Resumen
Acto cuarto, Escena I
Las brujas rodean una caldera, mezclando una variedad de ingredientes grotescos mientras cantan. Aparece Hécate, cantan todas juntas y luego Hécate se va. Entra Macbeth, exigiendo respuestas a sus urgentes preguntas sobre el futuro. Las brujas completan su hechizo mágico y convocan una serie de sombras. La primera es una cabeza armada con un casco que le advierte a Macbeth que tenga cuidado con Macduff. La segunda aparición es un niño cubierto de sangre que le dice que "ninguno de los humanos podrá vencerte" (69) [aunque no se vea reflejado en esta traducción, la sombra en verdad anuncia que "none of woman born / Shall harm Macbeth", que puede traducirse como "nadie nacido de una mujer / Podrá herir a Macbeth". Esto es importante porque Macbeth será asesinado por Macduff, nacido de las entrañas de su madre ya muerta.]. Esta noticia le da confianza a Macbeth. La tercera aparición es un niño con una corona y una rama de árbol en la mano que le dice a Macbeth: "Serás invencible hasta que venga contra ti la selva de Birnam y cubran sus ramas a Dunsinania" (69). Esto anima aún más a Macbeth, consciente de que es imposible que una selva se mueva. Macbeth procede entonces a hacer su última pregunta: "¿reinarán los hijos de Banquo?" (69).
El caldero se hunde y se escucha un sonido extraño. Las brujas le muestran a Macbeth una procesión de reyes. El octavo tiene un espejo en la mano y es seguido por Banquo. Cuando Banquo señala esta fila de reyes, Macbeth se da cuenta de que en realidad son su linaje familiar. Después de que las brujas bailan y desaparecen, Lennox entra con la noticia de que Macduff ha huido a Inglaterra. Macbeth resuelve que, de ahora en adelante, actuará de acuerdo con sus ambiciones: el primer paso será apoderarse de Faife y matar a la esposa y los hijos de Macduff.
Acto cuarto, Escena II
En Faife, Ross visita a Lady Macduff, que está asustada por su propia seguridad ahora que su esposo ha huido. Él la tranquiliza diciéndole que su esposo solo hizo lo correcto y necesario. Después de que él se va, Lady Macduff habla con su hijo sobre su padre. El pequeño niño da muestras de una sabiduría inesperada para su edad. Un mensajero los interrumpe con la advertencia de que huyan de la casa de inmediato. Pero antes de que puedan escapar, los asesinos atacan la casa y matan a todos, incluyendo a Lady Macduff y su hijo.
Acto cuarto, Escena III
Macduff llega al palacio real de Inglaterra y se encuentra con Malcolm. Este, recordando la ciega confianza de su padre en Macbeth, decide poner a prueba a Macduff: confiesa que es un hombre codicioso, lujurioso y pecaminoso que hace que Macbeth parezca un ángel en comparación. Macduff se desespera y le dice que, si ese es el caso, dejará Escocia para siempre, ya que pareciera que no hay hombres aptos para gobernar el país. Al escuchar esto, Malcolm está convencido de la bondad de Macduff y revela que lo estaba poniendo a prueba; no tiene ninguno de los defectos que acaba de confesar. De hecho, afirma, la primera mentira que jamás ha dicho fue esa falsa confesión a Macduff. Luego anuncia que Suardo ha reunido un ejército de diez mil hombres y está preparado para marchar hacia Escocia.
Aparece un doctor y les dice que se acerca el rey de Inglaterra, a quien espera una multitud de enfermos con la esperanza de que el rey los cure. El rey, según Malcolm, tiene un don para curar a las personas poniendo simplemente sus manos sobre ellas.
Ross llega de Escocia e informa que el país está en ruinas. Cuando Macduff le pregunta cómo están su esposa e hijos, Ross le responde primero que están "bien" (77). Pero cuando Macduff insiste, Ross le cuenta cómo han muerto. Macduff se queda sin palabras y Malcolm lo insta a curar su dolor exigiendo venganza contra Macbeth. Macduff se siente abrumado por la culpa y la tristeza que le provocan esos asesinatos, ocurridos mientras estaba ausente. Una vez más, Malcolm lo insta a usar su pena como motor para buscar venganza. Los tres hombres se retiran para prepararse para la batalla.
Análisis
Cuando comienza el acto, las brujas continúan con el tema de la duplicación y la ambigüedad, que se extiende a lo largo de la obra. Las apariciones que convocan las brujas le dan a Macbeth mensajes equívocos, y parecen tener muy en claro que este solo entenderá sus palabras a medias. Aunque Macbeth mismo ha reconocido previamente que "hasta los árboles hablan" para delatar eventualmente a un asesino (III, iv, 64), las apariciones le dan a Macbeth una falsa sensación de seguridad. Toma las palabras de las sombras al pie de la letra, olvidando examinar cómo esas predicciones podrían hacerse realidad.
El tema de la duplicación se amplifica cuando las brujas convocan el desfile de reyes. Cada rey que aparece asusta a Macbeth por su parecido con Banquo. Para Macbeth, es como si las sombras de Banquo hubieran vuelto para perseguirlo repetidas veces. En la procesión de reyes, Macbeth también señala que algunos llevan "doble corona y triple cetro" (IV, i, 70), como si incluso los signos de su poder se hubieran duplicado.
En una nota histórica, generalmente se piensa que el octavo rey levanta un espejo para complacer a Jacobo I. Este último rey, descendiente de octava generación de Banquo, no es sino una representación del mismo Jacobo. Por lo tanto, podría llevar un espejo para señalar al verdadero Jacobo, sentado en primera fila. Un momento similar de indulgencia tiene lugar cuando Malcolm observa que el rey de Inglaterra tiene un poder especial para sanar personas enfermas. De varias formas sutiles, Shakespeare halagaba al rey Jacobo I, legendario descendiente de Banquo y autor de un libro sobre brujería (Daemonologie, 1597).
Jacobo I no es el único personaje que se duplica en Macbeth. A lo largo de la obra, los personajes se equilibran y se complementan entre sí en una armonía cuidadosamente construida. Como hombre que recibe también una profecía pero se niega a actuar en función de ella, Banquo sirve como una especie de imagen inversa de Macbeth. Aunque ha tenido sueños perturbadores, al igual que Macbeth, estos se deben a la supresión de sus ambiciones, mientras que los de Macbeth surgen del cumplimiento de las mismas. Otros personajes importantes, como Malcolm, Macduff y Lady Macbeth, también pueden verse como reversos o dobles de Macbeth. Particularmente interesante es el caso de Lady Macbeth, quien en cierto sentido "cambia de roles" con Macbeth a medida que avanza la obra. Aunque primero le aconseja a Macbeth que deje de lado la culpa y el remordimiento, Lady Macbeth se preocupará cada vez más por su propia culpa, al mismo tiempo que Macbeth comienza a seguir el consejo de ella.
Otra forma de duplicación o ambigüedad se da en el tema de las apariencias, los disfraces y las máscaras. Mientras planea el asesinato de Duncan, Lady Macbeth le aconseja a Macbeth que oculte su semblante lo que su alma medita (I, v, 42), es decir, que oculte sus motivos detrás de una máscara de lealtad. Después del asesinato, Lady Macbeth mancha los rostros de los guardias con una máscara de sangre para implicarlos. Del mismo modo, mientras se prepara para matar a Banquo, Macbeth le comenta a Lady Macbeth: "es preciso (...) convertir nuestros semblantes en hipócrita máscara" (III, ii, 59). Cuando Malcolm pone a prueba la lealtad de Macduff, comienza diciendo, con propiedad, que "muchas veces el crimen toma la máscara de la virtud" (IV, iii, 74). Incluso los hombres más abyectos (quizás, como Macbeth y los sicarios), pueden disfrazarse. Así como la ambigüedad de las brujas oculta el verdadero daño detrás de palabras seductoras, los disfraces y las máscaras ocultan el mundo interior del exterior.
Finalmente, durante la escena en la que tienen lugar los asesinatos, Lady Macduff refleja el simbolismo de las aves que comienza en el Acto primero. Cuando Lady Macduff se queja con Ross sobre la abrupta partida de Macduff, declara: "El ave más pequeña y débil de todas resiste a la lechuza cuando se trata de defender su prole" (IV, ii, 71). Su metáfora cobra vida cuando ella y su hijo son atacados por los hombres de Macbeth. Macbeth, como se estableció anteriormente, se identifica con la lechuza. Entonces Lady Macduff, tratando de proteger a su hijo, se convierte en el ave más pequeña y débil en la realización de su propia figura retórica. Es con particular patetismo que el público ve al niño de Macduff caer presa de las espadas de los despiadados asesinos de Macbeth.