A primera vista estamos en una gran oficina moderna, del más aséptico capitalismo funcional. Archivos metálicos, ficheros giratorios, teléfonos, audífono y toda la comodidad mecánica (…). La mitad derecha del foro está ocupada por una librería. La izquierda, en medio arco, cerrada por una espesa cortina, que al correrse descubre un vestuario amontonado de trajes exóticos y una mesita con espejo alumbrado en los bordes, como en un camarín de teatro. En contraste con el aspecto burocrático hay acá y allá un rastro sospechoso de fantasía: redes de pescadores, carátulas, un maniquí descabezado con manto, un globo terráqueo, armas inútiles, mapas coloristas de países que no han existido nunca; toda esa abigarrada promiscuidad de las almonedas y las tiendas de anticuario.
En el teatro, las indicaciones o acotaciones escénicas son tan importantes como los parlamentos. Sirven para mostrar cómo debe ser la puesta en escena. En este caso, Alejandro Casona dedica una detallada descripción de cómo tiene que ser la escenografía inicial. Esto no es casual. El espacio transmite una posición sobre el tema central de la obra: la convivencia entre la fantasía y la realidad. Como dice explícitamente, en este comienzo hay un claro contraste entre ambos mundos. Hacia el final de este acto, Mauricio explicará de qué se trata la organización que funciona en estas peculiares oficinas y cómo se proponen insertar la fantasía en el mundo real para crear la felicidad de los hombres.
Mecanógrafa: - ¿Puedo hacerle una pregunta? Ya sé que no se debe, pero a mí me ocurrió algo parecido y estoy muerta de curiosidad.
Helena: - Acostúmbrese a obedecer sin preguntar, es mejor para todos.
Esta cita proporciona un halo de misterio a lo que sucede en las oficinas, a la vez que da cuenta de una férrea organización. El espectador todavía no sabe qué es ese extraño lugar en el que se mueven estos peculiares personajes, marcado por el contraste entre una oficina y un camarín de teatro. A su vez, sirve para caracterizar a la secretaria Helena como una mujer estricta que conoce a la perfección su importante trabajo. La verdad quedará oculta: nunca sabremos a qué se refiere la mecanógrafa, aunque podemos intuir que ella, como Marta-Isabel, también fue salvada por la organización.
No somos nadie, hermano: usted, un catedrático sin cátedra; yo, un ilusionista sin ilusiones. Podemos tratarnos de tú.
Esta cita sintetiza el trabajo de los actores dentro de la organización y el problema que trae aparejado uno de los temas principales: la identidad. La simulación implica ser algo que no se es. Por supuesto, el trabajo en la organización precisa que cada uno de sus integrantes haga uso de sus saberes personales. Es decir, cada papel que interpretan los actores está cuidadosamente elegido en base a la identidad real de los actores. En el papel que interpretan, hay algo de la identidad real que está presente. A pesar de esto, el pastor siente una pérdida de la identidad. El ilusionista, aunque viene de contradecir en varias ocasiones a su compañero, concluye lo mismo, utilizando la frase citada. Irónicamente, los dos personajes que trabajan como actores, pudiendo representar a cualquiera, no pueden ser en la vida real lo que realmente son.
¿No cree que sembrar una inquietud o una ilusión sea una labor tan digna por lo menos como sembrar trigo?
Para Mauricio, la inquietud, la ilusión o la poesía es tan importante como el trigo que sirve para hacer el pan. La organización que dirige, según le explica a Isabel, trabaja para insertar la fantasía en la vida real, salvando vidas y haciendo más felices a los hombres. La comparación entre la ilusión y el trigo no es fortuita. Se trata de una alusión intertextual a la famosa máxima de La Biblia, donde se postula que “No sólo de pan vive el hombre" (Mateo, 4, 3-4). En otras palabras, el ser humano necesita algo más que lo material. Por eso Mauricio define la organización como una institución de “beneficencia pública para el alma” (pág. 56).
Isabel: - Entonces, ¿de verdad crees que el arte vale más que la vida?
Mauricio: - Siempre. Mira ese jacarandá del jardín: hoy vale porque da flor y sombra, pero mañana, cuando se muera como mueren los árboles, en silencio y de pie, nadie volverá a acordarse de él. En cambio, si lo hubiera pintado un artista, viviría eternamente.
Este diálogo condensa la visión de Mauricio sobre la supremacía del arte sobre la realidad. Frente a una Isabel entre sorprendida y admirada por la frialdad de su compañero, Mauricio argumenta por qué lo hecho por el hombre es superior a lo natural. La alusión al jacarandá funciona como una referencia al título de la obra y una anticipación a lo que sucederá en el final. Allí, la abuela será la artista que imite al árbol, muerta por dentro por su dolor, pero de pie para simular que no descubrió la verdad. Esta actuación será definitiva para la relación de amor entre Mauricio e Isabel.
La mentira hay que inventarla; en cambio la verdad es tan fácil.
Esta frase sirve para contraponer los personajes de Mauricio e Isabel. Ella no es una actriz experimentada. Cuando tiene que evitar tocar el piano, se corta realmente la mano en vez de simular una lastimadura. Ya a solas con su compañero, explica su accionar con la frase citada. De esta manera, se anticipa que le costará diferenciar sus sentimientos reales de la ficción que interpreta. Pronto mezclará sus sentimientos ficticios como esposa y familia con el amor real hacia Mauricio y el afecto hacia la abuela.
Esta cita también pone en evidencia la fragilidad de la felicidad y la tensión entre la verdad y la mentira. Por más amorosa que sea la mentira piadosa que posibilita la felicidad, la cruel verdad tiene más facilidad para abrirse camino.
¡Qué importa que el ramo de rosas siga diciendo “mañana” si él me dio fuerzas para esperarlo todo!
"Él", aludido en la cita, es el Director-Mauricio. En esta cita, Isabel mezcla sus sentimientos reales con la simulación que lleva adelante frente a la abuela. Sus palabras muestran de manera explícita el amor verdadero que ha nacido en ella frente a su compañero. Aquí vemos a Isabel como la mujer sufriente, un motivo que se repite en otras obras de Alejandro Casona. En un principio, aparece como una mujer miserable, al borde del suicidio. Ahora tiene una razón para vivir, simbolizada en el ramo de rosas, que funciona como una promesa de amor. Pero todavía sufre porque el amor no se concreta, porque en la frialdad de su actuación Mauricio todavía no mira a Isabel con verdaderos ojos. Estamos en un momento de transición para la mujer sufriente, que todavía debe sacrificarse un poco más para llegar al momento de felicidad. Ella puede soportar el dolor gracias a esa promesa simbólica de amor que es el ramo de rosas.
(…) no quiero volver a soñar nunca por no tener que despertar otra vez.
En reiteradas ocasiones, Isabel refiere a la simulación que están llevando a cabo con la metáfora de que es un sueño. De esta manera, marca que se trata de una fantasía que parece real, pero que en algún momento va a terminar. También tiene una connotación positiva, ya que todo en esa simulación es lo que ella deseaba: un hogar, una familia y un amor. Sin embargo, como todo sueño, llega el final. Como se ve en la frase citada, Isabel le confiesa a Mauricio que prefiere volver a su vida miserable antes que vivir más ilusiones. Así, marca la fragilidad de la felicidad frente al triste mundo real. No sabe aún que ese sueño se volverá realidad: Mauricio se enamoró de ella y la abuela los seguirá tratando como su verdadera familia.
El Otro: - No podía hacer otra cosa, abuela. ¡Necesito ese dinero para salvar la piel!
La abuela: - Conozco la cifra; acabo de oírtela a ti mismo: doscientos mil pesos vale la vida de la abuela. No, Mauricio, no vale tanto. Por una sola lágrima te la hubiera dado entera. Pero ya es tarde para llorar. ¿Qué esperas ahora? ¡Ni un centavo para esa piel que no tiene dentro nada mío!
En esta cita queda sintetizada la resolución del conflicto principal. Es el momento en el que la abuela conoce y acepta la cruel verdad. Su nieto es un criminal despiadado quien, sumido en la ambición y en el vicio, no teme destruir a los seres que lo quieren con tal de salvar su propio pellejo. A través de la sinécdoque de la “piel”, exige el dinero para salvarse. La abuela le responde con la misma sinécdoque, pero indicando que nada de lo que hay debajo de esa piel se conecta con ella. Es el momento en el que se revela el verdadero sentido de la familia para Casona. La verdadera familia no está fundada en la sangre, sino en los lazos de afecto. En este momento, la abuela rompe con su nieto real y adopta a la falsa pareja como sus nietos del corazón.
Que no me vean caída. Muerta por dentro, pero de pie. Como un árbol.
Esta cita es la más importante de la obra. Con un símil, la abuela se compara a sí misma con un árbol muerto. De esta manera, le anuncia a su esposo que, a pesar de su dolor interno, simulará que no descubrió la verdad para hacer que la falsa pareja de nietos sea feliz. La frase se conecta con el título de la obra, con el motivo del jacarandá y con todos los temas centrales: muestra a una abuela enérgica que se entrega a la fantasía para mejorar la realidad; nos habla de cómo transforma su identidad, justifica el uso de la mentira en pos del amor y sella la conformación de una familia ligada por el afecto (y no por la sangre).