El vino
Esta tercera parte consta solamente de cinco poemas y todos están dedicados, como el título lo indica, al vino. Aquí, el yo lírico, tras pasar por los "Cuadros parisinos", retoma la búsqueda del Ideal y encuentra en esta bebida un camino para llegar hasta él. Se aborda el tema del Spleen vs. Ideal, y también la lujuria y el deseo.
"El alma del vino"
Resumen
Una noche, el alma del vino canta en las botellas: describe el placer que le da satisfacer a aquellos que lo beben, describe cómo revitaliza a cada uno de los integrantes de las familias, y finalmente afirma que el Sembrador lo puso en la tierra para que, al unirse amorosamente con el hombre que lo bebe, nazca la poesía.
El poema consta de 6 estrofas de 4 versos cada una. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (12 sílabas). La voz del yo lírico, en tercera persona, aparece solamente en el primer verso. El resto del poema está narrado por el alma del vino, en primera persona.
Análisis
El vino ya ha sido nombrado como un elemento importante en “Himno a la Belleza” (Ver poema analizado en la sección 'Resumen y Análisis "Spleen e Ideal" (Segunda parte)'). Allí se lo compara, precisamente, con la Belleza, y se afirma que, tal como ella, el vino tiene el poder de liberar a las personas de la maldición del Spleen. Esa libertad se la da conectándolas con lo paradisíaco, con el bien supremo, y también con lo infernal, con la maldad.
En este poema, el vino es absolutamente bondadoso. No tiene conexión alguna con la maldad, aunque también es cierto que es el alma del vino la que se personifica y habla de sí misma (es decir, la voz que habla no es imparcial en el juicio). Ahora bien ¿cuáles son las bondades que, en teoría, tiene el vino? Fundamentalmente, es el “ungüento” que trae vida al hogar. El vino sabe que la rutina de las personas es agotadora y triste, y se considera a sí mismo como aquel que puede alegrarla: “voy a encender los ojos de tu embelesada mujer/ le devolveré fuerza y colores a tus hijos” (p. 279).
Además de encender la pasión de la mujer y darle fuerza a los hijos (es importante destacar que, en el siglo XIX, era normal que los niños bebieran vino), este ungüento generará algo clave en el hombre: le dará la facultad de hacer poesía. Esta última virtud hace que el vino se considere un enviado de Dios, ya que la poesía se debe a Él: “para que de nuestro amor nazca el poema/ que se alzará hacia Dios como una flor rara” (p. 281).
"El vino de los amantes"
Resumen
El yo lírico, poseído por la pasión que le genera el vino, le propone a su amada que, cabalgando sobre la botella como si fuera un caballo, huya junto a él hacia el paraíso de sus sueños.
Este poema es un soneto. Tiene 14 versos, distribuidos en 2 estrofas de 4 versos cada una, y en otras 2 estrofas de 3 versos cada una. Su rima es consonante. La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece en el poema.
Análisis
Este es un poema que destaca otra virtud del vino: colmar de pasión a los amantes. El yo lírico, como si estuviera poseído por el alma del vino (es decir, bebido), ya desde el principio demuestra, con signos de exclamación, su euforia pasional: “¡Hoy es espléndido el espacio!/ Sin freno, sin espuelas, sin riendas/ partamos a caballo sobre el vino/ ¡por un cielo divino y mágico!” (p. 289).
En la segunda estrofa, el yo lírico continúa construyendo la travesía hacia el cielo, y se refiere a la pasión de manera mucho más directa: “Como dos ángeles torturados/ por una implacable calentura” (p. 289). El espíritu pagano de Baudelaire aparece representado perfectamente en esta imagen que une el ardor sexual, terrenal, con ángeles celestiales, y continúa explayándose hasta nombrar metafóricamente “paraíso de mis sueños” al acto sexual en sí.
La unión de las diferentes metáforas y comparaciones del poema referidas al viaje celestial construye, finalmente, una alegoría que representa el deseo carnal de los amantes y la concreción del acto sexual. En el viaje hacia ese cielo divino está la primera metáfora: los amantes van rumbo hacia algo divino. Luego, la comparación con esos ángeles torturados por la calentura liga inmediatamente la travesía celestial con el deseo carnal. A continuación, los amantes avanzan en su travesía "delirando"; se trata de un delirio que es provocado por el deseo que crece y crece hasta llegar a su momento cumbre cuando los amantes alcanzan "el paraíso de los sueños", que, como hemos dicho, metaforiza la concreción del acto sexual.
La alegoría del viaje celestial para representar el sexo entre los amantes sirve para unir dicho acto con lo Ideal. Este poema es una excepción en el libro, en el que el sexo siempre cae en las garras del Spleen: los amantes se unen sobre la tierra, se elevan gracias al vino y concretan la unión allá arriba, en el cielo, lejos del Spleen, en el Ideal.
Flores del mal
En esta cuarta parte del libro, que lleva el nombre del título del libro, la oscuridad de Baudelaire llega a su punto máximo. Los poemas más provocativos, ligados fundamentalmente al sexo, el pecado y el crimen, están en esta sección. Consta solamente de doce poemas, tres de los cuales fueron censurados cuando se publicó la obra. Es decir, la mitad de los poemas censurados de la totalidad de la obra -seis en total- se encontraban aquí. La lujuria y el deseo es el tema fundamental de esta parte del libro.
"La Destrucción"
Resumen
El yo lírico afirma que a su alrededor flota el Demonio. Describe cómo, tomando la forma de mujer y conociendo su amor por el arte, lo seduce y lo aleja de Dios, conduciéndolo hacia el Hastío. Allí, pone frente a sus ojos el aparato sangrante de la Destrucción.
Este poema también es un soneto. La voz del yo lírico, en primera persona, es la única que aparece en el poema.
Análisis
Con este poema comienza la parte del libro llamada “Las flores del mal”. La parte más pecaminosa de la obra inicia, entonces, con un poema que explica por qué el poeta le dedica sus versos a cuestiones “oscuras” como la descripción de un cadáver sin cabeza, la sensualidad lésbica (el lesbianismo estaba fuertemente prohibido en la época), o a hablarle directamente a la Muerte.
La explicación es terrible y simple: una fuerza seductora y poderosa (el Demonio) conduce al poeta inevitablemente a deleitarse con el aparato de la Destrucción. “El aparato de la Destrucción” es el modo de nombrar la producción del mal en el capitalismo. El mal ya no aparece de modo aislado, sino que hay un sistema, un aparato, que lo reproduce constantemente, como si fuera una máquina que produce objetos en serie.
Ahora bien, este aparato de la Destrucción nace en las tierras del Hastío. Allí lo lleva el Demonio: “jadeante y deshecho de cansancio, al centro/ de la llanura profunda y desierto del Hastío/ Y sobre mis ojos, llenos de confusión, arroja/ vestidos manchados, heridas abiertas/ ¡y el aparato sangrante de la Destrucción!” (p. 291).
Este poema tiene una fuerte conexión con el poema dedicado al lector que inicia la obra. En ambos, Baudelaire arma la misma cadena: en la vida moderna los sujetos están inmersos en el Hastío y, por eso, de la mano del Demonio, se dedican al pecado. En “Al lector”, el poema describe esta situación desde un panorama social, mientras que en “La Destrucción” lo hace desde el punto de vista del poeta y su motivación para la escritura.
"Mujeres condenadas"
Resumen
El yo lírico describe la estadía de unas mujeres condenadas que fueron desterradas a una especie de isla o lugar alejado de la civilización junto al mar. Luego, describe cómo son estas mujeres. Algunas son más tímidas y nostálgicas, otras más religiosas, pero todas tienen en común una cosa: su enorme deseo sexual. Sobre el final del poema, el yo lírico afirma que siempre las persiguió, incluso hasta el infierno, y que las ama y compadece.
El poema consta de 7 estrofas de 4 versos cada una. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (12 sílabas). La voz del yo lírico narra el poema en tercera persona durante las primeras 5 estrofas, mientras que en las últimas 2 habla en primera persona.
Análisis
En este poema, el lector asiste a la descripción de una especie de condena mitológica: un montón de mujeres, desterradas, viven solas en una especie de isla, mirando el horizonte, esperando que alguien venga a rescatarlas. Lo que se plantea como intriga desde el título y desde este anhelo por ser rescatadas es: ¿por qué fueron condenadas estas mujeres? ¿Qué esperan en el horizonte?
Allí aparece, entonces, de distintas formas, el deseo sexual: algunas mujeres recuerdan sus amores de la infancia, otras buscan en la soledad de las rocas alguna aparición sexual, otras llaman a Baco (dios romano del éxtasis) para que calme su deseo urgente, otras se masturban en secreto. La condena es clara: fueron mujeres lujuriosas, pecaminosas, que fueron castigadas. Lo que esperan también es claro: que llegue aquel o aquellos que calmarán ese deseo sexual.
Estas condenadas mujeres sintetizan perfectamente la idea de las flores del mal. Son bellas como las flores, son pecaminosas como el mal. Son flores que, como la Belleza en “Himno a la Belleza”, despiertan pasiones paradisíacas e infernales a la vez: “Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh mártires/ grandes espíritus que desprecian la realidad/ que buscan infinito, devotas y sátiras/ a veces llenas de gritos, a veces llenas de llantos” (p. 315).
Esa dualidad que toca los límites del bien y del mal las aleja del Spleen, de la pobreza de la realidad. Eso despierta, por supuesto, el amor del yo lírico que, nuevamente, se posa en aquello que excede la realidad cotidiana, y se liga con el Ideal (bueno o malo, no importa).
"Alegoría"
Resumen
El yo lírico describe una especie de prostituta sagrada que no teme a la Muerte y se burla del Libertinaje. Tiene un cuerpo majestuoso y camina como una sultana. Atrae la mirada de todos los seres humanos, que no pueden acusarla porque es demasiado bella. No teme al Infierno ni al Purgatorio y sabe que, cuando llegue la Muerte, la mirará sin odio ni remordimiento, ya que vivió su vida.
El poema consta de una estrofa de 20 versos. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (12 sílabas). La voz del yo lírico, en tercera persona, es la única que aparece en el poema.
Análisis
En este poema, a partir de ciertas características de la prostituta y su modo de interactuar, se construye una lectura que la une alegóricamente con el triunfo del pecado en la sociedad. La prostituta de "Alegoría" es sagrada; se ríe de la Muerte y de sus castigos (el Purgatorio y el Infierno). Mostrando sus grandes pechos, ella atrae a todos los seres humanos que no son capaces de juzgarla por estar perdidos en dicha atracción. Del mismo modo que la prostituta, el pecado se ha impuesto en la sociedad como un acto sagrado. Las personas pecan sin temor a los castigos celestiales. Ya nadie juzga moralmente al pecado porque todos son pecadores, y porque el pecado es demasiado atractivo y los tiene dominados. La alegoría se constituye, entonces, en este paralelismo entre la prostituta y el pecado, que se imponen ante todo.
Hay otra cuestión puntual sobre la que vale la pena detenerse: se dice que ella es estéril “pero necesaria para la marcha del mundo/ que la belleza del cuerpo es un don sublime/ que arranca perdón de todas las infamias” (p. 319). En el triunfo del pecado, la marcha del mundo precisa más la belleza de un cuerpo ideal para pecar que uno para parir hijos y construir una familia. El final de la cita da cuenta de que, en este nuevo mundo pecaminoso, alcanza con tener un cuerpo bello para ser perdonada por cualquier acto cometido.
Sobre el final del poema, el yo lírico afirma que, cuando llegue la Muerte, ella la mirará sin odio ni resentimiento. Es todo lo contrario de lo que sucede en el poema “Remordimiento póstumo”, en el que la mujer muerta se lamenta por no haber vivido la vida. Es decir, de no haber pecado con su cuerpo.
"La metamorfosis del vampiro"
Resumen
En el comienzo del poema, el yo lírico se encuentra en el lecho con una prostituta que comienza a hablar: describe con detalle cómo hace gozar a los hombres y afirma que, en la cama, es capaz incluso de hacer desmayar de emoción a los ángeles impotentes. En la segunda estrofa, una vez consumado el acto sexual, el yo lírico se vuelve hacia ella para darle un beso, pero en lugar de encontrarse con esa mujer exuberante ve un cuerpo viscoso, inmundo. El yo lírico cierra los ojos por la impresión, y cuando los vuelve a abrir se encuentra directamente con un esqueleto.
El poema consta de dos estrofas irregulares: la primera consta de 16 versos y la segunda, de 12. Los versos, en el original francés, tienen rima consonante y son dodecasílabos (12 sílabas). El poema está narrado por el yo lírico y por la prostituta, ambos en primera persona.
Análisis
Este poema es la otra cara de “Alegoría”. Allí, una prostituta sagrada, casi mítica, se entrega a la lujuria sin que su belleza se marchite ni sufrir ningún tipo de castigo moral por parte de los hombres o de la Muerte. Aquí sucede todo lo contrario: como si fuera una Cenicienta del deseo, apenas termina de llevar a cabo el acto sexual, la prostituta de este poema pierde toda su belleza, se convierte en una masa viscosa y luego en un esqueleto.
Es interesante pensar cuál es la diferencia entre ambas prostitutas. ¿Por qué la lujuria recibe un castigo en un caso y no en el otro? La clave para la respuesta está en la posición del hombre. Este, en “Alegoría”, describe en tercera persona la belleza de esa gran prostituta sin acceder a ella. Aquí, por el contrario, es protagonista del acto: goza en carne propia los placeres sexuales y, tras concluir, sufre en carne propia el horror de estar junto a ese monstruo.
Se puede pensar que, en el primer caso, al no acceder a esa gran prostituta, no satisface su deseo y ella queda en un plano ideal; el mismo plano en el que están las “Mujeres condenadas” que él ama y a las que no puede acceder, e incluso la transeúnte del poema “A una que pasa”. En el caso de “La metamorfosis del vampiro”, tras satisfacer su deseo, tras culminar el acto sexual divino, el yo lírico se encuentra con la otra parte de esa mujer, la parte infernal, inmunda. Los poemas “Bendición” (en el que el yo lírico muestra a su esposa como un ser infernal) y “Don Juan en los Infiernos” (en el que las mujeres que estuvieron con Don Juan son descritas de modo asqueroso) son dos ejemplos más en los que la mujer con quien el acto sexual fue consumado aparece como un ser inmundo.
Podemos afirmar entonces que esa tensión entre lo sagrado y lo infernal, esa tensión que aparece en la Belleza y que el yo lírico encuentra también en las mujeres lujuriosas, se diluye cuando las mujeres lujuriosas satisfacen al hombre, lo divino se desvanece y aparece la Verdad: el ser infernal y horrible que solo quiere sodomizar al hombre, y usa sus encantos sexuales para lograrlo: “Cuando ya había chupado toda la médula de mis huesos/ y me giré lánguido hacia ella/ para darle un beso de amor, ¡no vi más/ que un pellejo de puntas viscosas y lleno de pus” (p. 323).