La profecía
La trama de Macbeth se pone en marcha, aparentemente, por la profecía de las tres brujas. La profecía aviva las llamas de la ambición dentro de Macbeth y Lady Macbeth, sirviendo como el principal impulso para que la pareja planee la muerte de Duncan, y posteriormente la de Banquo. Pero uno también se pregunta: ¿Habría Macbeth cometido crímenes tan atroces si no hubiera sido por las profecías? ¿Y si hubiera ignorado las declaraciones de las brujas? Tal especulación, por interesante que sea, parece inútil, ya que se trata, en última instancia, de una profecía autocumplida. Las brujas conocen el trágico defecto de Macbeth: dada su irresistible tentación de convertirse en rey, elegirá cometer un asesinato a pesar de que podría, simplemente, ignorar sus palabras. Resulta ser que las profecías no solo están predestinadas sino que son, además, fatales, ya que la confianza de Macbeth en las brujas lo lleva a pelear una batalla precipitada en el acto final.
La culpa y el remordimiento
Algunas de las líneas más famosas y poéticas de Macbeth son expresiones de remordimiento. "No bastaría todo el océano para lavar la sangre de mis dedos" (II, ii, 49) exclama Macbeth después de apuñalar a Duncan. Del mismo modo, a Lady Macbeth la persigue una "mancha" que no puede quitar de su mano: "¡Lejos de mí esta horrible mancha! (...) Pero ¿por qué no quedan limpias nunca mis manos?¨ (V, i, 81). Vestigio físico de un crimen lamentable al principio, la sangre real deja marcas permanentes en la psique de la pareja, manchándola para siempre de culpa y remordimiento. Las diferentes formas en las que los Macbeth hacen frente a sus crímenes muestran cómo se desarrollan sus personajes: mientras que Lady Macbeth carece inicialmente de escrúpulos, instando a Macbeth a tomar medidas, es un sentimiento abrumador de culpa y remordimiento lo que la lleva a su prematura muerte. Macbeth, a la inversa, parece superar la culpa que lo acosa al principio de la obra.
Sombras y visiones
Así como una abrumadora conciencia de su culpa enloquece a Lady Macbeth, también la mente de Macbeth proyecta la visión de una daga antes de asesinar a Duncan (II, i, 47). En lo que concierne a fantasmas y visiones, la relación de lo natural con lo sobrenatural en Macbeth no está clara. Las tres sombras que convocan las brujas, por ejemplo, generalmente se consideran "reales", aunque solo sea como ocurrencias sobrenaturales. Pero el asunto es menos claro cuando se trata del fantasma de Banquo. Macbeth es el único que ve al fantasma en una habitación llena de gente. ¿Es esta otra proyección de su mente febril? ¿O es realmente, por así decirlo, un hecho sobrenatural? Tales ambigüedades contribuyen al efecto misterioso y a la sensación de extrañeza que impregnan la obra, desde la escena inicial con las tres brujas barbudas.
Lo natural / sobrenatural
Si se entiende que la profecía de las brujas impone un orden sobrenatural en el orden natural de las cosas, también se puede entender que el orden natural responde con signos tempestuosos. Después de la muerte de Duncan, Lennox describe la "mala noche" con cierto detalle (II, iv, 50). De manera similar, Ross señala: "¡Con qué cólera mira el cielo la trágica escena de los hombres!" (II, v, 53). En la misma escena, el viejo y Ross están de acuerdo en que vieron a los caballos del rey "vueltos al primitivo estado salvaje" (II, v, 53). Incluso los eventos que conducen a la conclusión de la obra pueden entenderse como una negociación de lo natural y lo sobrenatural. Mientras que Macbeth cree que está fuera de peligro porque la selva de Birnam no puede acercarse a Dunsinania, la selva es literalmente arrancada por el ejército inglés de acuerdo con la profecía. La dicotomía entre lo natural y lo sobrenatural forma un telón de fondo que sugiere las proporciones épicas de la lucha por la corona escocesa.
La dicotomía y la ambigüedad
"El mal es bien, y el bien es mal: cortemos el aire y la niebla" (I, i, 33). La primera escena del primer acto termina con estas palabras de las brujas, de las que Macbeth hace eco en su primera línea: "¡Día de sangre, pero hermoso más que cuantos he visto!" (I, iii, 36). De manera similar, muchas escenas concluyen con líneas que presentan dicotomía o ambigüedad: "¡Duncan no oigas el tañido de esa campana, que me invita al crimen, y que te abre las puertas del cielo o del infierno!" (II, i, 47); "Aquí las sonrisas son puñales, y derraman sangre los que por la sangre están unidos" (II, iv, 52). Tales líneas evocan un aire de profunda incertidumbre: mientras se invierten las polaridades y se anulan los valores establecidos, no está del todo claro si la dicotómica claridad del cielo o el infierno triunfa sobre el nebuloso equívoco del "El mal es bien, y el bien es mal". Por lo tanto, para Macbeth, esto se traduce en una incertidumbre sobre si las profecías son creíbles. Parece que la selva de Birnam podrá llegar a Dunsinania (un evento sobrenatural) o no (un evento natural), pero lo real resulta no ser, de hecho, ni lo uno ni lo otro, ya que la selva de Birnam llega en sentido firurado a Dunsinania.
La ambición y la tentación
La ambición y la tentación juegan un rol clave en la decisión de Macbeth y Lady Macbeth de asesinar a Duncan. Macbeth posee suficiente autoconciencia como para darse cuenta de los peligros de la ambición excesiva: "La ambición me impele a escalar a la cima, ¿pero rodaré por la pendiente opuesta?" (I, vii, 44). Sin embargo, la tentación de llevar a cabo la profecía de las brujas es en última instancia demasiado fuerte como para que Macbeth pueda frenar su ambición. En el léxico de Lady Macbeth, por cierto, "esperanza" es también otra palabra para "ambición" y tal vez también para "tentación". Mientras Macbeth expresa sus dudas acerca de matar o no a Duncan, ella pregunta: "¿Por ventura ha caído [la esperanza que te alentaba] en embriaguez o sueño?" (I, vii, 44). En última instancia, la ambición y la tentación resultarán fatales para los Macbeth.
La salvación y la condena
Como su casi contemporáneo Doctor Fausto, de Christopher Marlowe, Macbeth puede leerse como una especie de historia moral. Al igual que el doctor Fausto, Macbeth reconoce las consecuencias condenatorias de su crimen: "Además, es tan buen rey, tan justo y clemente, que los ángeles de su guardia irán pregonando eterna maldición contra su asesino" (I, vii, 43-38).
Aun así, Macbeth lleva a cabo el crimen, precipitando de esa manera su propio descenso al infierno. De hecho, la historia de Macbeth es la de un hombre que acepta su condena, en parte porque no puede pronunciar palabras que puedan atenuar su crimen. Mientras los guardias de Duncan rezan sobre su lecho de muerte, Macbeth no puede decir un "Amén" (II, ii). Su destino está sellado completamente por sus propias manos.