La mujer negra
En el año 1996, en una entrevista en Afro-hispanic Review, Nancy Morejón dijo: “No conozco ninguna obra de mujer en donde por ejemplo se reflejara o por lo menos se analizara la experiencia histórica de la esclavitud o siquiera de la violación de los derechos civiles o de la sexualidad de la mujer” (1996). Nancy Morejón es célebre por haber ocupado ese espacio que consideraba algo vacío y haber abordado en su literatura la mirada de la mujer negra sobre el imperialismo, la esclavitud, la historia cubana y la revolución.
Este poema lleva como título “Mujer negra”. Además de ser la voz lírica del poema, la mujer negra es uno de sus temas primordiales: sus condiciones de vida opresivas en tiempos de esclavitud y explotación capitalista, la libertad conquistada en el monte y el palenque y, finalmente, la lucha por el comunismo son los tres momentos clave de transformación de la mujer negra en Cuba y sus condiciones de vida. El poema enfatiza su capacidad de trabajo, su vínculo profundo con la naturaleza, su espíritu resiliente y su fortaleza para plegarse a la revolución. La mujer negra tiene, en el poema, una historia dura detrás, pero también un luminoso porvenir, de cuya construcción participa activamente.
La esclavitud imperialista y la colonia
El imperialismo, y la esclavitud como uno de los modos más violentos del ejercicio colonial del poder, son temas centrales en el poema. A esta forma de división del poder, el trabajo y el dinero en el mundo, la voz poética señala como culpable de los padecimientos de su gente. Durante las colonias, aproximadamente más de quince millones de africanos de varias latitudes (Guinea, Biafra, Benin y Sierra Leona eran puertos célebres de tráfico de esclavos hacia Centroamérica) fueron cargados en embarcaciones hacia Occidente. La gran mayoría moría en el viaje. Quizá por eso la voz lírica del poema menciona la imagen del primer albatros que divisó luego de atravesar el mar como un recuerdo que quedará en su memoria por siempre.
El poema, en relación con la esclavitud, no se queda en el ámbito de la denuncia. Si bien, por un lado, expone, a través de diversas escenas, lo cruda que fue la realidad para la esclava negra en la isla, por el otro hace hincapié en que ese pasado opresivo fundó una identidad y una lucha comunitaria. La opresión imperialista en el poema está lejos de generar impotencia en la mujer negra: en lugar de esto, produce fuerza, organización, revolución.
Por último, la idea del colono se encuentra encarnada en el poema en la figura de Su Merced. Él compra a la esclava negra en una plaza; ella le borda las casacas y le pare un hijo que no llevará su nombre.
La identidad
La voz poética se acerca a la identidad de la mujer negra cubana, y la piensa como inescindible de los cuatrocientos años de esclavitud negra e indígena. Estos siglos de opresión están tan arraigados en lo más profundo de su historia cultural como la revolución que los desterró.
En el poema, la identidad comienza a conformarse, en primer lugar, por el desarraigo. La mujer negra es arrancada de su tierra, la cual ahora recuerda solo vagamente. “Y porque trabajé como una bestia,/ aquí volví a nacer” (vv.8-9), dice. Si la tierra es de quien la trabaja, y los esclavos africanos trabajaron la tierra cubana sin descanso, el lazo que se establece con ella es muy profundo. La mujer negra tiene clara la injusticia que padece. Dice sobre la tierra: “Bajo su sol sembré, recolecté y las cosechas no comí” (v.19), y “en esta tierra toqué la sangre húmeda/ y los huesos podridos de muchos otros/ traídos a ella, o no, igual que yo” (vv.24-26).
La nueva identidad se funda en el abandono de la idea de volver algún día a África. “Ya nunca más imaginé el camino a Guinea” (v.27), dice. Inmediatamente después parece no recordar con exactitud de qué puerto, ciudad o región vino. Parece no importar ahora, tampoco. Ella vuelve a nacer, funda un canto, encuentra su real independencia en el monte junto a los otros, con quienes un siglo más tarde toma posesión de la tierra, el mar, la quimera, el cielo y todo aquello que la rodea. “Aquí construí mi mundo” (p.32), afirma, y ratifica esta identidad de la mujer negra, cubana y comunista.
La revolución
En un tercer momento del poema, la mujer negra se une a la revolución. Es uno de los temas fundamentales de la literatura de Morejón en general y de este texto en particular. Si, parafraseando a Jean Paul Sartre, cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él, la revolución es lo que hacen la mujer negra y sus descendientes en la isla con la historia de su gente y la identidad que supieron conformar en ese nuevo paisaje al que tantos esclavos fueron traídos.
La voz poética consigue la real independencia, en primer lugar, en el monte y el palenque; esta forma de organización comunitaria de los cubanos libres que es el palenque deviene en revolución. Luego de cabalgar con el líder en la Guerra de los Diez Años, Antonio Maceo, un siglo después la mujer negra dice: “bajé de la Sierra” (p.39). La Sierra no es otra que Sierra Maestra, la cadena montañosa en la cual se organizó la guerrilla que revolucionó Cuba en los años cincuenta y sesenta con Fidel Castro como líder. En Sierra Maestra se firmó el famoso manifiesto que pone por escrito los puntos primordiales de la revolución.
“Bajé de la sierra./ Para acabar con capitales y usureros,/ con generales y burgueses” (vv.40-41), sentencia la voz poética. La revolución no es ya contra los traficantes de esclavos imperiales y Su Merced, sino contra quienes representan en el poema a sus descendientes en el siglo XX: los capitales y usureros (generalmente provenientes de Estados Unidos, que poblaban la isla en esa época) y los generales y burgueses (que entre sus filas tenían a cubanos que negociaban con los primeros). Es decir, reconoce la esclavitud de las colonias como una manifestación temprana de la opresión neocolonial del siglo XX. Y reconoce también en la resiliencia, la fortaleza y la tenacidad de la mujer afrodescendiente un bastión de la revolución socialista, no siempre reconocido la historia o el arte.