Virginia Woolf publica La señora Dalloway en 1925. Cuatro años después, la autora saca a la luz un conjunto de ensayos agrupados bajo el título Un cuarto propio, donde se pueden leer ciertos lineamientos teóricos que pueden considerarse esbozados en la novela mencionada.
Un cuarto propio es considerado un texto feminista. Su argumento gira en torno a la reflexión sobre el rol de las mujeres en la sociedad, y particulariza en la situación de las escritoras que inevitablemente se encuentran dentro de una tradición literaria dominada por hombres. Pero más allá de la especificidad del ámbito literario, lo que Woolf postula es una descripción crítica de la desigualdad social entre hombres y mujeres, evidenciada por el modo en que los roles asignados a unos y a otras acaban siempre perjudicando -si no impidiendo- el desarrollo espiritual y la realización personal de quienes nacieron bajo el sexo femenino.
Varios de los temas que puntualiza la autora en estos ensayos aparecen sugeridos en la ficción de 1925. Principalmente, se aborda el silenciamiento social sobre el lesbianismo, que en la novela aparece encarnado por la protagonista, Clarissa, que debe reprimir su verdadera inclinación sexual por las normas y convenciones de la sociedad: el patriarcado, en su alianza con el capitalismo, adjudica a las mujeres de la época el único rol posible de esposa y madre. En esa estructura, que precisa que la mujer cuide la casa y eduque a sus hijos para que el marido pueda realizarse trabajando, no hay lugar para el amor entre mujeres. La novela evidencia claramente como Clarissa y Sally deben pasar de besarse en la juventud a convertirse, una vez adultas, en la señora Dalloway y la señora Rosetter, es decir, abandonar su identidad para interpretar eficazmente su rol de esposas.
En una sección del libro de ensayos, Woolf pone en palabras de una escritora ficticia: "Entonces, puedo deciros que las palabras que a continuación leí eran exactamente éstas: "A Chloe le gustaba Olivia..." No os sobresaltéis. No os ruboricéis. Admitamos en la intimidad de nuestra propia sociedad que estas cosas ocurren a veces. A veces a las mujeres les gustan las mujeres". Woolf hace referencia al juicio por obscenidad y el alboroto público producidos tras la publicación de la novela de tema lésbico El pozo de la soledad, de Radclyffe Hall, publicado en 1928. Como puede apreciarse en este ejemplo, el lesbianismo no solo era un tema tabú en la sociedad, sino que la sola inclusión del tema en una obra ficticia podía enfrentar un juicio por ser catalogada de obscena. La crítica feminista y estudiosa de Woolf, Jane Marcus, cree que en sus ficciones -como La señora Dalloway- Woolf estaba proporcionando a Radclyffe Hall y otros escritores un ejemplo de cómo hablar sobre lesbianismo de manera lo suficientemente discreta como para evitar juicios por obscenidad.
Es posible también leer un relación entre Sally Seton, el único personaje femenino de la novela de 1925 en que se resalta -por al menos un tiempo de su vida- la libertad y la resistencia a la normas patriarcales, con Mary Seton, una de las narradoras ficticias del ensayo “Las cuatro Marys”, incluido en Un cuarto propio. Allí se refleja la historia de una mujer a punto de ser colgada por vivir fuera del matrimonio y rehusar la maternidad: está embarazada y atrapada por circunstancias impuestas sobre ella, y castigada por resistirse a cumplir su rol.
Por último, bien se puede resaltar la posible relación entre el lugar que tiene la habitación donde Clarissa puede disfrutar de su soledad con el título que Woolf le da a su libro de ensayos. Allí, Woolf señala que una mujer que desee escribir -y, por tanto, desarrollar su individualidad en términos creativos- precisa un cuarto propio, enteramente de ella. En la novela, por más que Clarissa no sea escritora, la protagonista está en esa habitación cuando rememora su relación con Sally: de algún modo, es su espacio de libertad, de independencia, el único lugar de la casa en el que puede olvidar que es la esposa de un hombre.