Resumen
Capítulo 42
Natalia vive encerrada en su casa; la calle le da miedo. Los niños toman la comunión y hacen la fiesta en la casa. Ese día, Rita cuenta que una compañera de escuela tiene un padre al que dieron por muerto en la guerra, pero que en realidad estuvo preso y ahora ha regresado. Natalia ve a su hija cambiada, con la cara idéntica a su padre.
Desde entonces, Natalia duda si Quimet realmente está muerto. Solo piensa en eso y siente culpa. En una oportunidad, tiene un sueño en el que ve el cadáver de Quimet en el desierto y sus costillas formando una jaula, dentro de la cual hay una flor azul que ella agarra. Por otro lado, la señora Enriqueta empieza a traer recuerdos de Quimet cada vez que habla con Natalia.
Natalia se siente encerrada en su nueva casa. Tiene que salir a la fuerza. Cuando lo hace junto a Rita, termina cayéndose antes de poder cruzar la calle Mayor. Luego, cuenta que empieza a salir a pasear por los parques.
Capítulo 43
Pasa el tiempo y un día Rita dice que quiere aprender idiomas para trabajar en aviación. Natalia no está de acuerdo, pero Antoni lo acepta de inmediato. Ella se lo reprocha, pero él dice que hay que dejar tranquilos a los jóvenes; luego, le agradece a Natalia por haberse casado con él, porque es la mayor felicidad de su vida, y agrega que todo su dinero es para ella y sus hijos.
Natalia se muestra confundida. Recuerda su pasado: las palomas, el piso, el palomar; todo igual, pero bonito. Al día siguiente, se lo cuenta en detalle a una señora que se sienta a su lado en un banco del parque. Natalia piensa que la historia pasa de boca en boca, porque luego la reconocen como “la señora de las palomas” y como alguien que vive añorando ese pasado.
Para ir a los parques, Natalia evita las calles con más tránsito. Hace distintos caminos para no aburrirse. Observa y memoriza las casas. Incluso empieza a salir los días de lluvia, con las calles y los parques desiertos. Dice que se siente “blanda” y que todo la hace llorar.
Capítulo 44
Una noche, Antoni le dice a Toni que quiere conversar con él y le pregunta qué quiere ser cuando sea mayor. Le aclara que lo piense con calma, pero el chico responde que lo tiene decidido: quiere continuar con la tienda. El hombre intenta convencerlo de que no es un trabajo que “luce” -él quiere que sea un profesional-, pero Toni insiste en que le gusta la tienda y se va enojado a su cuarto.
Natalia cuenta que a veces tiene el sueño ligero y se levanta a recorrer la casa y la tienda. Se pierde en sus pensamientos. Imagina dónde estará muerto Quimet.
Capítulo 45
Un día, un muchacho pide hablar con Natalia. Se llama Vicenç y es el dueño del bar de la esquina. Dice que es muy trabajador, de buena familia, que tiene planes de ampliar su negocio, que quiere casarse y que su mujer pueda veranear a orillas del mar. Entonces, anuncia que viene a “pedir” a Rita. Natalia le responde que debería hablar directamente con ella. El muchacho dice que Rita no lo sabe y que él está “chapado a la antigua”, que no se atreve a abordarla y prefiere hablar primero con la familia. Natalia le promete que hablará con su hija. Cuando Rita vuelve de estudiar, Natalia se lo cuenta y ella rechaza la idea de inmediato. Dice que no se quiere casar, que tiene otras cosas en la cabeza. Toda la situación las hace tentar de la risa.
Capítulo 46
Llaman a Vicenç y le dicen que Rita no quiere casarse. Sin embargo, él afirma: “será mía”. Empieza a enviar flores para ella e invita a toda la familia a cenar a su bar.
Un día, Natalia se pone a contemplar a Rita en la entrada de la galería del patio. La ve adulta y siente el paso del tiempo. Rita se va y regresa media hora después; cuenta que peleó con Vicenç porque le reclamó que lo primero que debería haber hecho era hablar con ella. Finalmente, Natalia y su familia aceptan la invitación y van a cenar al bar. Esa noche, Vicenç dice que no sirve para enamorar a una chica y, desde entonces, Rita accede y empiezan un noviazgo muy inestable. Cada vez que se pelean, Vicenç va a casa de Natalia. Antoni lo consuela diciendo que Rita es muy joven. Por su parte, Toni se inclina a favor de Vicenç y discute por eso con su hermana.
En tanto, Natalia dice que cuando Antoni y Toni hablan de la tienda, suele dejarlos solos. Pero una noche oye que Toni dice que quiere ser soldado y se queda impactada. Luego, Antoni le confirma que el muchacho hará el servicio militar.
Capítulo 47
Rita fija la fecha de su boda y dice que acepta para que Vicenç no se victimice y la haga quedar como una “mala mujer”. Dice que le molesta que Vicenç sea del barrio y trabaje tan cerca de su casa. Tienen un noviazgo largo, luego empiezan a preparar la boda. Natalia y Antoni contratan una modista que va a la casa para coser el vestido de novia con ella y con Rita. Vicenç siempre pasa de visita y Rita se fastidia.
Natalia sale a pasear por el parque, aunque no vuelve a sentarse con las señoras que le hablan de las palomas. Se distrae pensando en los árboles. Cuando vuelve a su casa, se encuentra con rutinas similares: Rita protestando, Antoni que le pregunta si pasea mucho, Toni quejándose de que tiene hambre, o todos juntos merendando y conversando.
Capítulo 48
Llega el día de la boda, que además conmemora el matrimonio de Natalia y Antoni. Es un día lluvioso. Rita está vestida de blanco, por pedido de Natalia. La señora Enriqueta le regala el cuadro de las langostas que miraba cuando era chica. Antoni le da mucho dinero. Toni no puede asistir a la iglesia y va al festejo vestido de soldado.
La comida se hace en el bar de Vicenç, que ya está ampliado y tiene salón de fiestas. Natalia se conoce con los padres de Vicenç. Rita baila con todo el mundo. Natalia baila con su hijo -uniformado- y recuerda su primer parto. Luego, Vicenç anuncia el aniversario de la boda de Natalia y Antoni, que bailan el vals. Rita se acerca a darle un beso a su madre y le confiesa que siempre estuvo enamorada de Vicenç, pero que no se lo quiere demostrar.
Termina la fiesta y Natalia vuelve a su casa con Antoni, que va a ordenar mercadería a la tienda. Ella se queda sentada en el sofá, contemplando un caracol, pensativa. Antoni la encuentra allí a oscuras y le dice que está cansado. Finalmente, toman un café con leche y se van a la cama.
Capítulo 49
Natalia se despierta tras oír cuando vuelve Toni. Es de madrugada. Entre sueños, se levanta, se viste a tientas y toma un cuchillo de la cocina, siempre a oscuras. En sus pensamientos, mezcla la historia del cuchillo y los afiladores con los carcomas de la madera y Quimet. Luego, empieza a sentir olores y hedores que le recuerdan momentos pasados de su vida: el azufre de los cohetes de la noche en la Plaza del Diamante, las flores de papel y la esparraguera, el mar, los niños, Antoni, el aguafuerte. Sale al patio y se pone los zapatos para salir a la calle. Tiene la sensación de que todo lo que hace ya lo hizo antes. Se toca y se reconoce, pero dice que ve las cosas nubladas.
Cuando llega a la calle Mayor, se queda tiesa y pasa un tranvía que le recuerda el día en que con Quimet corrieron desde la Plaza del Diamante. Cierra los ojos y, con el cuchillo bien agarrado, cruza la calle sin ver. Llega a su antigua casa y quiere entrar. Con el cuchillo, saca el corcho que puso Quimet en el agujero que había hecho en la puerta, pero no alcanza a tomar la cuerda para abrir. Golpea la pared y se lastima, escribe “Colometa” con la punta del cuchillo en la puerta de madera.
Luego, va a la Plaza del Diamante y siente que las paredes se alargan y se acercan al cielo, que se cierra como un embudo. Siente la mano de Mateu, que tiene una paloma de corbata de satén en el hombro. Cuando el embudo está casi cerrado, lanza un grito desgarrador y siente que expulsa algo por la boca; dice que es su “juventud”.
Emprende el regreso. Cruza corriendo la calle Mayor y mira atrás, para asegurarse de que eso que expulsó por la boca no la siga. Entra a su casa y, desde el patio, ve que Antoni la está esperando. Él le pregunta qué le pasa y le dice que estaba angustiado tras haberse despertado y no verla a su lado. Ella le dice que necesitaba aire porque se sentía ahogada y que ya pasó, que todavía pueden dormir. Él vuelve a la cama.
Natalia cierra los postigos, deja el cuchillo sobre un mueble y se desnuda. Luego, se pone los escarpines, el camisón y se mete en la cama. Antoni está helado, de espaldas, así que ella lo abraza y entrelaza sus piernas con las suyas. Apoya su cara en la espalda. Mientras le acaricia el vientre, le tapa el ombligo con un dedo para que no "se vacíe". Se duermen.
Natalia se despierta cerca del mediodía. Piensa en lo que hizo en la noche, pero no sabe si estaba despierta o dormida. Siente fuego en la garganta, bebe agua fría y vuelve a perderse en sus pensamientos: agua, charcos de agua en el parque, pájaros que se bañan allí, contentos.
Análisis
A partir del matrimonio con Antoni, se abre una nueva etapa en la vida adulta de Natalia y su camino de sanación. En un primer momento, el trauma la paraliza: no puede salir de la casa. Para cuando finalmente logra salir y dar sus paseos por el parque, está en pleno proceso de recuperar su identidad. Cuando relata una y otra vez la historia de las palomas, transformándola en una anécdota positiva y casi idílica, está justamente intentando “reescribir” su propia historia, darle un significado nuevo. Intenta hacer las paces, aunque sea forzando la verdad, con sus recuerdos.
Además, teniendo en cuenta que hay una identificación con las palomas, amigarse con su recuerdo significa también redimirse ante ella misma, perdonarse. Después de un tiempo de hacer esto, se da cuenta de que reencontrarse con esa etapa de su vida no implica negar sus aspectos negativos, sino aceptarla en toda su complejidad. Es por eso que decide no contarlo más en público, negándose a algo, casi por primera vez en su vida:
Empezaban a cansarme tantas señoras conocidas esperándome con cara de pena porque había tenido palomas. Y aquella comezón que yo tenía antes, de hablar de las palomas y de la torre, se me había ido pasando con los años. Si alguna vez quería pensar en las palomas, prefería pensarlo sola. Y pensarlo como quisiera; porque a veces pensar en ello me ponía triste y otras veces no (p. 238).
También dice que no puede parar de llorar, que lo hace compulsivamente y sin motivo alguno. Es evidente que está llegando a una etapa de catarsis: el llanto contenido de todos esos años que la endurecieron para poder sobrevivir, de pronto, sintiéndose a salvo, se exteriorizan. Pero esta toma de conciencia es dolorosa y paulatina, y no está libre de miedos. Por eso, en pleno proceso de sanación, surge el fantasma de Quimet, amenazando con aparecer y desbaratar la todavía frágil psiquis de Natalia. Este miedo la atormenta también en sus sueños. Ve el cadáver de Quimet en el desierto y sus costillas formando una jaula; ella arranca una flor azul de esa prisión. Esta imagen remite al sermón que da el sacerdote cuando se casa con Quimet, en los primeros capítulos: cuenta que Eva, creada de la costilla de Adán, comete el pecado de arrancar una flor azul y destruir a un ser vivo. En la conciencia de Natalia, el color azul y el pecado, los remordimientos y la miseria se entrelazan, al igual que sus sentimientos de culpa y pánico por estar cometiendo una traición contra Quimet.
El día del casamiento de Rita, Natalia reflexiona sobre su pasado y lo contempla con melancolía, pero con alegría por el futuro de su hija, que es también su propio futuro. Su hija se casa por amor y convicción, imponiendo su voluntad. La boda, como paso a la vida adulta de Rita, constituye una revelación para Natalia y propicia el cierre de la herida: la certeza de que ha logrado cambiar el destino de sus hijos. El recurso de la percepción subjetiva del clima -usado tantas veces en la novela- al final de la fiesta, refuerza esta idea: “Con el calor que hacía allá dentro y afuera la tarde era fresca y de rosa y con un no sé qué de final de temporada” (p. 243).
Esta epifanía de cierre y nuevo comienzo se manifiesta en su último sueño. Aparece otro motivo que se repite: el de cruzar la calle. Pero a diferencia de todas las veces anteriores, donde no logra cruzar, esta vez lo consigue y camina hasta su antigua casa. El hecho de poder cruzar la calle simboliza la recuperación de la propia identidad y su poder de decisión.
Al llegar a su viejo departamento, encuentra la puerta cerrada. Esta es otra revelación de su inconciente: la necesidad de cerrar esa parte de su pasado que la persigue. Ella talla el nombre "Colometa". Esto simboliza, por un lado, una reconciliación con esa etapa de su vida. Por el otro, le pone un fin: tallar en la madera significa, al mismo tiempo, dejar constancia y destruir a esa Natalia sometida y moldeada por Quimet. Como en una lápida, al grabar su nombre, rinde homenaje, pero da por terminada la vida de "Colometa".
Después, Natalia se va a la Plaza del Diamante, donde las casas crecen hacia el cielo y se cierran tomando la forma de un embudo. Reaparece aquí el embudo que Quimet había comprado muchos años antes y el mismo con el cual Natalia estuvo a punto de matar a sus hijos. Pero antes de que el embudo la encierre, Natalia da un grito como nunca antes en su vida había hecho. Ese grito constituye la catarsis final, el exorcismo de todo ese pasado que la tenía paralizada y no le permitía disfrutar del amor y el bienestar de su nuevo presente. Después de ese grito, Natalia expulsa un escarabajo de saliva que ella reconoce como su "juventud". Escupir eso significa sacarse de adentro los traumas y rencores de su trágica y corta juventud; también amigarse con su yo del presente y madurar, pudiendo superar ese dolor. Natalia se casó muy joven y enseguida tuvo que cumplir un rol que le arrebató esa etapa de su vida por completo, por lo que el proceso de duelo es principalmente con su juventud. Debe aceptar lo que se perdió para poder seguir adelante, pero ya no como sobreviviente, sino como una persona que construye su propio futuro. También es un sueño donde puede recuperar la voz y decir lo no dicho: reiteradas veces, dice "gracias" a Antoni. Despedirse de su pasado le permite aceptar y agradecer el amor del presente.
Al despertar, no recuerda bien lo que pasó, pero está cambiada: “Y cuando me puse de pie me sujeté las sienes con las manos y sabía que había hecho algo diferente pero me costaba pensar en lo que había hecho y si lo que había hecho, que no sabía si lo había hecho, lo había hecho algo despierta o muy dormida” (p. 254).
Con este final, los lectores logran unir todos los motivos y elementos que parecían irrelevantes, pero que ahora se revelan indispensables. Gracias al conjunto de estos símbolos, la autora logra reconstruir una historia de vida desde “adentro”, a un nivel profundo de la propia conciencia de quien narra. La narradora, una chica modesta, con poca educación y vocabulario, logra así transmitir un nivel de profundidad que excede su propio entendimiento y capacidad de expresión.
El desafío de una protagonista que es a la vez narradora y sujeto de experiencias tan extremas genera una intensidad que compromete al lector, dándole una sensación de cercanía e intimidad con el personaje. Además, el juego permanente entre el plano de los hechos y la simbología de los sueños y los pensamientos caóticos y desarticulados de Natalia, lejos de cerrar una única interpretación posible, suscita una multiplicidad de lecturas válidas.