-
1
¿De qué manera podría verse una crítica social en Las cosas que perdimos en el fuego con respecto a la violencia estatal?
En primer lugar, el libro de cuentos aborda situaciones de violencia estatal explícita. Es el caso de la violencia policial en "Bajo el agua negra", los fantasmas del terrorismo de Estado argentino en los años 70 en "La Hostería" o el abuso de poder por parte de los oficiales de Stroessner mencionado en "Tela de araña". Ante estas escenas, el texto de alguna manera señala, denuncia.
En un segundo nivel, también hay momentos en los que se menciona el abandono por parte del Estado de los ciudadanos más humildes del país. En "Bajo el agua negra", la contaminación de las fábricas intoxica a los habitantes de la villa. En el primer cuento de la serie no solo se menciona la cantidad de gente que vive en la calle bajo la mirada impasible del Estado, sino también cómo los chicos de la calle están desamparados. El chico sucio desaparece “como solían desaparecer los chicos de la calle” (p.26), es decir, sin que nadie responda por su desaparición.
-
2
¿Podemos decir que la literatura de Enriquez tiene rasgos feministas?
Evidentemente, sobre todo en el cuento "Las cosas que perdimos en el fuego", hay un fuerte sesgo feminista. Aquí, las mujeres se organizan y reaccionan ante la violencia machista.
Sin embargo, la característica más sobresaliente de sus relatos, que los coloca inmediatamente en el ámbito del feminismo, es el hecho de que, en la gran mayoría de ellos, las mujeres son protagonistas. Salvo en "Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo", los varones pasan a cumplir un rol secundario sobradamente pobre de matices. Es decir, no solo no son protagonistas, sino que, de alguna manera, su presencia quizá iguala la chatura de la de las mujeres en la literatura machista.
-
3
¿Por qué puede decirse que Enriquez traduce el género de terror al ambiente rioplatense?
Los elementos que nuclean la literatura de Enriquez, el género que toma y las ideas fundamentales alrededor de él no resultan del todo novedosas. Stephen King, sobre todo, es su mayor influencia. Según él, el terror debe ser capaz de explotar temores personales y, sobre todo, aquellos temores compartidos con una gran porción de la población. Él llama a este estado de tensión presión fóbica social.
Enriquez no hace otra cosa que traspolar esa idea al ámbito rioplatense y buscar cuáles son esos temores sociales compartidos que explotar. Encuentra entonces en el sur del continente las duras condiciones de vida en las villas miseria, el consumo de pasta base en los jóvenes humildes, las creencias populares del interior del país, las crisis económicas, la última dictadura militar, el alto número de femicidios. El fundamento de este gesto, sin embargo, no deja de ser el mismo de King: capitalizar las situaciones atemorizantes de la sociedad y sus emociones (depresión, ansiedad) y arrastrarlas al género.
-
4
¿Qué idea de familia compone Las cosas que perdimos en el fuego?
Una y otra vez a lo largo de los cuentos de este volumen nos encontramos con familias dislocadas. En primer lugar, las parejas, y más específicamente las crisis de pareja, son uno de los disparadores de la inquietud en las narraciones. Estas crisis son en todos los casos comunicacionales: ante un evento desafortunado o un repentino cambio de conducta en uno de ellos, el código se rompe. Por otro lado, el vínculo entre padres e hijos es complejo también: si pensamos en "La Hostería" o "La casa de Adela", la desconfianza de los padres ante el relato de los hijos marca la distancia entre ellos. La incomprensión y desidia de las chicas en "Los años intoxicados" con respecto al mundo adulto tiene el mismo fundamento: adultos y adolescentes habitan diferentes dimensiones de la realidad. En "Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo", Pablo se desentiende de su pareja en el momento en que tienen un bebé. Dice, de hecho, no reconocer a su esposa desde su reciente maternidad. En "Verde rojo anaranjado", madre e hijo se convierten en fantasmas uno para el otro, y solo pueden dialogar a través de la narradora, amiga del joven.
Todos estos dislocamientos de la familia tradicional tienen una función narrativa: no solo instalan la incomodidad inicial y llevan la presión de esta incomodidad a sus extremos, sino que también proponen que no hay contención posible allí. Ante el miedo, los vínculos familiares, que a priori creemos que podrían protegernos, no son un refugio, sino incluso, a veces, todo lo contrario.
-
5
¿Qué uso hace Enriquez en Las cosas que perdimos en el fuego de la historia argentina?
Además de tomar para sus relatos creencias populares regionales y leyendas urbanas, Enriquez hace un uso productivo de la historia argentina a la hora de escribir ficción. En primer lugar, utiliza eventos históricos ya de por sí aterradores. Por ejemplo, en "La Hostería" hace referencia a la última dictadura cívico-militar, en la que se secuestró y torturó a millares de personas, muchas de las cuales jamás aparecieron. Queda claro en esta historia que el sustrato real que se toma no necesita condimentos, que la realidad puede ser tan atemorizante como la imaginación de la autora. Lo mismo sucede con el modo en que Enriquez repone los crímenes del Petiso Orejudo en "Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo", una historia con fundamento real en el caso de Cayetano Santos Godino, un joven que, desde niño, sentía el impulso de matar a otros niños, y ejecutaba sus deseos sin remordimiento.
Otras veces, la historia argentina cumple la función en los relatos de establecer un clima. Por ejemplo, la realidad de la crisis económica de principio de los años 90, retratada en detalle en "Los años intoxicados", no es atemorizante en sí. Su rol es más bien el de ilustrar un ambiente bajo el cual las adolescentes que protagonizan el relato se ven "descuidadas" a nivel familiar (los padres se encuentran ensimismados en conflictos económicos domésticos), a la vez que el mundo exterior no tiene un futuro esperanzador que ofrecerles.