Moby-Dick

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El aspecto de Queequeg

En una primera instancia, para Ismael el aspecto de Queequeg es peligroso:

Sosteniendo una luz en una mano y una cabeza de Nueva Zelanda en la otra, el desconocido entró en el cuarto, y sin mirar en dirección a la cama puso su vela lejos de mí en un rincón del piso. Comenzó luego a desatar los nudos del gran bolso que estaba en el cuarto [...]. ¡Dios mío! ¡Qué espectáculo! ¡Qué cara! Era de color oscuro púrpura o amarillento, con cuadrados negros aquí y allá (70).

Si bien cambia de opinión al conocerlo, nunca deja de considerarlo extraño y de juzgarlo desde sus criterios blancos, cristianos, "civilizados". Cree que sus creencias y costumbres son raras. Para describirlo, aprovecha muchas imágenes visuales: por ejemplo, le llaman la atención sus tatuajes y destaca sin cesar el tono oscuro de su piel.

La muerte de una ballena

Ismael describe detalladamente la agonía de una ballena matada por Stubb y pone el énfasis en los colores, movimientos y texturas que se expanden desde el cadáver y a través del agua:

La roja marea brotaba de todos los costados del monstruo, como lo hacen los arroyos en una montaña. Su cuerpo atormentado no flotaba en agua de mar, sino en sangre, que burbujeaba y hervía a una gran distancia detrás de su estela. El sol ubicuo, al brillar sobre ese estanque carmesí en el mar, devolvía su reflejo en cada rostro, de modo que todos refulgían como pieles rojas. Y mientras tanto, chorro tras chorro de humo blanco brotaba, agónico, del espiráculo del cetáceo... (434).

De esta manera, compone un paisaje especial: la sangre de la ballena se irriga y se mezcla con el agua y gracias al reflejo del sol el rojo colorea todo el espacio, e incluso a los marineros de la tripulación. Además, la secuencia está marcada por el calor y los movimientos de los líquidos (el agua y la sangre). Este despliegue de imágenes visuales y táctiles va a acompañado de los sonidos que emite el hombre que caza a la ballena, y por los disparos de los arpones contra el cuerpo del animal.

El mar

Ismael describe muchas veces el paisaje marítimo a lo largo de Moby Dick: lo compara con la tierra y lo califica como el espacio óptimo para meditar. La característica más imponente del mar es su vastedad. A su vez, hay muchas referencias al azul del mar. Por ejemplo: "(...) toma el místico océano a sus pies como la imagen visible de esa alma profunda, azul, insondable que penetra la humanidad y la naturaleza (257). Ese tono azulado a veces contrasta con el brillo dorado del sol. En palabras de Ahab: "Allá, junto al borde de la copa siempre rebosante, las tibias olas se sonrojan como el vino. La cresta dorada se hunde en el azul. El buceador sol -que se zambulle despacio desde el mediodía- ya se pone" (270). Por las noches, el azul oscuro funciona como telón de fondo de reflejos plateados como el chorro espectral de la ballena. Cuando el mar se violenta por condiciones meteorológicas o por el movimiento de las ballenas, produce sonidos, parece rugir.

Moby Dick

Ismael crea un retrato detallado de las ballenas en general y de Moby Dick en particular. Para ello se vale de imágenes sensoriales de todo tipo. La monstruosa ballena tiene un "olor peculiar" (763), una "lengua apergaminada" y una "boca resplandeciente" (767); su joroba es "como una colina de hielo" (763). Es una imagen seductora, fascinante y aterradora al mismo tiempo, y su presencia imponente no se basa solo en el aspecto físico sino también en los efectos sensoriales que provoca al moverse. Esto se ve con especial claridad en el capítulo final de la novela:

De repente, las aguas alrededor del bote se hincharon lentamente en anchos círculos y luego se elevaron deprisa, como si resbalaran de costado desde una sumergida montaña de nieve que emergía velozmente a la superficie. Se oyó un sordo ruido retumbante, un zumbido subterráneo, y todos contuvieron el aliento al ver que una vasta forma que arrastraba estachas colgantes, y arpones, y lanzas, se lanzaba en un salto largo, oblicuamente desde el mar. Envuelta en un leve velo de bruma, quedó suspendida un momento en el aire irisado, hasta que se dejó caer hacia atrás en lo profundo. Lanzada a treinta pies de altura, las aguas destellaron un instante como cúmulos de fuentes, luego se deshicieron en una lluvia de escamas y se hundieron, dejando la superficie circular cremosa como leche fresca alrededor de la marmórea mole de la ballena (791).

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