La literatura experimental nace entre fines del siglo XIX y principios del XX, cuando comienzan a instalarse ciertas técnicas novedosas que renuevan la novelística tradicional en distintas partes del mundo. Algunos de los grandes autores que la ponen en escena durante los años 20 son James Joyce, Ernest Hemingway, Franz Kafka, William Faulkner y Virginia Woolf, entre otros.
Todos estos escritores tienen un gran impacto sobre los novelistas españoles de la época. Asimismo, años más tarde, el boom latinoamericano de los años 50 y 60 contribuye en gran medida a la renovación de la literatura hispánica, promoviendo la experimentación en todos los géneros, incluida la narrativa.
Así, en España surge la novela experimental a comienzos de la década del 60, en parte por ese impulso innovador a nivel mundial, y en parte como reacción contra la novela realista y social, predominante hasta ese momento. A esta se le critica, entre otras cosas, su estilo "pobre" -muy descriptivo y literal, sin vuelo poético-, sus estructuras demasiado lineales y la falta de complejidad en los personajes. En este sentido, los autores españoles que alientan esta renovación proponen mantener la crítica social, pero innovar en las formas.
En España, estos cambios se dan en un contexto histórico de industrialización y desarrollo económico que habilita un mayor acceso a la cultura por parte de la población -en especial de la clase media-, lo que a su vez favorece la producción y demanda de libros y, por lo tanto, la expansión de la literatura. En paralelo, se produce cierta apertura mental en la sociedad y una disminución de la práctica de la censura, en consonancia con la ley de prensa, que la elimina del todo en 1966. Por último, a esto se suma un importante crecimiento del turismo en España durante esa década, lo que favoreció la llegada de otras culturas e ideas nuevas, que contribuyeron a generar un ambiente de mayor libertad.
En cuanto a la estética de la nueva novela experimental española de esos años, se pueden señalar algunas características concretas. Para empezar, la forma de contar la historia se diferencia completamente de la novela social precedente: se desplaza al argumento clásico por otras tramas más digresivas, con un narrador que se involucra emocionalmente y emite opiniones sobre lo que narra; se incorporan nuevas técnicas, como el monólogo interior y el uso del estilo indirecto y directo, entremezclados con monólogos y diálogos; se prefieren los significados simbólicos, las parábolas y las alegorías de la condición humana; predomina el uso de imágenes y metáforas, las alteraciones del orden sintáctico oracional y del orden cronológico lineal; se incorpora la mezcla de registros lingüísticos, entre otras.
Por otro parte, es muy común la elección de personajes con problemas existenciales o de identidad, que reflexionan e intentan comprender la razón de su existencia (cabe destacar que también son justamente los años en los que cobra fuerza el existencialismo en Occidente).
Se considera que la novela experimental española se inicia en 1962, con la publicación de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Esta obra incorpora, además de todas las innovaciones de estilo y perspectiva que caracterizan a la nueva corriente, una dura crítica a la pobreza intelectual de la sociedad española de los años 60.
El éxito de este libro permite que otros autores se sumen a la ola del experimentalismo. Algunos de los más significativos en este estilo son Camilo José Cela, Gonzalo Torrente Ballester, Juan Goytisolo, Juan Benet y Miguel Delibes.
La plaza del Diamante, de Mercè Rodoreda, se publica en 1962 y se inscribe, por varios motivos, dentro de esta corriente literaria. Entre ellos, por su trama de rasgos subjetivistas y psicologistas, su forma intimista de narrar los hechos y la crisis de identidad de su protagonista.