En Saint-Sulpice, el joven Francés Pierre Jolivet espera en su casa la llegada de su amada, Michèle. Ante su tardanza, Pierre decide esperarla en el bistró desde el cual tiene perfecta visión de la entrada de su hogar, pero Michèle no se presenta.
Al día siguiente, Michèle le explica los problemas familiares por los que tuvo que ausentarse y le comparte la noticia de que sus padres estarán fuera de la casa por quince días, por lo que podrían instalarse allí los dos solos un buen tiempo. Más tarde llegan sus amigos, Roland y Babette, con quienes conversan un rato hasta que Michèle debe volver a su trabajo. Pierre entonces se dirige a otro café, donde se encuentra con su amigo Xavier, a quien le confiesa todas sus preocupaciones respecto del vínculo con Michèle: que le lastimó el labio cuando la besó, que imaginó su casa con muchos detalles y que esto confundió a Michèle y que cuando quiso nombrar un lugar, de su boca salió otro nombre, Enghien, una ciudad en la que él nunca estuvo. Xavier lo apacigua, pero cuando Pierre vuelve a estar solo, padece una especie de visión que lo devuelve a su estado de perturbación: hay hojas secas pegadas a su rostro que parecen devorarlo.
Más tarde, Pierre fantasea con la noche que pasará a solas con Michèle. Sin embargo, estas fantasías poseen detalles oscuros que lo perturban y le producen insomnio. Al día siguiente, la pareja se dirige al pabellón (así llaman a la casa de los padres de Michèle) en moto y, nuevamente, Pierre se angustia al notar que el lugar es muy diferente a cómo lo había imaginado. Durante la cena, Pierre habla sobre la guerra que aconteció cuando ellos eran adolescentes, pero Michèle no está muy dispuesta a profundizar en el tema. Él se distrae jugueteando con su pelo hasta que nota que Michèle está llorando, se acerca y la besa; alterada, ella lo rechaza, le explica que de pronto lo vio como a un desconocido y que reaccionó de forma extraña. Momentos después, la situación se vuelve a repetir: movido por su deseo de concretar el acto sexual, Pierre trata de apresarla, pero Michèle se escabulle y se encierra en la cocina. Pierre sale entonces al patio y maltrata al perro, que no para de ladrarle. Michèle, que contempla la escena desde la ventana, se acerca entonces a hablarle y vuelven a reconciliarse.
De nuevo en la casa, Pierre avanza sobre ella por tercera vez. Michèle logra detenerlo, pero cuando le va a explicar qué es lo que le sucede, a Pierre lo ataca otra de sus visiones y pierde el control de la situación. Cuando se recupera, Michèle lo mira como a un extraño y corre a encerrarse en su pieza, desde donde llama a Babette para que vaya al pabellón a hacerle compañía. Pierre, mientras tanto, lleno de ira y de confusión, decide volver a París en la moto. Sin embargo, una vez en la ruta, termina pegando la vuelta y regresando al pabellón. Al llegar, oculta la moto lejos de la casa, entra sin hacer ruido, sube a la habitación de Michèle y abusa sexualmente de ella.
Al final del relato, Babette y Roland se dirigen a la casa de Michèle en auto; mientras manejan, charlan sobre un evento traumático que Michèle vivió hace siete años: enn Enghien, durante la guerra, un alemán la violó. Después de dicho episodio, ellos dos lograron capturar al agresor, lo llevaron al bosque y lo mataron de un escopetazo en la cara. Roland y Babette nunca le contaron a Michèle que habían matado al alemán y por eso piensan que las alarmas telefónicas de su amiga no deben ser muy tenidas en cuenta.