Resumen
Acto segundo, Escena I
Banquo, que ha llegado a Inverness con Duncan, lucha contra la profecía de las brujas. Debe contener "la ira que viene a perturbarme en medio del reposo" (46). Cuando Banquo plantea el tema de la profecía, al Macbeth en escena, este finge haber pensado poco en el tema. Después de que Banquo y su hijo Fleancio dejan la escena, Macbeth imagina ver una daga ensangrentada. Asustado por la visión, reza para que la tierra no sienta el ruido de sus pies (47) mientras lleva a cabo su sangriento plan. Suena el tañido de una campana, que es la señal de lady Macbeth, y él se dirige a la habitación de Duncan.
Acto segundo, Escena II
Lady Macbeth espera a que Macbeth regrese de matar a Duncan. Al escuchar un ruido adentro, le preocupa que los guardias se hayan despertado antes de que Macbeth haya tenido la oportunidad de plantarles la evidencia.
Macbeth entra, cargando todavía las dagas ensangrentadas con las que mató a Duncan. Está profundamente conmocionado: cuando entró en la habitación de Duncan oyó rezar a los guardias y no pudo decir "Amén" cuando ellos terminaron sus oraciones. Lady Macbeth le advierte: "Si das en esas cavilaciones, perderás el juicio" (48). No obstante, Macbeth también le confiesa haber creído escuchar una voz que decía: "'Macbeth, tú no puedes dormir, porque has asesinado al sueño'" (48), y "'Glamis, has matado al sueño: por eso no dormirá Cawdor, ni tampoco Macbeth'" (49). Lady Macbeth insiste con las advertencias: le sugiere que no lo domine "el torpe miedo" (49), y le dice que se quite las manchas de sangre de las manos. Al ver las dagas, lo reprende por tenerlas consigo y le dice que las coloque junto a los guardias, de acuerdo con el plan. Cuando Macbeth, todavía horrorizado por el crimen que acaba de cometer, se niega a volver a entrar en la habitación de Duncan, es Lady Macbeth quien lleva las dagas de vuelta adentro.
Cuando ella sale, Macbeth oye un golpe e imagina ver manos que le arrancan los ojos. Está lleno de culpa y se lamenta: "No bastaría todo el océano para lavar la sangre de mis dedos" (49). Cuando Lady Macbeth escucha sus palabras, al volver a entrar en escena, le dice que sus manos también están rojas, pero su alma no desfallece como la de su marido. Mientras persisten los golpes, los dos se retiran para ponerse los trajes de noche y no despertar sospechas cuando lleguen los otros.
Acto segundo, Escena III
En una escena de alivio cómico, el portero escucha los golpes en la puerta e imagina ser un portero en la puerta del infierno. Se imagina recibiendo a un labrador que se ahorcó después de una mala cosecha, a un testigo falso que cometió el pecado de jurar verdades a medias y a un sastre inglés que robó tela. Como hace demasiado frío, el portero decide abrir la puerta en lugar de continuar con un catálogo más largo de pecadores.
Acto segundo, Escena IV
Afuera están Macduff y Lennox, que regañan al portero por tomarse tanto tiempo para responder a los golpes. El portero afirma que estaba cansado, pues la fiesta duró hasta tarde.
Entra Macbeth y Macduff le pregunta si el rey está aún despierto. Al escuchar que este todavía duerme, Macduff va a despertarlo. Mientras se va, Lennox le cuenta a Macbeth que la noche ha sido mala, y ha estado llena de extraños eventos: las chimeneas han sido derribadas por el viento, las aves no dejaron de graznar, la tierra tembló y se escucharon extrañas voces con cantos proféticos. Un aturdido Macduff regresa con la noticia de que el rey está muerto. Les dice a los presentes que vayan a comprobarlo por sí mismos, y que se pongan en alerta.
Entran Lady Macbeth y Banquo, y Macduff les informa de la muerte del rey. Macbeth y Lennox regresan, y Macbeth lamenta la muerte del rey, proclamando que desearía haber muerto él en su lugar. Cuando llegan Malcolm y Donalbain, Lennox culpa del regicidio a los guardias, señalando la sangre como evidencia incriminatoria. Macbeth afirma que ya mató a los guardias en un ataque de furor. En este punto, Lady Macbeth finge conmoción. Aparte, Malcolm y Donalbain deliberan y llegan a la conclusión de que sus vidas pueden estar en riesgo, y que deberían huir de Escocia. Mientras Lady Macbeth se retira de la escena con ayuda, Banquo propone a los demás reunirse para discutir el asesinato en cuestión. Ya solos en el escenario, Malcolm y Donalbain deciden huir de Escocia: el primero a Inglaterra y el segundo a Irlanda.
Acto segundo, Escena V
Ross y un viejo discuten los eventos antinaturales que han tenido lugar recientemente: a pesar de que ya ha amanecido, el día está tan oscuro como la noche, el martes anterior una lechuza cazó un halcón y los caballos de Duncan se han vuelto locos y se han devorado entre ellos. Cuando entra Macduff, Ross le pregunta si ha sido descubierto el culpable. Macduff le dice que fueron los guardias quienes mataron al rey. Sin embargo, la apresurada huida de Malcolm y Donalbain también ha puesto a los dos hijos de Duncan bajo sospecha. Ross comenta que Macbeth será sin dudas el nuevo rey, a lo que Macduff responde que él ya ha sido nombrado, y que ha ido a Escocia para ser coronado. Ross se dirige allí para ver la coronación mientras que Macduff se dirige a su casa en Faife.
Análisis
El famoso soliloquio de Macbeth al comienzo de este acto introduce un tema importante: las visiones y alucinaciones causadas por la culpa. La daga que Macbeth ve no es "fantasmal" o sobrenatural, sino una manifestación de la lucha interna que Macbeth siente mientras contempla el regicidio. La daga le enseña al protagonista el camino hacia el acto sangriento que ha resuelto cometer, obsesionándolo y quizás también burlándose de él. Lo mismo puede decirse de la voz fantasmal que Macbeth escucha tras matar a Duncan, así como el fantasma de Banquo, que aparecerá en el tercer acto. De hecho, casi todos los elementos sobrenaturales en esta obra pueden ser leídos como sucesos psicológicos más que fantasmales. Sin embargo, si este es el caso, uno puede preguntarse si las brujas son también producto de la mente febril de Macbeth. El hecho de que simplemente den voz a las ambiciones latentes de Macbeth parece confirmar esta idea, pero esto se ve contrarrestado por el hecho de que Banquo también las ve y las oye hablar.
La "daga mental" es solo una de las muchas manifestaciones psicológicas en la obra. Mientras los guardias murmuran, ebrios, "Dios nos bendiga", Macbeth descubre que no puede pronunciar la palabra "Amén". Si analizáramos este hecho desde una perspectiva psicológica, podríamos interpretarlo como una incapacidad física para hablar causada por la duda paralizante de Macbeth acerca de lo apropiado del asesinato. El mundo interior de la psique se impone así en el mundo físico. Lo mismo puede decirse de la voz que Macbeth oye gritar "Macbeth, tú no puedes dormir más" (II, ii, 48): una abrumadora sensación de culpa evitará que el sueño le dé a Macbeth un respiro de su atormentada conciencia. Tras haber enviado a Duncan al sueño eterno, Macbeth mismo vive ahora en eterna ansiedad.
Además de su problemática existencia, el sueño perturbado de Macbeth también puede leerse como una metáfora del turbulento estado del país. En Macbeth, como en muchas otras obras de Shakespeare, hay una relación estrecha y espejada entre el rey y el país. En la escena V, por ejemplo, Ross informa que "Ya ha amanecido, pero todavía la noche se resiste a abandonar su dominio" (II, v, 53). Esta imagen de la oscuridad que se resiste a dar lugar a la luz es una manifestación ambiental del asesinato de Duncan: la luz de la naturaleza es sofocada cuando la vida de Duncan se extingue. El escritor victoriano John Ruskin calificó este reflejo del estado psicológico de un personaje en objetos naturales inanimados como "falacia patética". En los objetos naturales animados también se produce un reflejo similar. El viejo describe, en la misma escena, los nobles caballos de Duncan comiéndose unos a otros y una lechuza comiéndose un halcón, eventos que hacen eco del asesinato de Duncan en manos de Macbeth. Así, la muerte antinatural de Duncan hunde al país en una agitación física y espiritual.
La imagen de la lechuza cazando un halcón es parte de un marco simbólico mayor en la obra que gira alrededor de las aves. Cuando Duncan y Banquo se acercan a Inverness en el Acto primero, por ejemplo, Banquo hace un comentario sobre las golondrinas que ve anidando en las paredes del castillo, y que toma como un buen augurio (I, vi, 42). Lady Macbeth, por otro lado, menciona en la escena anterior hay cuervos graznando en los alrededores, anunciando la llegada del rey. Banquo, entonces, ve pájaros de la fortuna, mientras que Lady Macbeth ve aves siniestras. Una señal no excluye a la otra: para Duncan el bien se convertirá en mal, haciendo eco del discurso de las brujas, cuando las golondrinas de la suerte se transformen en cuervos mortales.
En el Acto segundo, los personajes ven o hacen mención de pájaros en casi todas las escenas. Mientras Lady Macbeth espera que Macbeth asesine a Duncan, por ejemplo, oye "el chillido de un búho", al que se refiere como "severo centinela de la noche" (II, ii, 47). En este sentido, uno puede observar un reflejo entre Macbeth y las aves nocturnas: por un lado, ambos cazan de noche y, por el otro, se da la situación antinatural de que la lechuza caza un halcón, al igual que Macbeth mata a Duncan.
En el transcurso de Macbeth, los sueños, los símbolos, la fantasía y las visiones inciden en el "mundo real". La fantástica profecía de las brujas se cumple. La daga imaginaria señala el camino a un asesinato que se comete con una daga real. Y en la escena del portero, el portero imaginando proteger las puertas del infierno crea irónicamente una puerta del infierno "real" a causa del regicidio.