Yo lírico
El yo lírico intenta alejarse constantemente del Spleen y acercarse al Ideal, aunque no siempre lo logra. Siente profunda atracción por las mujeres lujuriosas, aunque las desprecia al mismo tiempo. Ama tanto el placer como el dolor, ya que ambas son emociones que le quitan el Hastío.
A través de su poesía, el yo lírico intenta pintar los distintos personajes y espacios de la vida moderna de París. Se frustra al encontrar que esta vida está atravesada por la hipocresía y el mal. Se frustra, incluso, por no poder librarse de ser parte de ese mal. Por eso mismo, decide consagrarse a él rindiéndole culto a Satán.
Sobre el final del libro, el yo lírico ya ni siquiera cree que su amor por el dolor sea verdadero, sino una treta para hacerse ver como un hombre original. Entonces busca en la muerte algo que realmente sea verdadero y nuevo.
Théophile Gautier
Poeta y crítico literario al que Baudelaire le dedica la obra. Gautier es conocido por defender fervorosamente la idea del arte por el arte: culto exclusivo de la belleza, ausencia de intención política o moral en el arte e independencia absoluta del artista. Estas ideas influencian con fuerza a Baudelaire.
El Hastío
Es un monstruo mucho más malo, más inmundo y más feo que el resto de los monstruos. Es aburrido, capaz de devorar el mundo con un bostezo. Fuma una pipa mientras sueña con patíbulos. Según Baudelaire, todos lo conocemos y somos víctimas de él.
La madre del Poeta
Detesta a su hijo y se queja ante Dios por la maldición de haberlo parido. Lamenta haberse entregado al placer sexual y haber quedado embarazada. Está llena de odio y resentimiento ante la vida.
El Poeta
Si bien el Poeta y el yo lírico no pueden diferenciarse durante gran parte de la obra, ya que el yo lírico se define a sí mismo como poeta, hay algunos poemas, como "Bendición" y "El Albatros", en los que el yo lírico habla en tercera persona del Poeta, nombrándolo con mayúscula, como si ser poeta no fuera su profesión, sino su nombre propio.
El Poeta sufre del desprecio de las personas comunes que, al no comprenderlo, le temen, y ese temor les genera odio hacia él. Hasta su propia madre y su esposa lo detestan. Sin embargo, él busca alejarse mediante su poesía de la vulgaridad de la gente común, y elevarse sobre ellos hacia lo Ideal: se conecta profundamente con la naturaleza, e incluso siente que es como Cristo, un mártir que debe sufrir para tener finalmente su lugar junto a Dios.
El Albatros
Gran pájaro que vuela sobre los barcos. Es hermoso al volar, pero cuando los marineros lo atrapan y lo posan sobre el barco se vuelve torpe y feo. Sus alas se convierten en una carga. Es utilizado por Baudelaire como una metáfora del poeta.
Satán
Es el responsable de conducir a las personas hastiadas hacia el pecado. Durante gran parte de la obra es descrito de manera negativa, como el responsable del mal. Sin embargo, sobre el final del poemario, el yo lírico se rebela en contra de Dios y se convierte en su devoto. Encuentra semejanzas entre él y Satán: ambos fueron vencidos, ambos son incomprendidos, ambos son conocedores de la vida subterránea y del pecado.
Don Juan
Personaje creado por Tirso de Molina en el siglo XVII (en la obra El burlador de Sevilla), y retomado por diferentes escritores europeos como Molière y Lord Byron. Es un seductor que se burla de las mujeres para sacar provecho de ellas. Desconfía de la religión y le gusta desafiarse con otros hombres.
En Las flores del mal, Don Juan aparece en su llegada al Infierno. Al contrario de lo que fue en vida, aquí aparece como un héroe indolente al pecado y la vida carnal. No le interesan las mujeres (que lo desean de manera enloquecida), ni nada de lo que sucede allí. Como si estuviera satisfecho de haber pecado en vida, ahora simplemente se apoya sobre su espada y permanece sereno, mirando el vacío.
La que es demasiado alegre
Absolutamente bella. Tiene el don de darle vitalidad y alegría a todo aquello que toca. Se viste con ropas coloridas y con vestidos locos que representan su forma de ser. Es amada y odiada a la vez por el yo lírico, que sueña entrar en su alcoba por la noche, hacerle un tajo en el costado del cuerpo e infundirle su veneno por allí.
La mendiga pelirroja
Muchacha blanca de pelo rojo. Lleva un vestido agujereado que deja ver tanto su pobreza como la belleza de su cuerpo, lleno de pecas. Ese cuerpo dulce, sin embargo, parece enfermo. Según el yo lírico, ella lleva su vestido con más elegancia que la que tiene una reina que viste grandes prendas. Así la imagina el yo lírico: vestida como una reina, y él quitándole sus elegantes ropas, desnudando sus hermosos senos. Sin embargo, tras esta imaginación, el yo lírico vuelve a verla como es: una mendiga que va curioseando por las calles. Ante esto, le sugiere que se desnude y que su desnudez sea el adorno con el que deslumbre a todos.
La Belleza
Infernal y divina. El bien y el crimen nacen de ella. Siembra la alegría y los desastres. Gobierna todo y no se hace cargo de nada. Se burla de los muertos. El Horror y la Muerte son joyas que la embellecen. Todos intentan ir hacia ella, estar cerca de ella, sin importar que sea un Ángel o una Sirena, que sea de Dios o de Satán. No importa ya que el universo sea menos horrible y los instantes menos pesados gracias a ella.
El alma del vino
Con voz propia, el alma del vino se describe a sí misma como aquella que llena de pasión a las mujeres, le devuelve la fuerza y los colores a los hijos, y como la responsable de generar la poesía que conecta con Dios a partir de su unión con el hombre.
Alegoría
Es una gran prostituta, sin nombre propio. "Alegoría" puede ser tanto su nombre simbólico como el nombre del poema. Si puede ser su nombre simbólico es porque esta prostituta ideal encarna alegóricamente al pecado.
Por supuesto, es una mujer hermosa, que entrega su cuerpo religiosamente al placer. Se ríe de la Muerte y del Libertinaje. Camina como una diosa y descansa como una sultana. Como no puede quedar embarazada, mantiene intacta la belleza de su cuerpo.
Los seres humanos le perdonan su pecaminosidad porque se sienten demasiado atraídos por ella. Tampoco le importa ser castigada en el más allá. Ignora el Infierno y el Purgatorio, y cuando llegue la Muerte, mirará su rostro sin odio ni resentimiento, ya que vivió su vida como quiso.
El vampiro
Exuberante prostituta que cuenta sus proezas sexuales, pero que, tras consumar el acto con el yo lírico, se transforma primero en una masa viscosa y luego en un esqueleto inmundo.