Rebelión
Esta parte es la más breve del poemario. Consta solamente de cuatro poemas. Aquí, el yo lirico, cansado del desprecio, de no poder alcanzar el Ideal a través del bien, a través de Dios, decide rebelarse, precisamente, contra Él. Los poemas, por lo tanto, están dedicados a Satán. Nuevamente, el tema del Spleen vs. Ideal es el más importante.
"Letanías de Satán"
Resumen
El yo lírico le dirige una plegaria a Satán, destacando sus virtudes y rogándole que se apiade de su miseria.
El poema consta de 10 estrofas de 2 versos intercaladas por un verso que se repite una y otra vez, como un estribillo. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (12 sílabas). La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece durante todo el poema.
Análisis
A lo largo del libro, en varios poemas, el yo lírico invoca a Dios como una encarnación de lo Ideal, que lo comprenderá en medio de la incomprensión de la gente vulgar e, incluso, le guardará un lugar a su lado (como en “Bendición”). Esa gente vulgar es, al igual que él, inevitablemente arrastrada por el Spleen y por Satán hacia el pecado. Aquí, como si el yo lírico estuviera cansado de no poder salir del Spleen y del pecado, de no ser valorado como poeta ni como hombre, decide finalmente darle la espalda a Dios y aceptar que Satán es quien realmente puede consolarlo. Por eso, la letanía (la invocación que el yo lírico repite a lo largo de todo el poema) dice: “¡Oh Satán, apiádate de mi gran miseria!” (p. 337).
Hemos visto, a lo largo de la obra, cómo el yo lírico busca empatía en personajes marginales, como los ciegos, la mendiga pelirroja, las mujeres condenadas. Esa necesidad de empatía siempre surge de no encajar en su mundo, y buscar en los márgenes a alguien que sea como él. Aquí, llegando casi al final de la obra, la empatía, la igualación, la hace con en el mismísimo Satán: “Oh tú, el más sabio y bello de los Ángeles/ Dios traicionado por la suerte y privado de alabanza” (p. 337). El yo lírico se ha presentado como un Poeta angelical al que todos le dan la espalda, que no recibe alabanza alguna y que se ve arrastrado al mal. En esta cita, por lo tanto, al hablar de Satán, el yo lírico habla de sí mismo. Y eso es lo que hace a lo largo de todo el poema: “Tú que sabes todo, rey de las cosas subterráneas/ curandero familiar de la angustia humana” (p. 337). Y tras cada una de estas descripciones que lo igualan a Satán, aparece la letanía pidiéndole piedad. Es como si el yo lírico, en definitiva, dijera “Satán, tú que has sufrido lo mismo que sufrí yo, por favor, apiádate de mí”.
"Oración"
Resumen
El yo lírico le dedica una oración religiosa a Satán. En esta, le ruega que su alma repose junto a él.
El poema consta de una estrofa de 5 versos. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (12 sílabas). La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece a lo largo de todo el poema.
Análisis
En este poema, el último de “Rebelión”, Baudelaire imita la forma tradicional de la oración religiosa y, como hizo con las letanías, se la dedica a Satán: “¡Gloria y alabanza a Vos, Satán, en las alturas/ del Cielo donde reinaste, y en las profundidades del Infierno donde, vencido, sueñas en silencio!” (p. 341). La gloria y la alabanza que, tradicionalmente, son dedicadas a Dios, aquí son para Satán. Luego, la cita hace referencia a la caída de este en el Infierno: en la Biblia, Satán es un ángel que está en el Cielo junto a Dios hasta que, no conforme con su posición de ángel, quiere quedarse con el trono de Dios. Es decir, quiere ser Dios. En ese momento, Dios lo expulsa del Cielo y Satán cae al Infierno, donde se convierte en rey de las profundidades.
Aquí también, como en las letanías, se puede encontrar una similitud entre Satán y el yo lírico. Recordemos que este último, en los primeros poemas de la obra, como “Bendición”, “El albatros” y “Elevación”, también está en el cielo (en “Bendición” incluso se imagina junto a Dios), por sobre los mortales. Como si la obra fuera su recorrido personal, el yo lírico, a través de más de cien poemas, no cesa de pecar y de frustrar sus esperanzas de alcanzar el Ideal, hasta que aquí, en el último poema de “Rebelión”, directamente quiere caer junto a Satán en el Infierno, lugar que, naturalmente, le pertenece.
La Muerte
Esta es la última parte del libro y consta solamente de seis sonetos, es decir, poemas de 14 versos distribuidos en dos estrofas de cuatro versos cada una, y en otras dos de tres versos cada una, con rima consonante. El yo lírico describe, en esta sección, la muerte de los distintos protagonistas de la obra. En cada uno de estos poemas, la muerte aparece como el último Ideal posible, como la salvación frente a una vida cruel. El yo lírico, finalmente, describe también su propia partida hacia la muerte, que es, por supuesto, el tema más importante de esta parte.
"La muerte de los amantes"
Resumen
Utilizando la primera persona del plural, el yo lírico describe el momento previo a que llegue la muerte al lecho donde reposa junto a su amada, y describe el momento exacto en el que sucede la muerte, y lo que acontece luego.
Este poema es un soneto. La voz del yo lírico, en primera persona del plural, representa a los amantes y es la única que aparece en el poema.
Análisis
Con este poema comienza la última parte del libro: “La muerte”. Comienza así, tras el recorrido agotador del yo lírico a través de más de cien poemas, el consuelo.
En este primer poema, la muerte les llega a los amantes. A diferencia de lo que se podía suponer teniendo en cuenta la perturbación del yo lírico en la parte anterior del libro (“Rebelión”), en el que, desesperado, acude a Satán una y otra vez, la muerte llega a los amantes en un momento en que estos están en paz y armonía, como si la estuvieran esperando: “Tendremos lechos llenos de olores ligeros/ divanes profundos como tumbas/ y flores extrañas en los estantes/ abiertas para nosotros bajo cielos bellísimos” (p. 343). Los olores son ligeros y no putrefactos como se podía esperar. Y aunque es cierto que los divanes son como tumbas, eso no parece ser un problema: la imagen de las flores aparece inmediatamente para llenar de belleza el espacio.
Se puede pensar que este espacio ideal de los amantes, aunque está construido desde la primera persona del plural, no pertenece realmente al yo lírico. A lo largo de todo el libro, el yo lírico no está casi nunca junto a su amada (“El vino de los amantes” es una excepción similar a este poema). En los poemas, el yo lírico suele estar con alguna prostituta ocasional, o desea a alguna mujer que nunca corresponde a su deseo; no vive nunca una situación realmente amorosa. Quizás, la muerte de los amantes aparece como este espacio idealizado porque, en definitiva, es eso: un ideal del yo lírico, como las mujeres que aparecen idealizadas en el libro son aquellas con las que el yo lírico no puede tener relación y quedan flotando en su deseo.
Luego de que los corazones de los amantes irradian su último calor y se unen en un “relámpago único”, mueren una tarde “hecha de azul rosa y místico”. Tras la muerte aparece un Ángel. Nuevamente, uno esperaría, después de haber pasado por la “Rebelión”, que ese ángel fuera Satán, que viene a llevarlos al Infierno. Sin embargo, este es un ángel alegre, que llega para reavivar sus corazones; un ángel paradisíaco.
La muerte aparece, entonces, como un consuelo, como un último momento en el que se consigue la paz espiritual que durante la vida miserable y pecaminosa de la modernidad es imposible conseguir. Finalmente, en la muerte, se consigue la unión con lo Ideal.
"La muerte de los pobres"
Resumen
El yo lírico comienza afirmando que la Muerte es la que consuela, da esperanza y mantiene vivos a los pobres. Allí ellos esperan encontrar todo lo que no tuvieron en la vida. Finalmente, se describe a la Muerte como un Ángel que arma el lecho de los pobres y les abre la puerta a los Cielos desconocidos.
Este poema también es un soneto. La voz del yo lírico, en tercera persona, es la única que aparece en el poema.
Análisis
Nuevamente la Muerte (nombrada con mayúsculas en el poema) aparece como un consuelo, en este caso, de los pobres. Otra vez, además, el yo lírico utiliza la primera persona del plural, haciéndose parte de los pobres. Dijimos en el análisis de “La muerte de los amantes” que llama la atención que el yo lírico imagine su muerte junto a su amada cuando, a lo largo de la obra, no parece tener una. Aquí sucede algo similar: el yo lírico suele mirar a los pobres con distancia, ejercita su poesía con ellos (como en “El sol”) o se enamora de una mendiga (como en “A una mendiga pelirroja”), pero no se identifica como pobre. Pero de repente, ante la llegada del final, el yo lírico afirma que la Muerte es “como un elixir, nos eleva y embriaga/ nos da coraje para llegar a la noche” (p. 345).
Ante esto, se pueden pensar dos alternativas: por un lado, el yo lírico, que buscó siempre la identificación con los personajes marginales y aquí, en la llegada de la Muerte, se identifica plenamente con ellos. Por otro lado, el uso del "nosotros" se puede pensar simplemente como un efecto poético, que consiste en utilizar la primera persona para que el lector se sienta más cerca de los pobres al leer el poema.
Ahora bien, ¿por qué consuela la muerte a los pobres? La idea fundamental es que la vida de los pobres sucede por pura inercia, ya que estos saben que nunca saldrán de la miseria. Es un sufrimiento inevitable. La Muerte aparece, entonces, como el lugar soñado por ellos, ya que allí habrá un lecho para dormir, comida, tiempo incluso para sentarse. La Muerte es presentada como la “puerta abierta a los Cielos desconocidos”. En esos Cielos desconocidos, los pobres no encontrarán placeres, a priori, divinos. No son los cielos de la paz infinita. Son cielos donde, simplemente, hay alimento y descanso. En definitiva, “La muerte de los pobres” es una crítica a las condiciones terribles en las que viven estos en la vida moderna.
"La muerte de los artistas"
Resumen
El yo lírico comienza preguntándose, utilizando la primera persona del singular, cuánto más deberá hacer para atrapar la atención de la muerte. Luego, utilizando la primera persona del plural, afirma que los artistas consumen su alma en la búsqueda de la gran Criatura (la muerte). Una esperanza empuja a los artistas hacia ella, y es que la muerte haga nacer flores de sus cabezas.
Se trata de otro soneto. La voz del yo lírico alterna entre la primera persona del singular y la primera persona del plural, siempre representando a los artistas (a él y al resto). Es la única voz que aparece en el poema.
Análisis
Aquí sí el yo lírico forma parte del “nosotros” de manera genuina. Puede que no haya tenido amante y que no haya sido pobre, pero sí es un artista. Esa es su bendición maldita desde el comienzo de la obra. Ahora llegó el momento de enfrentarse a la Muerte (escrita con mayúscula en el poema).
La idea fundamental del poema es que los artistas se pasan la vida buscando la Muerte. Así como los pobres la esperan para encontrar allí alimento y lecho donde dormir, el artista también la desea fervientemente. Va en búsqueda de ella, intenta cazarla con sus flechas, como si fuera un animal: “Para dar en el blanco, de naturaleza mística/ ¿cuántas flechas perderé, oh carcaj mío?” (p. 345).
La pregunta es: ¿qué es lo que buscan los artistas en la Muerte? Afirma el yo lírico: “sólo tienen una esperanza, ¡extraño, sombrío Capitolio!/ y es que la Muerte, cayéndoles como un sol nuevo/ ¡les abra las flores de su cabeza!” (p. 347). El Capitolio es el monte en donde los romanos ofrecían sus sacrificios a Júpiter. Los artistas buscan la Muerte, se sacrifican por ella, con la esperanza de que, una vez muertos, brote vida y belleza artística en ellos (Ver 'Símbolos, alegorías y motivos' en esta misma guía); de que la muerte ilumine frente a los ojos de los vivos las obras que ellos dejaron; de que incluso haga brotar desde sus cabezas muertas, las obras (las flores) que ellos no pudieron hacer brotar en vida.
Es importante destacar que esos artistas que destaca el yo lírico son artistas que, como él, fueron “condenados, marcados de humillación”. Es esta una idea del sufrimiento del artista que está desde el primer poema de la obra, “Bendición”.
"El sueño de un curioso"
Resumen
El yo lírico narra el sueño de su muerte y la decepción que le genera. Este es el último soneto del libro. La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece en el poema.
Análisis
Llegando al final de esta última parte, el yo lírico aborda, precisamente, su propia muerte; ya no la de los amantes ni la de los pobres ni la de los artistas en general, sino la suya. Ahora bien, para hacerlo, recurre a la narración de un sueño.
Antes de comenzar dicha narración, que conforma casi la totalidad del poema, hay dos versos enigmáticos, escritos en segunda persona: “¿Conoces, como yo, el dolor delicioso?/ y haces decir de ti: ‘¡Oh, qué hombre original!’” (p. 349). En esta introducción al sueño aparece una distancia irónica del yo lírico respecto a sí mismo, como si ya estuviera cansado, incluso, de ser ese personaje que se regocija en el dolor y que llama la atención por eso mismo. Se trata de una distancia de sí mismo que parece dejarlo sin nada, porque si algo tenía el yo lírico era ese amor por el dolor.
¿Cómo se relaciona esta introducción con el sueño? Precisamente, demuestra que el dolor y la oscuridad, sintetizados en la muerte, no son nada. En el comienzo del sueño, el yo lírico está angustiado y esperanzado por la llegada de la muerte, a la que espera “sin humor ficticio” (p.349). Esta afirmación se puede conectar con los primeros versos, en los que él siente que es un ser ficcional que simplemente quiere llamar la atención con su ingenio y su originalidad. Acá, en esta llegada de la muerte, no hay nada ficcional, no hay ingenio; el yo lírico la espera como se espera la gran verdad después de vivir en la mentira: “Yo era como el niño ávido de espectáculo/ que odia el telón como se odia un estorbo…/ Por fin se reveló la verdad fría” (p.349). Entonces, el yo lírico muere. Y allí aparece la gran desilusión: la muerte no es nada. Ni siquiera el punto máximo del dolor y la oscuridad son verdaderos. En el sueño, tras morir, el yo lírico está envuelto por la aurora y no sucede más nada. Llegó la muerte y “yo esperaba todavía” (p. 349).
En síntesis, se puede afirmar que, en el final del libro, el yo lírico no puede encontrar consuelo de ninguna manera. En ese mundo hipócrita que describe desde el principio del poemario, no hay nada verdadero, ni siquiera la muerte.