La traición de Rita Hayworth

La traición de Rita Hayworth Resumen y Análisis Capítulos 9-11

Resumen

Capítulo 9: Héctor, verano 1944

Con este capítulo, que despliega el monólogo interior de Héctor, inicia la segunda parte de La traición de Rita Hayworth. Héctor cuenta que le quedan diez días de verano en Vallejos antes de volverse a la pensión en Buenos Aires, y piensa en las muchachas de Vallejos con las que tuvo relaciones sexuales. De Mari, una chica que se la pasa todo el año en el campo de maestra, le sorprende que ninguno, antes que él, “se la haya cogido” (p.157). También estuvo con Rulo, una chica que quería explicarle Matemática, Física y Química y con la que aprovechaba para tener relaciones en el portón de la casa, donde se oía si se acercaba alguien, pero después Rulo le dijo que si no se ponía a estudiar no lo quería más, y Héctor dejó de verla. Entonces quedaban tres semanas de vacaciones y, si no fuera por Mari, tendría que haber ido a tener sexo “con las negras” (p.159). Mari se enganchó con Héctor cuando él le cantó un bolero en un baile y después ella quería dejar la escuela en el campo e irse con él a Buenos Aires. Otra joven con la que estuvo Héctor se llama la Ñata, que lo trataba de “cuadrado” (p.159) y le hacía leer a Dostoievski, que para Héctor era como leer una guía telefónica de la cantidad de nombres que había en el libro. En la pensión, un cordobés quiso que fuera a leer a su pieza y le dio el Kama Sutra, que Héctor leyó evitando que el cordobés le pasara la mano.

Antes de irse para Buenos Aires hace seis años, Héctor jugaba al fútbol en el “Atlético Vallejos” de “centrojá” (mediocampista). Chicho, un compañero de fútbol, le había dicho que la convenciera a su tía Mita de que él se quedara en Vallejos para seguir entrenando y ganar dos campeonatos, aunque en Vallejos solo hay una escuela de mecánicos. Mita le prometió enviarle una carta al papá para que Héctor se pudiera quedar allí, pero después no le escribió, porque para Mita ser mecánico era poco y él tenía que aspirar a más. Héctor se imagina que si se quedaba en Vallejos podría haber ascendido hasta llegar a la Reserva de River. También imagina que, en un partido entre River y Boca, lo descubren en un potrero de la capital y lo llevan a jugar a último momento, mete seis goles como centrojá y hace ganar a su equipo. A la Ñata no le dice nada de su sueño de entrar en la Reserva de River porque ella le dice que es un burro, que no tiene ambición y que no sabe hablar de otra cosa que de fútbol.

Toto le cuenta a Héctor que en el colegio un chico de nombre Noziglia abusó sexualmente de chicos más pequeños en el patio durante el recreo, asistido por su banda. Eso era algo que en la época en que Héctor iba al colegio hacía el Pelado López. Noziglia creía que el Toto “era un boludo y no entendía nada” (p.165), pero Toto pensó que estaba torturando a un chico y fue a llamar a la maestra. Cuando la maestra llegó al lugar, Noziglia ya había soltado al chico, pero él y su banda juraron vengarse de Toto. Un día, Toto tenía miedo de salir al recreo porque sabía que Noziglia estaba planeando algo. Le dijo a la maestra que unos chicos le querían pegar, pero no dijo quiénes. Después salió por el corredor al patio para ver si había alguna maestra para ponerse al lado y, de repente, salieron del baño Noziglia y dos chicos a agarrarlo. Toto logró soltarse y salió corriendo hasta llegar a su casa. Berto lo agarró y le hizo jurar que no había pasado nada; Toto dijo que llegó a escapar a tiempo y Héctor piensa que, si lo agarra a Noziglia y lo mira bien fijo, se va a dar cuenta de si consiguió hacerlo o no.

Capítulo 10: Paquita, invierno 1945

Paquita desarrolla su monólogo interior mientras espera en la fila para confesarse en la iglesia de su escuela. Piensa en los pecados que tiene que confesar y espera que su padre no se entere de su “pecado mortal” (p.177). Su papá es de Galicia y trabaja en una sastrería, en la que era empleada Celia, una mujer que falleció de tuberculosis. Paquita quiere que Toto le cuente qué sabe de Celia, porque hay rumores de que algo pasaba entre ella y su papá, pero Toto solo le dice que con lo que le pagaba su papá a Celia ella no podía comprarse sus remedios. Luego, se le pone a hablar de alguien que se escapó del colegio en el recreo otra vez. Paquita asume que es una chica la que se escapó y le pregunta quién es, pero Toto le dice que es secreto. Agrega que ella puede contarle a su mamá, Mita, lo de Raúl García, que él no lo cuenta porque juró que no lo haría.

Paquita cuenta que fue a visitar al instructor de natación en la pieza de un hotel. Él le preguntó qué hacía ahí y señaló que era menor de edad. Paquita dice que el instructor solo se desabrochó el cuello de la camisa y no pasó nada más. En la pieza se dejó el libro María, de Jorge Isaacs, que tenía que devolver en la biblioteca. Fue Mita, con quien charla sobre los libros que leyeron, quien le recomendó esa novela. Paqui le cuenta las novelas a Mita para que ella las recuerde. Quiere que Mita la lleve al Club Social, pero esta le indica que no puede subir a la terraza con un muchacho, porque le echarían la culpa a ella. Mita había quedado embarazada de nuevo y tenía miedo de que el bebé se le muriera al nacer.

Una vez, Paquita estaba con Toto cuando se acercó la Rulo. Toto le decía que ella era la más linda de Vallejos y que el verano anterior había pasado muchas veces por su casa con Héctor, pero la Rulo nunca salía. Rulo le pidió a Paquita que los dejase hablar solos; ella se fue, pero los escuchaba con un vaso pegado en la pared desde la cocina. Rulo le dijo a Toto que no salía más a la calle porque cuando Héctor no estaba no veía el sentido de salir, y cuando sí estaba, no salía porque tenía miedo de encontrarlo. Toto le insistió que Héctor quería volver con ella y no con la Ñata, a lo que Rulo le dijo que la Ñata seguro le intrigaba más. Entonces Toto le dijo que Héctor a la Ñata también le había hecho lo que había querido en el zaguán y que Héctor había estado con la Mari y la Porota Mascagno.

Poco después, a la salida del colegio, la Ñata confrontó a Paquita diciéndole que se había aprovechado de un chico inocente para desprestigiarla con chismes y calumnias, que ella siempre había hablado bien de Paqui en el Social porque la había creído una chica inteligente, pero ahora veía que “leer noveluchas” (p.185) se le había subido a la cabeza. La Ñata le dijo que le esperaba un boicot, que ninguno de sus amigos estudiantes la iba a saludar cuando volvieran del verano y nadie la iba a sacar a bailar en el Social. Paquita piensa en vengarse de “el mocoso” (p.188) de Toto.

A Paquita se le pegó el pan con manteca al corte de casimir de un cliente del papá. No fue a propósito, pero igual el sastre gallego, que es jugador y borracho, le dio latigazos con el centímetro. Cuando Paquita fue a ver al instructor, este le preguntó si le dolía que le acariciase la cicatriz que le había quedado del golpe. También dijo que podrían quitarle el empleo por haberle abierto la puerta de su pieza, y que tendría que ir a ver al padre y decirle que la cuidara más. Paquita piensa en contarle a Mita lo del hotel y pedirle que le diga a Héctor, que tiene que estudiar para ingresar al Colegio Naval, que la saque a bailar en el Social. Un día, el bebé de Mita casi se ahoga por atragantarse con una cáscara de durazno, y a Toto le agarró un ataque; se puso a llorar como si el hermanito se hubiese muerto. Héctor le dijo “maricón del carajo” (p.190) y le ordenó que se callara, a lo que Toto le respondió que era un intruso y que se fuera de la casa. Héctor, en vez de darle una trompada, se ofendió y se encerró en la habitación.

Paquita está preocupada porque pronto le toca confesarse, y además de haber robado unas pasas en el almacén y no haber rezado, tuvo malos pensamientos. Para el cura confesor es igual de grave que entre Raúl García a su cama e imaginar que lo hace. Por último, Paquita recuerda cuando se encontró con el libro María en el taller del padre. Este le dijo que lo devolviera a la Biblioteca y que se portara bien, para que nadie fuera a decirle que debía cuidar más a su hija. Paquita piensa que el papá debió creerle al instructor que él no le había hecho nada, porque si no la habría mandado a revisar, la habría castigado y le habría pegado con el centímetro. Ahora Paquita no puede ir sola a ninguna parte, pues el papá la vigila siempre. Le pide a Dios que este no le pegue cuando vuelva furioso, a la noche, de perder a las barajas.

Capítulo 11: Cobito, primavera 1946

Cobito inicia su monólogo un domingo antes de la cena en el internado del Colegio Incorporado George Washington en Merlo, Buenos Aires. Al principio interpreta a un bandolero de película, “Joe el implacable” (p.196), que se va a vengar de unos compañeros de su banda que lo traicionaron. Está molesto con Colombo y el paraguayo Wagger, que salieron por el día y que seguro vuelven para la hora de la cena. Cobito le tiene bronca a los que tienen parientes en Buenos Aires y se van a cenar afuera, cuando él se tiene que quedar a comer la “mierda fría” (p.198) que sirven en el internado. El primer domingo de salida, Casals (Toto) fue el primero en volver, por “chupamedias” (p.197). Un domingo, Cobito y su amigo Colombo intentaron agarrar a Casals para abusar de él, pero este logró escapar.

Faltan tres meses de clases para que Cobito regrese a Paraná por el verano. Allí viven su hermano y su madre. El papá, un judío que vino de Odessa, murió de cáncer hace un año y les dejó una tienda de la que se ocupa su hermano. Cuando su papá vivía, Cobito no trabajaba en la tienda; se la pasaba en el río pescando. Pero ahora el hermano quiere que ayude, para compensar por los gastos de la sucesión y del internado, que les sale más caro porque Cobito tiene que quedarse más tiempo para rendir las materias que reprobó. Cobito no quiere hacer lo que le pide el hermano, pero piensa que, si su papá estuviera vivo, podría aprender a engañar a los clientes gallegos como lo hacía su padre. A Colombo lo invitó a ir de vacaciones con él a Paraná y le dijo que, en otra ocasión, Colombo podía devolverle la invitación llevándolo a la Pampa, pero su amigo se hizo el desentendido.

Casals le escribe a la mamá una carta por día. Una vez, el paraguayo Wagger le robó una y se puso a leerla en voz alta mientras se masturbaba en el baño. En la carta se leía que el tío de Casals estaba enojado con Héctor porque este no se preparaba para el ingreso al Colegio Naval. También decía que con ellos había ido a ver la matinée de Cuéntame tu vida, una película de suspenso y de amor. Cobito luego piensa en una chica con la que el paraguayo tuvo sexo en el Chaco, y en las otras chicas del colegio, a las que trata de “turras” y de “putas” (p.205). Recibe un castigo de parte del Director del Internado por hacer gestos groseros delante de las señoritas, por lo que no lo dejan salir por un mes. El Director dice que es el padre espiritual de los alumnos y les habla de tener relaciones solo cuando hay amor.

Cobito cree que si este verano no empieza a tener sexo “se le van a podrir las bolas” (p.208). Recuerda que un celador, al que llama Charrúa, llevó a dos chicos de su pabellón a debutar con una mujer en la estación de Merlo. Se lamenta de que no lo haya llevado a él, pero el celador lo tenía entre cejas porque él y el paraguayo habían eructado durante la hora de estudio. Fueron varios los que hicieron ruido y, como nadie confesaba, se los amenazó con no dejarlos salir el domingo, por lo que Casals, que temía quedarse por si lo agarraban Cobito y los suyos, se quejó con el Director, diciendo que el celador debía encargarse de encontrar al culpable. El paraguayo creía que Casals lo iba a delatar y se presentó ante el Charrúa, por lo cual Casals pudo ir a comer ravioles con su tío. Una vez fueron la madre y el hermano de Cobito a sacarlo del internado un domingo, aunque él les dijo que no había nada para hacer en Merlo. Gastaron mucho con el abogado y la sucesión en Buenos Aires, y como iban a comer un sanguche al hotel, Cobito se volvió al internado antes de la cena.

Cobito pensó en intentar de nuevo agarrar a Casals usando cloroformo para dormirlo. Recibe la ayuda de Colombo y el paraguayo, pero cuando usan el cloroformo Casals no se duerme, se sigue retorciendo, hasta que el paraguayo lo suelta y Casals se escapa. Cobito le echa la culpa al paraguayo y dice que le va a decir al celador que la idea fue suya. En el final de su monólogo, vuelve sobre la visita de su madre y su hermano, en la que la madre le dijo que si su padre viviera le daría a Cabito una paliza por no portarse bien. Pero él lo quiere a su padre y podría ocuparse bien de su negocio, no como su hermano, que no sabe nada. El hermano lo va a mandar a Cabito a hacer mandados durante las vacaciones mientras Colombo se la pasa en el campo sin hacer nada, y Casals se va primero que todos porque no debe ninguna materia. Cobito piensa que no va a ir a Paraná y que va a ir al Chaco para que la chica del paraguayo crea en la oscuridad que él es el amigo y va a aprovechar para levantarle la pollera.

Análisis

En esta sección tenemos los monólogos en primera persona de dos personajes masculinos perpetradores de una mirada machista que cosifica y discrimina a las mujeres a través del sexo. Héctor y Cobito utilizan un lenguaje soez y despectivo hacia las mujeres cuando piensan en manipularlas para acostarse con ellas. En el caso de Cobito, también tenemos un ejemplo de personaje abusador que, como Noziglia o el Pelado López, hace uso de la fuerza y de la complicidad entre varones para violar a sus compañeros de colegio más chicos, algo que es una amenaza constante en la vida de Toto Casals. Nos enteramos también, a través de los tres monólogos, que Toto sufre repetidas veces el peligro de que abusen de él. En el relato de Paquita, Toto dice que es una chica la que se escapó de la escuela, pero se lee entre líneas que le avergüenza decir que se trata de él, porque eso lo pone en condición de inferioridad respecto de los otros chicos de su colegio. En la mirada machista de los personajes, la condición de abusado de Toto lo feminiza, lo sitúa en el lugar de una chica débil que no puede defenderse.

Otra forma de la violencia masculina aparece en la figura del padre de Paquita, el sastre gallego que se emborracha y le da latigazos a su hija para castigarla o porque perdió en el juego. Paquita reza para que el padre no le vuelva a pegar por haber ido hasta el hotel del instructor de natación, y para que no se entere de su “pecado mortal”: haber estado con Raúl García y fantasear con él. En su discurso se pone de manifiesto la represión religiosa al deseo femenino, porque Paquita teme que se la castigue por el solo hecho de imaginar que se acuesta con Raúl García: “¿Qué hice Virgen Santa para recibir este castigo? ¿Por esconderme en el camión con Raúl García? ¡por esconderme en mi cama con él… en el pensamiento!” (p.191). Respecto de lo que ocurre con el instructor, no queda del todo claro si el hombre se aprovechó de Paquita o si no sucedió nada; la duda se manifiesta en aquellos pasajes donde Paquita piensa (y no sabemos si es realidad o fantasía) que el instructor la dejó sentarse en su cama y le tocó las cicatrices de los latigazos.

Aunque Héctor y Cobito encarnen el lado victimario del machismo y la violencia, esto no quiere decir que sean personajes planos o unidimensionales. Por el contrario, a través de sus relatos podemos reconocer el origen de sus tristezas y frustraciones. En el capítulo 9 hallamos una explicación a la mirada triste que caracteriza a Héctor: él hubiera preferido quedarse en Vallejos y seguir su sueño de convertirse en un jugador de fútbol profesional, pero Mita no lo respalda por un anhelo de ascenso socioeconómico: Héctor no se puede contentar con el tipo de educación que le podría proporcionar Vallejos; tiene que “aspirar a más” (p.163). Mita es como una madre para Héctor —es “más que una tía” (ibid.), dice— pero cuando ella decide no actuar en su favor él se siente traicionado: “porque te quiero [dice Héctor adoptando la voz de Mita] te mando a Buenos Aires, porque te quiero… te entierro en una pensión podrida, y toda la mañana en el colegio hijo de puta” (p.164). Aquí resurge el tema de la traición como quiebre de las expectativas de un personaje que ha perdido a su madre y que no termina de sentirse dentro de la familia de sus tíos, algo que se percibe también en la relación de hermanos que tiene con Toto. Por eso Héctor se ofende cuando Toto, por despecho, le dice que es un intruso en su casa.

Cobito ha perdido a su padre, un padre que en vez de hacerlo trabajar en la tienda le dejaba ir a pescar al río todo el día. Su quiebre de expectativas tiene que ver con la difícil situación económica en que se encuentra su familia después de pagar los costos de la sucesión y del internado de Cobito. Él contrasta su situación con la de sus compañeros: mientras los otros salen a comer los domingos y pueden descansar en las vacaciones, él tiene que trabajar en la tienda de la familia y soportar “la comida fría repodrida del domingo” (p.215) que sirven en el internado. Aquella vez que lo visitaron la madre y el hermano iban a cenar “sanguches de mortadela […] y de queso” (ibid.) en el hotel, frustrando el deseo de Cobito de cenar bien como lo hace Casals: “ni ranas, ni patos alimentados a leche, ni la tortilla prendida fuego comí nunca” (p.212), dice Cobito, para quien la comida es un índice de su condición socioeconómica.

En el capítulo 10, a través del discurso de Paquita, reaparece el tema de los chismes y los secretos. En primer lugar, se confirma un rumor que había mencionado Teté en el capítulo 6: que a Paqui le gusta el instructor de natación. En su monólogo, los secretos se multiplican, tanto los que sabe como los que quiere saber: el de si su padre tuvo una relación con la fallecida Celia, su secreto de que estuvo con Raúl García o con qué chicas de Vallejos estuvo Héctor. En todos los casos, el medio principal de circulación de chismes es Toto, a quien se lo presenta como un confidente poco confiable. Por esa ingenuidad infantil que Toto conserva, asociada a su falta de crecimiento —algo que se evidencia también cuando Cobito lo llama “el petiso Casals” (p.198)—, los otros personajes aprovechan para contarle sus secretos, pero también para descubrir los de los otros. Paquita se entera así de que no solo la Rulo, sino también la Ñata, la Mari y la Porota estuvieron con Héctor, y es evidente que ella después hace circular el chisme, por el hecho de que la Ñata la confronta diciendo que anda con “calumnias” (p.185) para desprestigiarla.

Por último, el cine tiene de nuevo una presencia significativa en estos discursos. Cobito se identifica con un personaje de película de bandolero, “Joe el implacable” (p.196), que le sirve como referencia para pensar su venganza por la traición de sus compañeros, que lo dejaron solo un domingo. En la imagen feminizada de Toto también acude el cine como modelo, puesto que Toto, al enojarse con Héctor, le dice que se vaya de la casa “con el dedo como las artistas cuando echan a alguien” (p.190). Un elemento nuevo en estas referencias de la cultura popular son las novelas románticas que leen Mita y Paquita, como María, Marianela, Los miserables o El hombre que ríe. Estas lecturas son calificadas como “noveluchas” (p.185) por la mirada intelectual de la Ñata, que tiene de modelo de alta literatura a Dostoievski. Si bien no consideraríamos, hoy en día, obras como las de Victor Hugo como baja literatura, es el modo en que estos personajes leen las novelas y miran las películas como ejemplos sentimentales a seguir lo que las coloca en ese universo idealizado de la cultura popular.

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