“Las armas secretas” es, sin lugar a dudas, un relato fantástico. Sin embargo, por los recursos que utiliza y los efectos que causa, no se trata de un relato fantástico típico o tradicional, sino que presenta algunos rasgos particulares que son propios de la impronta del autor argentino en el género.
Cortázar siempre manifestó una preocupación por la concepción de la realidad y el estatuto que se le otorgaba en la literatura a lo fantástico como una fuerza que no pertenece al orden de lo real y que lo subvierte irremisiblemente. Frutos de esta preocupación son sus cuentos y, también, algunos textos teóricos fundamentales para comprender su pensamiento. Entre estos últimos, cabe destacar tres trabajos que hablan del tema de lo fantástico: “Algunos aspectos del cuento”, “Notas sobre lo gótico en el Río de La Plata” y “El estado actual de la narrativa en Hispanoamérica”.
En “Algunos aspectos del cuento” Cortázar hace la siguiente declaración:
Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al género llamado fantástico por falta de mejor nombre, y se oponen a ese falso realismo que consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse como lo daba por sentado el optimismo filosófico y científico del siglo XVIII, es decir, dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes, de principios, de relaciones de causa y efecto, de psicologías definidas, de geografía bien cartografiadas. En mi caso, la sospecha de otro orden más secreto y menos comunicable, y el fecundo descubrimiento de Alfred Jarry, para quien el verdadero estudio de la realidad no residía en las leyes sino en las excepciones a esas leyes, han sido algunos de los principios orientadores de mi búsqueda personal de una literatura al margen de todo realismo demasiado ingenuo. (Cortázar, 1970 : 1-2)
En este pasaje, ya es posible comprender la mirada particular que Cortázar pretende echar sobre la realidad, una mirada interesada no en aquello que se hace evidente, sino en todo lo que parece quedar oculto por lo comprobable a primera vista.
En el tercer artículo (y probablemente el más importante de todos), Cortázar reconoce que lo sobrenatural o lo fantástico es el rasgo más predominante en su obra. Esta modalidad, para él, es la más auténtica de todos los géneros literarios y la más ficcional, en el sentido de que es la que más le vuelve la espalda a la realidad tal cual se la concibe cotidianamente. Sin embargo, Cortázar también aclara que no hay una definición de lo fantástico que lo deje satisfecho: en primer lugar, el concepto a veces se confunde con otros, como con la idea de lo maravilloso y lo extraño, y, además, también varía de una cultura a otra, según lo han empleado diversos escritores e intelectuales. Desde su óptica particular, lo fantástico surge de los aspectos más ignorados o relegados de la realidad y se presenta, justamente, en medio de los actos racionales. Desde esta perspectiva, lo fantástico no viene a subvertir el orden de la realidad, sino que tiene como función cuestionar y estirar los límites de lo real con el objetivo de hacer entrar en la realidad todo aquello que puede ser insólito o extraordinario.
Esta expansión de los límites y las posibilidades de lo real es lo que el lector puede observar en los relatos cortazarianos y, por supuesto, en “Las armas secretas”: la historia comienza en un marco familiar y concreto, en un universo trivial (la historia de dos enamorados), conocido y fácil de identificar. Poco a poco, de forma casi imperceptible, de ese mundo van brotando indicios, huellas, signos, de algo insólito que cargan a la realidad de un extrañamiento hasta el punto de crear una nueva dimensión de lo real.
En “Las armas secretas”, el enamoramiento de Pierre cobra tintes obsesivos, pero pronto el lector comienza a sospechar que no se trata tan solo de la obsesión del sujeto amoroso, sino de que están sucediendo cosas pertenecientes a otro orden de la realidad… La música que escucha Pierre, las imágenes sensitivas que lo asaltan en cualquier momento y los recuerdos de algo que él no ha vivido se suman y superponen paulatinamente como indicios de algo que va más allá de su propia historia. Al final del relato, se revela al lector que Michèle había sido violada por un Alemán y entonces se comprende que los recuerdos y las sensaciones de Pierre delatan la presencia del alemán que ha poseído, de alguna forma inexplicable, su propia personalidad.
El final cuestiona los límites de lo real y los amplía; la posesión puede pensarse como un hecho inverosímil, que escapa a lo posible, pero también empuja al lector a reflexionar sobre las relaciones humanas, sobre el amor, las obsesiones y el abuso de poder en las relaciones de parejas. Así, lo fantástico no es una fuerza que busca romper con la realidad y conmocionar al lector, sino que se propone como una lente desde la cual observar la realidad y detectar aquellas cuestiones que, desde una óptica realista, pasan desapercibidas.