El albatros (Alegoría)
En el poema llamado, precisamente, “El albatros”, esta ave representa alegóricamente al Poeta. Esta alegoría está formada por varias comparaciones y metáforas que funcionan juntas.
La primera comparación es que el albatros es el “príncipe de las nubes” cuando está en el cielo, así como el Poeta es magnífico cuando está lejos de la gente, inmerso en su poesía. Aquí hay además una metáfora: el cielo del albatros representa la poesía del Poeta. Son los lugares naturales de ambos, donde conectan con lo Ideal.
Sin embargo, cuando el albatros es capturado por los marineros y debe caminar sobre las tablas de las embarcaciones, pierde toda esa nobleza que tenía en los cielos para convertirse en un ser torpe y flojo. Aquí aparece la segunda comparación, ya que, del mismo modo, cuando el Poeta está cerca de las personas, y no en el cielo de su poesía, pierde toda su grandeza y “sus alas de gigante” le impiden avanzar.
Esas alas de gigante del albatros representan metafóricamente la capacidad poética del Poeta, son aquello que permite que este se eleve por sobre el resto, pero también son lo que le impide avanzar cuando está en medio de las personas. Allí también hay otra metáfora: los marineros que atrapan al albatros para burlarse de él son como la gente que se burla y degrada al Poeta.
En síntesis, a través de esta alegoría se muestra que el Poeta es magnífico cuando está lejos de la gente, inmerso en su poesía, pero que pierde toda su grandeza cuando se encuentra en medio de ellos, que lo degradan, precisamente, por ser poeta. Además, esa capacidad poética, que le permite elevarse hacia lo Ideal, se convierte en un estorbo cuando está atrapado en la vida cotidiana.
El color rojo (Símbolo)
El rojo, por ser el color de la sangre, del rubor, del fuego, es un símbolo clásico de la pasión. En el poema “El ideal”, al referirse a las mujeres con las que se encuentra en la vida cotidiana, el yo lírico afirma: “no encuentro entre esas pálidas rosas/ una flor que se parezca a mi rojo ideal” (p. 49).
Lo que estos versos quieren decir es que entre esas mujeres, llamadas metafóricamente “pálidas rosas”, no puede encontrar ninguna que tenga la misma pasión que él. La “palidez” demuestra la falta de calor, de pasión, de esas mujeres. Por otro lado, la mujer pasional que no puede encontrar es metaforizada como una “flor”, y el “rojo” que tendría dicha flor, dicha mujer, simboliza, precisamente, la pasión.
Además, el yo lírico no busca simplemente una flor roja, una mujer pasional, sino una flor que se parezca a su rojo ideal, es decir, al ideal excesivo de pasión que el yo lírico tiene durante toda la obra.
El viaje celestial (Alegoría)
"El vino de los amantes" comienza con la invitación, del yo lírico a su amada, a partir, cabalgando sobre la botella de vino, como si fuera un caballo, “hacia un cielo mágico y divino” (p. 289). A partir de allí, el yo lírico imagina un viaje celestial junto a su amada. Durante todo este viaje no hay ninguna referencia directa al acto sexual, pero toda esa travesía es una alegoría sobre la unión sexual de los amantes.
Por supuesto, el título es el punto de partida de la alegoría. Los amantes están por beber vino, una bebida que incita a la pasión. En segundo lugar, el viaje hacia el cielo mágico y divino, por supuesto, no puede ser literal, no puede suceder realmente. En la segunda estrofa hay un verso clave que nos conduce hacia la interpretación sexual de ese viaje: “Cual dos ángeles a los cuales tortura/ una implacable calentura” (p. 289).
Juntos, los amantes avanzan hacia el espejismo lejano (metáfora del cielo), delirando. Este delirio es provocado por el deseo, que crece, y que llegará a su cumbre cuando, como lo dice el yo lírico en el último verso, alcancen “el paraíso de mis sueños” (p. 289), es decir, la concreción del acto sexual.
La alegoría del viaje celestial para representar el sexo entre los amantes sirve para unir dicho acto con lo Ideal. Este poema es una excepción en el libro (en el que el sexo siempre cae en las garras del Spleen): los amantes se unen sobre la tierra, se elevan (como el poeta alcanzando su ideal en “Elevación”) gracias al vino, y concretan la unión allá arriba, en el cielo, lejos del Spleen, en el Ideal.
La prostituta (Alegoría)
En el poema "Alegoría", a partir de ciertas características de la prostituta y su modo de interactuar, se construye una lectura que la une alegóricamente con el triunfo del pecado en la sociedad. La prostituta de "Alegoría" es sagrada, se ríe de la Muerte y de sus castigos (el Purgatorio y el Infierno). Mostrando sus grandes pechos, atrae a todos los seres humanos que no son capaces de juzgarla por estar perdidos en dicha atracción.
Del mismo modo que la prostituta, el pecado se ha impuesto en la sociedad como un acto sagrado. Las personas pecan sin temor a los castigos celestiales. Ya nadie juzga moralmente al pecado, porque todos son pecadores y porque el pecado es demasiado atractivo y los tiene dominados.
La alegoría se constituye, entonces, en este paralelismo entre esta prostituta y el pecado, que se imponen ante todo. Es importante destacar que este poema pertenece a la parte del libro llamada “Flores del mal”, en la que el yo lírico glorifica los pecados carnales.
El sol y las flores (Alegoría)
En el final de "La muerte de los artistas" aparecen los siguientes versos: “y es que la Muerte, cayéndoles como un sol nuevo/ ¡les abra las flores de su cabeza!” (p. 347). Se refiere así a la última esperanza de los artistas antes de morir. Para comprender en qué consiste esa esperanza, hay que analizar la alegoría que aparece en estos versos. Es importante remarcar que una alegoría es un conjunto de metáforas y comparaciones que funcionan unidas, como un sistema.
La primera comparación es la de la Muerte con el sol. Contrariamente a la asociación clásica entre muerte y oscuridad, aquí el yo lírico la compara con el sol, con un elemento vital de la naturaleza, que así como le da vida a las plantas, puede hacer brotar flores del cerebro muerto de los artistas. Esas flores son la segunda metáfora: representan las obras de arte de los artistas.
Por lo tanto, lo que esta alegoría significa es que la última esperanza de los artistas consiste en que la muerte (comparada con un sol que alimenta a las plantas) les dé vida a sus obras de arte (metaforizadas como flores). Ahora bien, esas obras pueden ser aquellas que fueron ignoradas mientras los artistas vivían y que, como suele suceder en muchos casos, pueden atrapar la atención del público ahora que la muerte se posó sobre ellos.