Resumen
Capítulo 12: Diario de Esther, 1947
Esther asiste al Colegio Incorporado George Washington en Merlo, gracias a una beca que obtuvo por ser buena alumna. Es compañera de Casals y tiene catorce años como él, aunque ella no está en el internado; es estudiante externa. Esther tiene una hermana que tiene un hijo, Dardito, al que anhela poder comprarle una bicicleta cuando sea grande. Ella nunca tuvo, por ser pobre. El padre de Esther trabajaba de capataz en una fábrica, hasta que perdió una mano por un accidente con la maquinaria. Ahora cobra un subsidio por mutilación y se encarga de abrir y cerrar las puertas del ascensor de la fábrica. A Esther le preocupa perder la beca porque le está costando estudiar.
A diferencia de Esther, sus compañeros de la escuela son ricos y se pueden dar el lujo de ir al centro a ver una película de estreno y después ir al Adlon, una confitería a la que van todas las chicas y los muchachos. Esther anhela ir alguna vez y encontrarse allí con Héctor, el primo de Casals, que es el centro de atención de las otras chicas de su curso, como Graciela o Laurita, junto con otro muchacho más grande que se llama Adhemar. Un día Esther vio una centella en el cielo y en vez de pedir por salud o por sus estudios, o incluso por una bicicleta para Dardito o ganar la lotería, tan solo se le ocurrió pedir amor.
Casals le cuenta a Esther que una vez no pudo ir a Adlon porque Héctor le pagó a Gracielita y a su amiga panqueques en la “Cabaña Canadiense”, por lo que se quedaron sin plata para ir al otro lugar. La amiga de Gracielita le dijo a Casals que era muy chico para salir con ellas, aunque tienen la misma edad. Casals sabe que a ellas les gustan los de 5º, que tienen diecisiete o dieciocho años. En ese momento de la charla, Esther toma coraje y le dice a Casals que se muere de ganas de conocer Adlon. Entonces Casals la invita a ir un domingo con él y con Héctor al cine, después ir a comer panqueques y, por último, al Adlon. También va a ir Laurita, para que Héctor hable con ella por primera vez. Esther le pregunta a Casals por qué le quiere hacer gancho a Laurita con su primo si a él le gusta Laurita. Casals le responde que es mejor hacerse de la barra de las de Kraler y Laurita porque el año que viene su primo se va al servicio militar y él ya queda adentro de la barra. Esther está muy agradecida con Casals por darle la oportunidad de tener su “primera cita con la vida” (p.231).
La madre de Esther no quiere dejarla ir el domingo, por culpa de la hermana, que dice que las chicas de catorce años no pueden salir solas con sus compañeros. La hermana quiere ir de chaperona, pero Esther dice que, antes de ir con esa “pobre diabla que nunca salió de este barrio de mala muerte” (p.234), se mata. Finalmente, Esther logra que la dejen ir porque viajará con el tren vacío y después la acompañarán hasta la casa. Casals le pregunta a Esther si su cuadra es muy oscura, y le advierte que tenga cuidado con lo que le puede pasar con Héctor en la oscuridad. Esther menciona que a Cobito Umansky lo expulsaron del colegio por escupirle la ropa al celador y por ponerle heces en los zapatos.
Un día antes de aquel domingo, Esther escribe en su diario que “todo se acabó” (p.237). Casals se acercó en el colegio y le dijo que no iban a poder ir al Adlon, porque él tenía que volver al colegio temprano. Esther le dijo de no ir al cine para ir a Adlon más temprano y también sugirió que solo la acompañara Héctor a su casa, pero Casals le respondió que si él no la acompañaba a la casa no iban a ir al cine ni a ninguna parte. Esther lo trató de caprichoso y le dijo que era muy chico; Casals se enojó, la acusó de “porquería” y de “chusma” (p.239) y le dijo que no debería estar en el colegio. Entonces Esther lo trató de “mocosito maricón” (p.239), de estar todo el tiempo entre chicas y de hablar tanto de Adhemar por estar enamorado de él. Entonces Casals se retiró a hablar con una chica nueva de origen ruso a la que le insistió con que se quedase con él el sábado para que él le pudiera contar la película ¿Por quién doblan las campanas?.
El miércoles siguiente Esther tuvo visita con la dentista, que le dijo que en la vida hay tiempo para todo, que es cuestión de organizarse. Esther estuvo de acuerdo y estudió de camino a su casa para aprovechar mejor el tiempo. El domingo asistió a una reunión política en la que el diputado por la Matanza habló de la existencia de una fuerza nueva obrera, y piensa que ella, que quiere estudiar medicina, también será una fuerza trabajadora, administrando medicinas y cuidando a su pueblo.
Capítulo 13: Concurso anual de composiciones literarias
El capítulo despliega un texto escrito por José L. Casals con el tema “La película que más me gustó”. El narrador inicia su relato con una descripción de Viena en una calurosa noche de verano. Dentro de una gran sala, un violinista, de nombre Johann, empieza a tocar un vals provocador. La gente se une al baile. Se acerca un oficial de Su Majestad con una dama, que no es otra que la gran Carla Donner, “la soprano máxima de la Opera Imperial” (p.246). Carla se pone a cantar la composición de Johann, que se llama “Sueños”. El público los ovaciona.
Johann triunfa con su orquesta. Un día vuelve a su aldea a visitar a su madre y a su novia. Ya no es el músico pobre de antes. Johann se casa con la dulce Poldi y se va a vivir con ella a una zona tranquila de Viena. Hace tiempo que no escribe un vals nuevo. Viena se ve perturbado por problemas políticos y la esperanza de los liberales, entre los que se encuentra Johann, recae en el duque Hagenbruhl. Una noche de verano, Johann se emborracha en una cantina, buscando una melodía nueva para el vals que le prometió a su editor. Allí se encuentra con Carla Donner y el oficial que la acompañaba la otra vez. Borracho, Johann intenta sacar a bailar a Carla, provocando que su acompañante se ofenda y le pegue. Aquel hombre es Hagenbruhl, su ídolo político. La gente se entera de que aquel hombre se encuentra allí y se arman disturbios. Johann logra escapar en un carruaje, salvando a Carla.
Johann y Carla detienen el carruaje en un bosque. Johann empieza a sentir dentro suyo una nueva melodía. En el bosque encuentran una hostería de cazadores, donde se detienen a almorzar. A la sombra de los árboles hay alguna que otra pareja de estudiantes. Con la plata que les queda les alcanza para pagar una habitación de la hostería, la que alquilan diciendo que son casados. Una vez adentro, Johann se pone a pensar cómo pudo Carla permitir que un hombre bruto como Hagenbruhl la haya tocado dejando huellas en su piel blanca, “el color de la pureza” (p.253). Ofuscado por estos pensamientos, Johann sale de la hostería y observa a una joven pareja de estudiantes en el bosque. Se pregunta cómo hará el estudiante para que la chica se dé cuenta de que la quiere físicamente porque se lo impone la naturaleza. En eso, Carla lo llama y vuelve entrar en la habitación. Se toman las manos delante del fuego. Carla siente que despierta de una pesadilla, que junto a Johann no tiene nada que temer. Sin embargo, después tiene una pesadilla en la que flotan por el espacio y sus cuerpos se separan. Al despertarse, se alivia sabiendo que siguen juntos.
Pasan los meses y los dos enamorados recorren todas las capitales de Europa dando conciertos. Regresan a Viena y, después de un atronador éxito, Carla se encuentra en el camarín con Poldi, la esposa de Johann. Poldi le dice que Johann es un hombre demasiado sensible y que no podrá soportar cuando Carla lo abandone, como un día lo hará. Es mejor que se separen cuanto antes para que el daño no sea mayor. Carla se da cuenta de que Poldi tiene razón y decide abandonar a Johann. Este, que no sabe de la visita de Poldi, no comprende el porqué. Piensa que Carla nunca alcanzó a quererlo con locura. Desesperado, decide volver a la aldea de su casa natal. Una vez allí, cuando entra en su habitación, entran con él las sombras de su madre, de Poldi, de su editor, de Hagenbruhl y de Carla. Johann rompe en llanto.
Después de muchos años, cuando Johann ya es un anciano, va con su esposa Poldi a recibir un homenaje en el palacio de Viena. El emperador, que no es otro que Hagenbruhl, lo felicita y le dice que él es el dueño del corazón de Viena. El público canta el vals “Sueños” y Johann cree ver en lo alto una visión transparente de Carla, aun joven. Se entristece pensando que él nunca pudo saber lo que pregunta en su vals: “¿qué es lo que los amantes buscan allá en el fondo del mar?” (p.264).
Capítulo 14: Anónimo dirigido al regente del internado del colegio ‘George Washington’, 1947
El anónimo amenaza al Director diciendo que se equivocó al elegir a Casals como el mejor alumno del año. Le revela que él y Colombo le dieron cita a Leticia Souto y Beatriz Tudalian en el parque un sábado a la tarde, con la intención de aprovecharse de ellas. Las muchachas no se dejaron tocar, pero Casals y Colombo les dijeron a sus compañeros que “se las habían morfado” (p.265). El anónimo dice que la cosa se está poniendo fea y que si se entera el hermano mayor de Tudalian “SE ARMA” (ibid.). Cierra su carta diciendo que Casal es un “degeneradito” (p.266), que anda diciéndole a Adhemar que quiere ser igual que él y que le pregunta cuánto se tuvo que masturbar para que le crezca el pene. En otro tiempo Casals era inteligente, pero ahora está como Colombo.
Análisis
En estos capítulos aparece por primera vez otro tipo de registro verbal: en vez de diálogos o monólogos internos, nos encontramos con tres tipos diferentes de textos escritos: un diario íntimo, una composición escolar y una carta anónima. La carta y el diario son narraciones en primera persona y la composición tiene un narrador en tercera que identificamos, sin embargo, con la voz narrativa de Toto. La narración principal sigue sin tener narrador omnisciente; las únicas marcas de una puesta narrativa o autoral es el montaje de los textos y los títulos de los capítulos, que indican el registro y las atribuciones de lo que vamos a leer.
El capítulo 12 introduce un nuevo personaje: Esther. Su registro verbal, cargado de metáforas pomposas y apreciaciones subjetivas, nos habla de cómo es interpelada por el lenguaje sentimental del cine y la cultura popular: “¡Castígame, Dios mío! Porque dentro mío anida un cuervo y ha caído la noche en mi alma, teñida por el negro de sus plumas” (p.225). Esther padece particularmente las diferencias socioeconómicas, porque es una chica pobre en un colegio de ricos. Su anhelo de que su sobrino pueda tener lo que ella no tuvo y de ir a Adlon para socializar con sus compañeros y tener la oportunidad de que Héctor se enamore de ella son también anhelos aspiracionales para la realización individual del personaje. Por eso Esther considera que la cita del domingo concertada por Casals es una oportunidad única para empezar a vivir la vida que ella desea.
Esther cree en el mérito propio, que le permitió conseguir una beca para estudiar en aquel colegio. Por eso también le preocupa la dificultad que encuentra en estudiar, porque le haría peligrar aquel beneficio que es un medio de ascenso social. En ella persiste una mirada discriminadora de la clase baja a la que pertenece, que proyecta particularmente en su hermana mayor, en la que ve un impedimento para sus aspiraciones socioeconómicas: “mi hermana de una vez por todas reveló lo que es: una pobre orillera, la detesto. Con el tapado mostaza, que ella se cree que es lo más fino que hay y vienen ganas de darle limosna” (p.234). No obstante, también detectamos en el discurso de Esther una puesta en valor de las clases bajas, porque surge en su discurso una realidad política concreta, la del peronismo en auge en la década del 40 en la Argentina, un partido que abogaba por los derechos de los trabajadores. Esther construye una imagen romantizada de la figura de Perón, como benefactor de los pobres –“¡Perón! En un año que eres presidente no caben en las páginas […] de periódicos las cosas que has hecho por nosotros…” (p.224)–, similar a la que tiene del Director del colegio, con quien se siente eternamente agradecida. En su fantasía de lo que ocurrirá aquel domingo en que tendrá la oportunidad de conocer a Héctor, piensa que le podrá preguntar “sus ideas políticas para ver si en su corazón hay un lugar para los pobres” (p.233), y también piensa que ella, una vez que haya escalado socialmente recibiéndose de médica, podrá convertirse en la benefactora que cuida de su “pueblo querido” (p.243).
La composición literaria del capítulo 13, escrita por Toto, nos muestra que, mientras el personaje sigue siendo considerado un niño que no crece, al que sus compañeras ven como alguien más chico a pesar de que tienen la misma edad, él, sin embargo, va progresando en su capacidad de reproducir e imitar lo que ve en el cine. Toto pasa de recortar figuras de artistas, calcarlas y copiarlas, a realizar una interpretación escrita de una de las películas que vio. En su composición cuenta la película El gran vals (1938), realizando una reposición de la trama bastante libre y apreciativa. Es interesante destacar que algunos eventos que describe son distintos a los de la historia original. Por ejemplo, en la versión de Toto es Carla la que abandona a Johann, cuando en la película original sucede al revés. Además, incluye pasajes en los que se mete en los pensamientos de los personajes, volcando en ellos sus propias dudas e inseguridades, como cuando se pregunta cómo se relaciona el amor con el deseo sexual, algo que Casals sufre particularmente por su identificación con el universo femenino y su mirada de la sexualidad como algo que relaciona con la violencia masculina: “[el estudiante] tiene que inclinarse ante la naturaleza [el deseo sexual y físico], cuando en realidad lo que quería es acurrucarse junto a ella y tomarle la mano [el amor ingenuo y asexuado]” (p.255).
Toto Casals le dice a Esther que debe cuidarse de Héctor en la oscuridad, porque sabe, como confidente de su primo, lo que los hombres quieren hacerles a las mujeres. En principio no logra identificarse con esa masculinidad, como lo insinúa Esther al tratarlo de “maricón” y decirle que, en su obsesión con Adhemar, Toto pasa de querer convertirse en él a estar enamorado de él. Esto sucedía también cuando Toto se obsesionaba con el tío de Alicita, al que admiraba casi románticamente, pero en quien también se quería convertir, lo que detectamos en su fantasía de que se fusionaba con el tío de Alicita hasta vivir dentro de él. En la carta anónima del capítulo 14 aparece un rumor que pone a prueba estas apreciaciones. Si el chisme es verdadero, lo vemos a Toto intentando convertirse en aquellos muchachos que abusaron de él, como Colombo, y probar suerte tratando de tener sexo con dos compañeras del colegio. También el anónimo vuelve sobre el interés de Casals en Adhemar, que superpone la obsesión romántica con el anhelo de poder finalmente crecer físicamente para convertirse en un hombre, lo que Toto asocia, según el anónimo, con “cuántas pajas hay que hacerse por semana para que le crezca la pija igual que a [Adhemar]” (p.266). Esta carta pone en evidencia que Toto está en la búsqueda de salir de esa condición aniñada y femenina que lo relega a ser el confidente de otros y no poder experimentar el amor físico y romántico que le muestra el cine.