Los árboles mueren de pie es una obra teatral del dramaturgo español Alejandro Casona. Fue estrenada en Buenos Aires, Argentina, en 1949. Se trata de una de sus obras más reconocidas y representadas. Presenta una organización clandestina que realiza, en palabras de su director, un “obra de beneficencia para el alma”. Su misión: simular frente a una abuela que su nieto Mauricio, un delincuente que murió en altamar, es un hombre bueno y prodigioso que vuelve a visitarla junto a su esposa Isabel.
La obra fue escrita en el momento de mayor producción teatral de Casona, cuando estrenó la mayor parte de las obras por las que es conocido en la actualidad. En ese momento, se encontraba viviendo en Argentina, exiliado luego de la Guerra Civil Española y la instauración de la dictadura de Francisco Franco. La ciudad se consideraba una gran capital cultural y teatral, especialmente del teatro español, ya que acogió a un sinnúmero de exiliados de la guerra. Allí se estrenaron obras de exiliados como Rafael Alberti, José Ricardo Morales y Pedro Antonio Alarcón, entre otros. También se versionaron varias obras de Federico García Lorca, icónico dramaturgo asesinado por los franquistas en 1936. Dentro del grupo de los exiliados, Casona fue el que tuvo mayor continuidad en su trabajo como dramaturgo, además de escribir guiones para películas.
Al trazar el panorama del teatro español de posguerra, se suele proceder distinguiendo dos grandes grupos: el teatro de testimonio y compromiso, que afronta la tarea de dar cuenta de la realidad política y social de una España gobernada por una dictadura, y un teatro de evasión o escapista, alejado de la crítica social, con pretenciones universalistas y muchas veces ligado al humor. El teatro de Alejandro Casona suele ser encuadrado dentro de este último. Sin embargo, críticas recientes comienzan a revalorar el sentido social de su obra. Los árboles mueren de pie funciona como ejemplo importante dentro de estas piezas. Las posiciones que presenta frente a la pedagogía de los niños y la pena de muerte, y el grupo que actúa de forma clandestina por una causa común, son revalorizados a la luz del compromiso republicano y consecuente exilio del autor.
También se ha catalogado esta obra dentro de un “teatro optimista” de gran popularidad en la década del 40’, donde los sueños y la imaginación del hombre tienen fuerza para transfigurar la realidad, sin ignorarla. Los cruces entre la fantasía y la realidad que vemos en Los árboles mueren de pie están fuertemente influidos por el teatro de los europeos Luigi Pirandello y J. B. Priestley, y son contemporáneos al español Víctor Ruiz Iriarte.