y hay mucho trabajo para hacer. Quimet pide ayuda a otro amigo, Mateu, que se encarga de remodelar la cocina junto a un peón. Cintet y Quimet despegan el papel de las paredes del comedor, hasta que Quimet desaparece. Natalia lo reemplaza en esa tarea. Trabajan hasta que oscurece. Quimet regresa y se excusa por su ausencia. Conocen la terraza y se marchan a tomar el vermut.
En la semana, Natalia y Quimet vuelven a pelearse por unos días y él la acusa de haber caminado con el Pere. Natalia lo niega, pero él insiste, tanto que ella termina diciéndole que no lo hará más. Quimet se enfurece y la trata de mentirosa. La obliga a pedirle perdón.
El domingo siguiente vuelven a trabajar al piso, excepto Quimet, que dice que tiene que trabajar en un mueble. Luego van todos a tomar vermut. Cintet y Mateu ofrecen ayuda para hacer los anillos de casamiento.
Capítulo 5
El padre de Natalia le pregunta cuándo se casará. Ella responde que cuando el piso esté listo. Él le pide que invite a comer a Quimet. Este responde con resentimiento a la invitación.
El domingo de Ramos van a la bendición y luego a comer a la casa de la madre de Quimet, donde también está como invitada una vecina que se peleó con su marido. En el almuerzo, se produce una fuerte discusión entre Quimet y su madre por la sal en la comida. Él termina hablando del demonio y no come.
El domingo siguiente van a comer a la casa del padre de Natalia. Quimet se la pasa hablando de maderas, hasta que propone irse. Van al departamento a rasgar papel. Allí, Cintet les ofrece un empapelador a cambio de que Quimet le regale unas patas para una mesa.
Tras el empapelado del comedor, descubren una mancha. Tras idas y vueltas con los vecinos y los dueños, no hay acuerdo y lo solucionan colocando el aparador adelante.
Cada domingo van a tomar vermut y comer pulpitos al Monumental. Un día, al salir, Quimet deja sola a Natalia porque tiene una cita laboral. Ella pasea por la calle Mayor y padece algunos comentarios molestos de varios muchachos.
Capítulo 6
Quimet le dice a Natalia que deben compartir el alquiler del nuevo piso. Luego, la lleva a ver a mosén Joan, el clérigo que los va a casar. Se mudan juntos y ella solo lleva su cama.
El día de la boda, Natalia cuenta que tiene un vestido blanco, quiénes son los invitados y los detalles sobre el sermón de mosén Joan. Tras firmar en la sacristía, van al parque Montjuic a pasear y hacer unas fotos. Luego van al Monumental por el vermut y la comida. Allí, bailan y se divierten con invitados y otras personas del lugar. Natalia se muestra contenta con la celebración.
Capítulo 7
Tras dos meses casados, Natalia cuenta que estrena un vestido que provoca a Quimet, quien la persigue y le hace por primera vez una “broma” que luego se repetirá: la mete debajo de la cama y la golpea en la cabeza cada vez que intenta salir.
Quimet consigue un trabajo de restauración importante y con lo que gana se compra una moto, con la que van a pasear por las carreteras y pueblos cercanos. A Natalia la asusta.
En un viaje, Quimet vuelve a nombrar a María. La mención de esa mujer desconocida empieza a afectar a Natalia, que compara todo lo que hace con cómo lo haría la otra.
Natalia conoce por fin el taller de madera de Quimet, donde él le advierte que no se meta.
La madre de Quimet espera con ansia el embarazo de Natalia. Incluso, un día que ella rechaza comida, la revisa para corroborar su estado. Quimet, que la define como “engañadora”, se muestra decepcionado.
Capítulo 8
La señora Enriqueta le advierte a Natalia sobre la madre de Quimet, pero le dice que se haga querer para tenerlo contento.
Natalia cuenta que Quimet es insistente con la idea de tener sexo e hijos. Recuerda que su noche de bodas fue en realidad el inicio de una “semana de bodas”, y que ella sentía vergüenza y miedo.
Capítulo 9
Una noche, Natalia y Quimet salen a dar vueltas por la calle junto a Cintet, y cuando regresan no encuentran la llave. Después de discutir culpas, Quimet y Cintet van a al taller a buscar herramientas para abrirla. Quimet hace un agujero en la madera y, cuando consiguen acceder, se dan cuenta que las llaves estaban adentro. Quimet las había olvidado, aunque no se hace cargo.
Llega la “fiesta mayor” y Natalia recuerda las promesas de Quimet sobre bailar el ramo en la Plaza del Diamante. Pero pasan la fiesta encerrados en casa, con Quimet fastidioso por el cobro de un trabajo y desquitándose con ella.
Por las noches, Quimet empieza a quejarse de un dolor en la pierna. Pasa el invierno así. Todo el mundo está pendiente de él: su madre, Enriqueta, los vecinos. Natalia vive a su servicio.
Un día, Natalia se encuentra con su primer novio, Pere, que le dice que se ha quedado “solo en el mundo”. Ella se siente muy culpable y apenada. Luego le cuenta a Quimet sobre ese encuentro y él le resta importancia.
Capítulo 10
Natalia está embarazada. La madre de Quimet le cuenta una anécdota en la que su hijo y Cintet arruinaron unas flores suyas, y le advierte sobre los niños.
Su padre la visita y se queja por perder el apellido. La señora Enriqueta le habla sobre el peligro de los antojos, y la comadrona le recomienda estar al aire libre y bañarse en el mar, por lo que van unos días a la playa en la moto de Quimet. Sin embargo, esos viajes la descomponen.
En las visitas, su padre propone nombres para el hijo, pero Quimet le aclara a Natalia que lo va a elegir él. Cuando pasan Cintet y Mateu, Quimet les dice que será un varón. La madre de Quimet le regala a Natalia corpiños, vendas y una rosa de Jericó que se abriría al momento de parir.
Quimet empieza a quejarse con más furia por su dolor en la pierna y luego en las muelas, tras un mal sueño sobre la muerte. Natalia se obsesiona con la limpieza. Se siente hinchada y duerme mal.
Capítulo 11
Natalia pare en su casa, con esfuerzo y dolor. Durante el parto, se rompe una columna de la cama. Natalia ve a la rosa de Jericó abierta y escucha decir que el bebé casi se ahoga. Es un varón.
El niño llora todas las noches y se queja por todo: rechaza la leche, el chupete, el biberón, el agua, el jugo. La comadrona le enseña a Natalia cómo alzarlo de la cuna y agarrarlo para darle un baño. El nene está cada vez más flaco.
Julieta visita a Natalia y le regala un pañuelo y bombones. Le dice que el niño no quiere vivir y que nunca nadie se ocupa de la madre.
Finalmente, el niño empieza a tomar la mamadera.
Capítulo 12
Natalia cuenta que su hijo se llama Antoni, que el niño se divierte con la señora Enriqueta y los lunes queda a cuidado de la madre de Quimet para que ella pueda lavar la ropa.
Quimet vuelve a quejarse del dolor en la pierna. Enriqueta le cuestiona a Natalia por creerle.
Natalia cuenta que muchas tardes va con su bebé a la tienda de los hules para observar las muñecas y las describe con detalle.
Un día aparece en la casa una paloma herida. La curan, se la quedan y la llaman Café. Para que se reproduzca, compran otras palomas hasta que se empareja con la tercera, llamada Maringa. Quieren tener un palomar. El mismo día, Quimet trae a la casa un embudo para pasar el vino de la garrafa a la botella.
Análisis
La Plaza del Diamante es una novela que se divide en 49 capítulos breves, sin título, que recorren, a través de diversos episodios, la vida de Natalia -su narradora y protagonista-, desde sus años de juventud hasta su madurez.
Desde el inicio, la trama se desarrolla a partir del relato de Natalia, que va contando sus vivencias de manera no siempre lineal (aunque es posible establecer una cronología) y muchas veces caótica. Los hechos están reconstruidos por una voz extremadamente personal, compleja y atravesada por las emociones.
El procedimiento que utiliza Mercè Rodoreda para adentrar a los lectores en los pensamientos de esta muchacha se conoce, en literatura, como “fluir de la conciencia”. Es una técnica narrativa, presente en muchos pasajes de este libro, que consiste en la representación de los pensamientos de una persona tal y como aparecen en la mente, antes de ser organizados lógicamente en frases.
Esto genera el efecto de estar “leyendo los pensamientos” del personaje en tiempo real, tal cual se le aparecen. Para llevarlo a cabo, la autora utiliza varias figuras retóricas de repetición, como la anáfora (repetición de una palabra o conjunto de palabras al principio de la frase; ver ejemplo en el apartado "Citas y análisis") y el polisíndeton (la repetición de una o varias conjunciones dentro de una misma frase; ver ejemplo en el apartado "Citas y análisis"). La elección de estos recursos se debe a que la forma del pensamiento que se quiere emular, en la vida real, no se da de manera ordenada y sintética. Cuando una persona se hunde en sus pensamientos, a menudo el pasado y el presente aparecen como ideas superpuestas; las imágenes y los sonidos se confunden con los recuerdos y la propia imaginación. Así, un fragmento representativo de esta técnica es el que sigue:
Mi madre muerta hacía años y sin poder aconsejarme y mi padre casado con otra. Mi padre casado con otra y yo sin madre, que sólo había vivido para cuidarme. Y mi padre casado y yo jovencita y sola en la Plaza del Diamante, esperando a que rifasen cafeteras, y la Julieta gritando para que la voz pasase por encima de la música, ¡no te sientes, que te arrugarás!, y delante de los ojos las bombillas vestidas de flor y las cadenetas pegadas con engrudo y todo el mundo contento, y mientras estaba en Babia una voz que me dice al oído: ¿bailamos? (p. 8).
Además de profundizar el punto de vista subjetivo, este párrafo aporta información a los lectores en muy pocos renglones: la madre sobreprotectora (“solo había vivido para cuidarme”), el padre ausente, la sensación de sofocamiento y soledad en la multitud, etc.
También se da a conocer que Natalia es una persona sumisa: en el primer capítulo dice que no sabe decir que no. Toda su relación con Quimet, desde su primer encuentro, se verá signada por una diferencia de poder. En ese primer intercambio, Quimet, más que coquetear con ella, le da órdenes: le dice que baile, que lo espere, le cambia el nombre (la apoda Colometa) y le dice que va a ser su señora, a pesar de que ella le cuenta que tiene novio. Ya desde el comienzo se anticipa la dinámica de abuso y sumisión que se profundizará en toda la novela.
La primera cita con Quimet, en el capítulo 2, lejos de ser un relato idílico adolescente es un episodio oscuro y angustiante: él llega tarde, ni siquiera se disculpa y ella inmediatamente se echa la culpa a sí misma. El dolor en los pies por los zapatos, el cielo que se oscurece, la imposibilidad de hablar (está prácticamente muda) y de decir lo que piensa (quiere hablarle de Pere y no puede) configuran un clima opresivo y cargado de tensión. Los pocos temas de conversación que tienen son más bien afirmaciones de Quimet, y el único momento en el que ella se atreve a disentir, cuando hablan de Gaudí, él la golpea y la calla.
A partir de este momento, la relación se precipita. En el capítulo siguiente, ya están buscando piso para poder casarse y mudarse. En ningún momento de la narración Natalia expresa haber tomado la decisión de casarse o su deseo de hacerlo; más bien, se deja llevar por esa orden solapada que, a modo de presagio, le da Quimet cuando la conoce.
Son varios los episodios en los se manifiesta esta desigualdad, de manera más o menos explícita. Por ejemplo, en la escena en el bar con Quimet y Cintet, los hombres deciden dónde se mudará la pareja y lo que harán en el departamento, sin ni siquiera considerar la opinión de ella: “Charlaban como si yo no estuviese allí” (p. 22), dice Natalia.
También hay muchos episodios de violencia física que van escalando gradualmente y siempre son subestimados por la narradora. Hay dos escenas que ella califica directamente como “bromas”: cuando Quimet le coloca un puñado de arvejas en el vestido y, más adelante, cuando la mete abajo de la cama y le da manotazos para que no pueda salir.
La violencia psicológica que ejerce Quimet también es constante y creciente: desde la primera cita, la amenaza: “¡Pero no te fíes, porque el día que te pueda coger te baldaré!” (p. 18; ver "Glosario"). Es tanta la manipulación y el dominio que ejerce sobre ella, que incluso la convence de sentir culpa por cosas que no hizo, como en el capítulo 4, cuando la acusa de haberla visto con Pere: “y me hizo pedirle perdón por haber salido a pasear con el Pere y por haberle dicho que no había salido y al final me hizo llegar a creer que había salido con el Pere y me dijo que me arrodillase” (p. 28).
Al reconstruir el punto de vista de quien padece, la mayoría de las veces los maltratos y abusos no están verbalizados, sino que se deben interpretar desde una mirada crítica. Natalia en ningún momento se nombra víctima o señala como violencia los episodios que sufre con Quimet. Esto se relaciona directamente con el contexto de la obra y la representación de una sociedad extremadamente machista y conservadora, como lo era la España de principios de siglo. Así, no es contradictorio que Natalia nunca se cuestione su deber de casarse e incluso se sienta afortunada. De hecho, en el capítulo 6, donde se narra la fiesta de boda, es el único en el que Natalia expresa estar disfrutando genuinamente.
A partir del casamiento, la transformación de su identidad en mera propiedad del marido se extrema. La noche de bodas, relatada en el capítulo 8, es un verdadero martirio. La escena denota la poca información que tenían las mujeres acerca de su sexualidad y el acuerdo implícito acerca de su carácter obligatorio, completamente desvinculado del goce. Además, se muestra la nula sensibilidad de Quimet ante la angustia y el miedo de Natalia.
Las historias que se cuentan al respecto (las mujeres “partidas” por sus maridos, la mujer “abierta” por un caballo, etc.) y, en particular, la conversación con Enriqueta, una mujer mayor y con experiencia (que cuenta con naturalidad que el marido la ataba de pies y manos) dan cuenta de lo habitual de ese tipo de violencia intrafamiliar.
Hay varios pasajes que refieren a la pérdida gradual de la individualidad de Natalia ante el sometimiento y el abuso de su marido. Por ejemplo, hay una escena en la que compra tazas para tomar chocolate y Quimet la reprende: “Ni a ella ni a mí nos gusta el chocolate hecho... mira que son ganas de perder el tiempo... (...) Quedó bien claro que a mí no me gustaba el chocolate hecho” (p. 44). Es tal la doblegación de su voluntad, que más adelante ella misma dirá: “Escondí las jícaras; cuando pensaba que las había comprado sin pedirle permiso al Quimet para comprarlas, se me encogía el corazón” (p. 46). En este sentido, también es muy significativo el momento en el que Natalia se cruza con Pere (su primer novio) y no responde al llamado de su propio nombre: “Creí que no era a mí, de tan acostumbrada como estaba a oír sólo, Colometa, Colometa” (p. 57).
La enajenación y la exigencia social se incrementan al poco tiempo de casarse, frente a la presión de cumplir con su rol de mujer en la procreación. Primero se le señala la culpa por no quedar embarazada de inmediato. Incluso después de parir, se culpa a Natalia de haber querido ahogar al bebé. El parto y los primeros días del hijo son un padecimiento físico y mental que recae enteramente sobre Natalia, que no recibe ningún tipo de ayuda y sigue cargando además todas las tareas del hogar.
Finalmente, el detenimiento de la narradora sobre dos elementos aparentemente irrelevantes, la paloma herida y el embudo (ver detalle en la sección "Símbolos, Alegoría y Motivos"), da la pauta de la importancia que estos tendrán en los capítulos siguientes, y la apertura de una nueva etapa en la vida de la protagonista, que se inicia con la construcción del palomar.