Juan María Brausen, un publicista que trabaja en la firma McLeod con su mejor amigo Stein, es el encargado de escribir un guión cinematográfico. En este contexto, está creando el personaje de Dr. Díaz Gray, residente de Santa María. Paralelamente, Brausen desarrolla un siniestro alter-ego: el bandido Arce, cómplice del asesinato de La Queca, una prostituta que vive en el departamento contiguo y de quien Arce (Brausen) usualmente toma ventaja. A medida que la historia avanza, el mecanismo clásico del boom latinoamericano comienza a operar: las constantes invasiones de lo literario en la "realidad". Para este propósito, Onetti utiliza la imposibilidad de Brausen de asumir su realidad, que implica compartir la cama con una mujer que no ama y ser despedido de su trabajo. Es por esto que Brausen inventa esos "escapes" de la realidad: Díaz Gray, Elena, Arce.
Los personajes inventados por Brausen pueden interpretarse como diversas metáforas de su realidad. Díaz Gray representa la tranquilidad, amabilidad y, en cierta medida, la inocencia, además de ese sueño inalcanzable de tranquilidad para un ser urbano y acosado por la modernidad como lo es Brausen. Arce, por otro lado, representa el lado oscuro siempre reprimido: la perversión, la corrupción y, aunque matizado por cierta piedad hacia Ernesto (el asesino material de la Queca), termina configurando la idea del mal. Arce es el opuesto de Díaz Gray, y ambos operan como contrapesos para Brausen, que se convierte en una figura nominal de su propia vida. Agazapado entre los personajes de la novela está el mismo autor, propietario del apartamento que alquila a Brausen. Onetti se describe a sí mismo como un ser hosco, sarcástico y silencioso.