Resumen
En su departamento en Saint-Sulpice, Pierre espera la llegada de Michèle; como ella está demorada, imagina motivos que puedan explicar su tardanza, pero la ansiedad creciente lo lleva a pensar siempre en que ella está evitando, por alguna razón, subir a su cuarto. Diferentes imágenes se le aparecen en la mente, como la de una escopeta de doble caño que lo apunta. Pierre descarta la imagen absurda y vuelve a pensar en la tardanza de Michèle. El pueblo de Enghien también aparece reiteradas veces en sus pensamientos, hasta que finalmente baja al Bistró de León, para cenar y se ubica en un sitio desde el cual pueda observar la entrada de su casa, por si Michèle llegara a aparecer.
Análisis
“Las armas secretas” es un relato que gira en torno a la relación amorosa de Pierre y Michèle, dos jóvenes franceses en los años de posguerra. Conforme avanza el texto y mediante indicios crípticos y contra-indicios, la historia del enamoramiento de Pierre y Michèle es atravesada por otra historia, la de una violación que Michèle sufrió en el pasado a manos de un alemán en la ciudad de Enghien. De forma inexplicable, la personalidad del alemán parece superponerse sobre la del enamorado Pierre, quien termina repitiendo la historia de la violación.
Como se irá explicando a lo largo de todo el análisis, durante gran parte del cuento se construye un discurso sobre el enamoramiento que, a la luz que arroja el final del relato, todo lo extraño, violento y obsesivo de dicho enamoramiento tiene una justificación: la conducta de Pierre responde a la superposición inexplicable de la personalidad del alemán sobre la suya propia. Cabe tener presente durante todo el análisis, entonces, que al final del cuento, el discurso del enamoramiento se resignifica y hasta termina anulándose bajo una nueva perspectiva propia del relato fantástico: de alguna manera, es el alemán quien vuelve de la muerte -aunque sea como una superposición de su personalidad sobre la de Pierre- para volver a violar a Michèle, cuya confesión lo llevó a la muerte.
Al inicio del cuento, el narrador en tercera persona propone una clave de lectura que es fundamental para comprender el extrañamiento sobre el que toda la estructura narrativa va a sostenerse y fundamentarse: "Curioso que la gente crea que tender una cama es exactamente lo mismo que tender una cama, que dar la mano es siempre lo mismo que dar la mano, que abrir una lata de sardinas es abrir al infinito la misma lata de sardinas. <>, piensa Pierre alisando torpemente el gastado cobertor azul” (p. 359).
Tanto el relato como el pensamiento de Pierre proponen una indagación sobre aquello que puede parecer común y lo que es excepcional: Pierre mira la vida con una actitud extrañada, y hasta lo más cotidiano, como tender una cama, se le hace raro y excepcional, cargado de un significado singular que rompe con las percepciones monótonas y rutinarias sobre las que se construye ese cotidiano.
En la cita anterior también se hace presente el estado de enamoramiento que afecta a Pierre: la idea de ver a Michèle se asocia a la salida del sol y se contrapone a la tristeza de un día lluvioso sin su presencia. Mientras espera, el pensamiento de Pierre se pierde en lo que parece un divague desarticulado que, sin embargo, siempre vuelve sobre una pregunta de tintes obsesivos: “¿Por qué no llega Michèle?” (pp. 360 y 361). Ante la ausencia de su enamorada, Pierre comienza a desesperarse: piensa que ella no quiere entrar a su cuarto por alguna razón, luego se amonesta por pensarlo y aventura otras razones para la tardanza. Cuando Michèle no aparece, Pierre solo es capaz de pensar una causa para la ausencia: que ella no quiere verlo.
La angustia patente en la espera de Pierre es la angustia propia del sujeto amoroso. En su obra Fragmentos de un discurso amoroso, el famoso semiótico Roland Barthes analiza numerosas estructuras del amor y sobre la angustia declara: “el sujeto amoroso, a merced de tal o cual contingencia, se siente asaltado por el miedo a un peligro, a una herida, a un abandono, a una mudanza” (Barthes, 2014 : 45). Y esto es lo que puede comprobarse en la primera orientación de la novela: Pierre aparece como un sujeto enamorado y abismado en su enamoramiento, que presenta, desde el inicio, un carácter obsesivo y monomaniaco: En el tren de pensamiento que el narrador recupera mediante la introducción de la primera persona colocada entre comillas, el lector puede comprender la psicología abismada del protagonista, quien parece encontrarse en un estado particular de anonadamiento en el que las ideas se articulan con dificultad y la realidad parece retroceder ante la ensoñación.
Además de introducir fragmentos en primera persona que recuperan directamente los pensamientos de Pierre y los hacen accesibles al lector, el narrador recurre a la enunciación en futuro como una forma de anticiparse a los hechos y generar una sensación de expectativa en el lector, que se condice con la expectativa propia de Pierre. Así, muchas descripciones de lo que sucede no se abordan desde el presente que predomina en el relato, sino que se hacen en el futuro, como puede observarse a continuación: “Pronto saldrán las chicas del estudio del notario, el marido de madame Lenotre arrastrará su pierna por las escaleras, se oirán las voces de las hermanas del sexto piso, inseparables a la hora de comprar el pan y el diario” (p. 359).
Al intercalar fragmentos de discurso enunciados en futuro, el narrador genera una atmósfera de expectación que facilita al lector la identificación con el estado particular de Pierre, quien se encuentra en todo el relato a la expectativa de la concreción de su deseo por Michèle. De esta forma, los recursos estilísticos y las estructuras de enunciación contribuyen para generar un clima de anticipación que mantiene al lector en suspenso y lo preparan poco a poco para la propuesta del final del relato.
En medio de este discurso, comienzan a aparecer algunas referencias recurrentes, como la mención de un lugar, Enghien, que son indicios crípticos y misteriosos. Además, algunas consideraciones generales sobre las mujeres y el paso del tiempo también se presentan como una serie de indicios difíciles de descifrar que en una primera lectura pueden pasar desapercibidos, pero que en verdad dan mucha información al lector sobre la historia que se esconde detrás del enamoramiento de Pierre: “Las mujeres serán siempre las mismas, en Enghien o en París, jóvenes o maduras. Su teoría de los casos excepcionales empieza a venirse al suelo, la ratita retrocede antes de entrar en la ratonera. Pero, ¿qué ratonera? Un día u otro, antes o después…” (p. 361).
¿Qué son todas estas declaraciones que brotan de la mente de Pierre, quien nunca ha estado en Enghien ni llega a comprender por qué piensa en Michèle como una víctima a punto de caer en una trampa? En este momento del relato, es imposible comprender a qué hacen referencia estas alusiones, sino que es recién al conocerse el final y la historia del nazi que cobran un sentido: sobre Pierre se superpone otro sujeto, el nazi que años atrás violó a Michèle y que luego fue asesinado por los amigos de su víctima, Roland y Babette. El alemán que comienza a perfilarse en Pierre espera que llegue Michèle para cobrarse su venganza y volver a violarla; desde esta óptica, queda clara la figuración de Michèle como una ratita que va a caer en la trampa, algo que indefectiblemente sucederá más tarde.
En los divagues de Pierre se presenta también una imagen extraña: “... se da cuenta de que está imaginando una escopeta de doble caño, justamente cuando traga el humo del cigarrillo y se siente como perdonado de su tontería. Una escopeta de doble caño no tiene nada de raro, pero qué puede hacer a esa hora y en su pieza la idea de una escopeta de doble caño, y esa sensación como de extrañamiento” (p. 361).
Esa escopeta que imagina Pierre está directamente vinculada con el título del cuento: se trata de esas “armas secretas” que se revelan poco a poco en el relato y cuyas funciones no quedan claras hasta el final. La escopeta de doble caño que viene a la mente de Pierre mientras está fumando es la escopeta con la que Roland le dispara en la cara al alemán que ha violado a Michèle, quien antes de morir había fumado un último cigarrillo. El recuerdo, entonces, no es de Pierre, sino del alemán que copa poco a poco su personalidad.